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jueves, 31 de octubre de 2019
miércoles, 30 de octubre de 2019
Stela
De pequeño me gustaba
jugar los juegos que comúnmente les agradaba a los niños de mi edad: la pega, a
las escondidas, lingo, todo lo que hace el prima, a la pelota, canga, carreras,
etc. Era muy divertido y no me cansaba de jugar. Pero también me gustaba hacer
algo raro para mi edad, retirarme solo a contemplar el cielo en las noches.
Para ello, cuando oscurecía, me tendía sobre la superficie acerada de la parte
más alta de un tobogán que estaba en el parque frente a mi casa. Allí echado me
gustaba ver el cielo infinito con su enjambre de estrellas que como luces de
navidad alumbraban el firmamento. A veces la luna blanca y redonda las opacaba,
a veces esa luna era cubierta por sabanas de nubes que apenas dejaban pasar la
luz fluorescente de la luna. Así me pasé muchas noches de mi infancia y
adolescencia. Mantuve esa costumbre hasta ya mayor, cada vez que quería sentir
el frescor de la noche, cuando quería reflexionar algo sobre mi vida.
Una noche de mayo
cuando volví a subir a aquel tobogán y me tendí descubrí una pequeña lucecita.
Yo estaba familiarizado con las constelaciones que se divisan desde el
hemisferio sur. Sabia reconocer la estrella Próxima Centauri, la
estrella más cercana a la tierra, cerca de la constelación Cruz del Sur.
También se puede ver las constelaciones del Can Mayor donde se encuentra la
estrella más brillante, Sirio. Me gustaba divisar a Orión, al que
llamaban el Gran Cazador. Pero para ver a esta ínfima estrellita tenía que
entrecerrar los ojos.
Era una estrella
enana, una entre las miles de estrellas que se divisa pero sin saber porque, me
aficioné por mirarla cada noche. Su millonésima masa comenzó a pesar en mi
firmamento. Empecé a notar que su luz resplandecía más poco a poco, como si más
brillara al mirarla más ¿o sería que se acercaba? ¿o que crecía? ¿o
que nuestra vía láctea se alejaba? Eso sería imposible porque si algún
movimiento ocurriera seria imperceptible considerando los años luz de distancia.
Muchas noches no podía
ver las estrellas porque el cielo estaba sumamente nublado. En la primavera es
cuando se las podían ver más nítidamente y mejor cuando la noche era más
profundamente oscura. En invierno se hacía más difícil, casi imposible divisar
nada. Pero cuando el cielo estaba claro, podía divisar a mi pequeña estrellita,
siempre en el mismo lugar, aunque pasaran las estaciones o los años.
-¡Allí estás tú! – le
decía mentalmente.
-¡Buenas noches estrella
luminosa! Le repetía parodiando la canción de los sesenta “Good day Sunshine”.
La mayoría de las
veces no le decía nada. Solo pensaba.
-¡Que lejos estas!
¿Porque brillas sin cansarte? ¿Estás sola en tu universo? ¿Tendrás vida?
-En la cosmología
andina sé que todo ser vivo o inerte tiene vida porque vibran a una frecuencia
que no conocemos. Talvez tu encierras un espíritu o “apu” que desconozco.
Después que me casé la
solía ver desde el patio de mi casa, me daba la ilusión que desde donde se
hallaba ella me iluminada. No le conté a mi esposa ni a nadie. Lo concebía como
un rezago de mi infancia, íntimo y privado que quería mantener así, como cuando
se guarda celosamente un soldadito de plástico o el carrito de juguete
preferido. Cuando me encontraba muy sensible, con tribulaciones que se tiene al
madurar, al trabajar, al ser padre y esposo volvía al tobogán, muy tarde en la
noche cuando nadie ya rondaba por allí. . Echado sentía que su luz iluminaba
todo mi cuerpo y mi mente.
Stela, así la comencé
a nombrar, había pasado a ser un bálsamo en mi vida, un ente con quien me
conectaba materialmente aunque a inmensa distancia pero más que nada con la
imaginación y el pensamiento. Pero no era mía, no me pertenecía como muchas
cosas de mi mundo, ni el sol ni la luna, ni la noche ni los días, ni siquiera
mi vida era mía.
Una noche me di cuenta
que su luz se estaba apagando. ¿Cómo era posible? Solo atine a darme cuenta
cuando el menguar de su luz se hizo evidente. ¿Ella lo sabría? ¿Qué se estaba
muriendo? Siguió así, en mi firmamento por cuatro años, dándome coraje aun
siendo pequeña, con su luz languideciendo.
