jueves, 30 de septiembre de 2021

¡Guíame Mabel! -XXIII


 

Me llevaste a ver lo que tu alma sentía cuando se desprendía de tu cuerpo.

Luego me dejaste porque donde ibas no te podía hacer compañía.

Cuando en el trance de tu muerte encontraste un sosiego, seres monstruosos vinieron a asustarte. Te desesperaste, sentiste terror y pensaste en el infierno. No eran demonios los que te asustaban, fue tu propia mente que sintiendo desvanecerse creaba cosas para que hicieras algo, pero no se podía hacer nada … a menos que pudieras regresar. Y sentiste que tenías esa oportunidad, pero decidiste proseguir. ¿Por qué? ¿Quién no quisiera seguir viviendo? Pero tu resolviste lo que era bueno para ti. Y te diste cuenta que nada elevado espiritualmente podías ya alcanzar, lo que estabas destinada a confrontar se había hecho ya con los resultados que te condujeron hasta aquí. Tenías hijos, muy queridos, un esposo, una familia que conservar, hermanos y amigos. Todo eso tuvo que presionarte para volver a la vida, pero entendiste que los seres que dejabas tenían una meta que la podían alcanzar sin ti. Y declinaste.

Sin embargo, las alucinaciones no terminaron, Tus deseos, tus afanes y tus anhelos estaban muriendo también y te aterraban por abandonarlos.

Vino una calma tan inesperada como deseada. Y en un proceso total, reconociste qué eras, un alma en viaje a la eternidad.

Te hiciste un juicio para comprender lo que habías purificado en ti y lo que quedo en intento.

Supiste que tenías que volver y que lo harías mejor.

Ya serena y en paz con tu espíritu visitaste a tu hermana más cercana a ti. Entraste en su sueño, le hablaste y la abrazaste. La viste despertar contenta sabiendo ella que estabas bien.

A tu hermana mayor la visitaste varias veces en sus sueños, pero no te recordaba. Algo se lo impedía, pero tú ya todo sabias, desde que te fue dado la sabiduría. Entonces recurriste a mí. Me despertaste a las cuatro de la mañana con una canción de la radio que te gustaba. Al abrir los ojos vi que soñando tu hermana te saludaba.

-¡Hermanita preciosa! Y sonreía.

-¡Has soñado con tu hermana!- Le dije.

Se despertó, se dio cuenta que había soñado contigo y se puso a llorar.


 

martes, 14 de septiembre de 2021

¡Guíame Mabel! - XXXII


 

- ¡Me muero! – me dije.

De repente, sin aviso me fui apagando, mi energía se iba yendo y mi corazón latía despacio. Respiraba, pero sentía que la vida de mi cuerpo se estaba recogiendo al centro de mi pecho. Me entró una angustiante desesperación.

- ¡Necesito comer! – pensé.

Algo drenó mis fuerzas. Había tenido muchos tipos de dolores, pero nunca había sentido algo así, solo podía ser la muerte. Apurado me senté a la mesa tragando desesperadamente lo que había en un plato.

- ¡Salva tu vida! – deseé.

Al instante, como vino se fue esa sensación mortal. Mire la hora, 2:45, que bueno que tenía cita con el doctor.

Camino a la consulta su hermana me llama para decirme que Mabel había muerto.


-¡Me muero! – se dijo.

Ya había sentido esa sensación de desvanecerse un mes atrás, el de repentinamente entrar, en contra de su voluntad, a través de convulsiones en un sueño mortal.

-Cuiden a mis hijos – solicitó.

Pero luchó y venció esa vez. Pidió que rezaran por ella, algo que nunca había hecho, pues sintió que sus fuerzas no serían suficiente para vencer la muerte la próxima vez.

Trató de indagar porque tendría que morir. Los médicos desconocían la respuesta. En la víspera, en sus sueños, sus padres se acercaron a su cama. Eso debió decirle que su fin estaba cerca.

Durante mucho tiempo estuvo pensando en mí y soñaba que un día nos reuniríamos. En ese segundo final se abrazó a mi corazón por ayuda. Se dio cuenta que la vida la estaba abandonando ya.

-¿Dónde está Dios – se preguntó abatida.

Supo entonces que el Dios a quien se dirigía había decidido terminar sus días.

Y le vino, al último rezago de conciencia que poseía, el vaticinio que le hice y que temía se cumpliera.

-Nunca estaremos juntos.

sábado, 11 de septiembre de 2021