domingo, 11 de abril de 2021

¡Guíame Mabel! -XXVI


Yo solía pensar que las experiencias fuera de lo normal eran sucesos que le pasan, en mayor o menor grado, a todas las personas del mundo. Nunca pensé que algunas personas nunca tuvieron alguna. Contrariamente, a mí me habían ocurrido muchas.

Un día de invierno en Lima, se le ocurrió a mi padre ir con toda la familia a Ica, específicamente a La Huacachina, la laguna turística a pocos kilómetros de la ciudad de Ica. Nos acomodamos los siete miembros de mi familia en el auto de ocho cilindros Pontiac, Le mans. Salimos como a las seis de la noche para llegar a la laguna como a las once.

Al llegar dimos una vuelta para conocer la laguna y luego buscamos un hotel para alojarnos. Nos dijeron que no había ninguna habitación disponible. En ese tiempo, en los sesenta solo había un hotel. Entonces decidimos dormir en el auto, total ya era casi las doce de la noche. Volvimos a la laguna y nos estacionamos en una calle al lado de un parque con vista a la Huacachina. Nos acomodamos lo mejor que pudimos, cuatro hermanos atrás y y yo y mis padres adelante. Estaríamos cogiendo el sueño cuando empezó a escucharse una guitarra.

- ¿Quién estará tocando guitarra a esta hora? –Preguntó mi padre.

- Ni siquiera es una serenata. – Contesté.

Bueno, la guitarra no se escuchaba muy fuerte, además la música era melódica y suave. Así que decidimos seguir durmiendo.

La guitarra siguió sonando, pero no le dimos mucha importancia y empezamos a dormir.

De pronto, el auto se meció de izquierda a derecha. Pensamos que era un movimiento sísmico y abrimos las puertas rápidamente y salimos. No vimos a nadie, ni nadie gritaba ¡Temblor! Que extraño nos pareció, pero ante la evidencia de que no había nada nos acomodamos otra vez para dormir.

Habría pasado un momento cuando otra vez el auto se volvió a balancear. Instintivamente yo volteo para ver la parte trasera del auto y diviso a un hombre que apoyando sus manos sobre la maletera hacia balancearse el auto. Bajé del carro y fui a buscar al tipo. No lo encontré. Me agaché para mirar debajo del Pontiac, pensando que allí se había escurrido, pero no había nada. Me dije, este tipo es muy rápido para desaparecer en un segundo porque apenas lo vi, salí instantáneamente a buscarlo. No nos quedó otra opción que intentar dormir otra vez. Pero esta vez estaría preparado cuando el hombre volviera a balancear el auto.

Habremos dormido un rato cuando el auto se volvió a zarandear. No miré a ningún lugar, abrí la puerta y salí a atrapar al facineroso. Corrí detrás del auto donde sabía que no lo iba a encontrar y enfilé a la esquina de la calle siguiente. Para mi sorpresa no había nadie, nadie corría huyendo, todo estaba tranquilo. Regresé al auto para decirle a mi familia que no había encontrado a nadie. Mi padre decidió dejar la Huacachina y regresar lo más pronto a Lima.

Al poco tiempo me entero que en la Huacachina penaban.

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