-Quédate…. Le susurré.
Quería que
permaneciera, que continuara alumbrando mis noches oscuras, que
siguiera siendo el filamento que me conectaba con la inmensidad. Pero se
imponía lo inexorable, la pulsación del universo. Talvez me pareció pero su luz
se hizo más refulgente, más presente.
Una noche mis ojos no
percibieron más su luz. Millones de otras esferas celestes tintineando en el
cielo y esa insignificante ausencia abrió un inmenso vacío en mi universo. Lo
extraño es que me lamento de ya no ver la luz de una estrella que había dejado
de existir miles años antes de mi existencia.
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lunes, 28 de octubre de 2019
miércoles, 23 de octubre de 2019
martes, 22 de octubre de 2019
The Cure - Friday I'm in love (inglés y español)
Robert Smith, del grupo “The Cure” compuso y grabó
esta canción en 1992.
Aparenta ser una letra simple de entender, el deseo de vacilón
al llegar al fin de semana, de querer estar con su chica el viernes por la
noche y no le importa si no conjuga con ella los demás días.
Más parece un himno iconoclasta contra un sistema que ordena
la vida de los seres humanos bajo el patrón productivo semanal. Esto incluye a
los trabajadores de cuello y corbata, obreros o trabajadores manuales y aun la
gran masa estudiantil. La humanidad en su conjunto se guía por ese reloj de
siete días. ¿Qué hace el autor de la canción? No sigue ese orden, no le importa
si el lunes es tradicionalmente tomado como triste por empezar otra semana de
trabajo o de labores o aun los restantes días, pero no el viernes, el viernes
es especial. Ni siquiera los fines de semana le interesa, como le interesa a casi
todo el mundo, porque él vive para disfrutar su vida los viernes. El mensaje de
la canción es en realidad una aspiración, el de liberarse de esa sumisión mediante
la emoción.
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viernes, 18 de octubre de 2019
jueves, 17 de octubre de 2019
lunes, 7 de octubre de 2019
Coldplay - Clocks (Sub Español + Lyrics)
“Clocks” (Relojes) es un sencillo incluido en el álbum “A rush of blood to the head” del 2002.
Es la historia de muchas historias que confluyen en una progresión de sentimientos y emociones: desesperación, confusión, resignación, derrota, amor.
En el centro está el amor, amor a un ser muy querido; “Tú”. Pero no un solamente tú, es el “eres” lo que totaliza el sentido, el devenir y resolución de la existencia individual del cantante. A esta resolución llega después de muchas vicisitudes. Una de ellas es la lucha con el tiempo, el principio y término donde se alcanza o se pierde lo que se ansia en la vida:
“Las luces se apagan y no puedo ser salvado”
Acaece la noche, la oscuridad, la muerte, como fin de tu tiempo.
“Mareas contra las que he nadado me derrotaron. De rodillas suplico, cantando”
Los problemas que ahogan. Ruega al poderoso cantando, como se solía hacer hace miles de años.
“Tú, emerge de las cosas no dichas, dispara a una manzana sobre mi cabeza”.
Te desconozco, no te entiendo porque no te puedo definir. Aun así me arriesgo.
“Y a un problema que no puede ser nombrado”
Aunque no sé cuál es el problema.
“Un tigre está esperando ser domado”.
Si supiera cual es el dilema alcanzaría la paz en la vida.
“La confusión nunca termina”
La confusión es el signo de la existencia.
“Cercado y el reloj corriendo”
Próximo al fin, derrotado, cuando el tiempo se termina.
“Vas a volver y te llevare a casa”
Reunión al fin y encuentro en la eternidad.
“No pude evitar que ahora lo sepas”.
¿Cómo ella lo puede saber? Porque está en el “otro lado” donde todo ya se sabe.
“Tú, emerge sobre mis mares, reniega de las oportunidades perdidas”.
Acércate en donde me hallo y perdóname por haberte defraudado
"¿Soy parte de la cura o de la enfermedad?"
¿Fui algo bueno o malo para ti?
“Nada se te compara”
Nada que en este mundo exista se acerca a lo que eres.
Nada que en este mundo exista se acerca a lo que eres.
“Al hogar, hogar, hogar, quisiera ir”
El hogar que ansiamos es ... la eternidad.
El hogar que ansiamos es ... la eternidad.
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