Pensándote y
repensándote paso mis días. En mi rutina diaria, ¿me acompañas en silencio para
que no me perturbe? ¿para que no me asuste o me vuelva loco? No, tú ya sabes que no te
puedo ver. ¿Recuerdas el día que ibas a visitarme en la casa de tu hermana,
cita imperdible pues venían tus hijos? Estaba anunciado en mi sueño que
vendrías y viniste, pero, oh Dios! A pesar que traté no te pude ver ni sentir.
¿Sabes? A
veces recreo mi mente y te imagino en las habitaciones de la que fue tu casa,
caminando tras de mí. O me imagino verte en las calles llevando en cada mano a
tus hijos a pasear. Claro que yo sé que no estas acá, ni en tu casa ni en la
ciudad, pero nada me cuesta soñar ni caminar.
Ya tiempo que no te apareces en mis sueños y está bien. Tú tienes cosas que hacer y yo también. Pero sé te extraña, tú sabes cómo soy. Mas esta madrugada me sorprendiste. Soñé que visitaba la casa de tus padres, cuando aún ellos estaban vivos y tú eras joven y soltera. Caminando por la sala, pasé a una estancia contigua donde escuché tu voz. Conversabas con alguien que no distinguí bien pues estaba de espalda. Esa persona era una mujer que se alejaba de ti y tú la despediste diciendo,
- Yo quiero
mucho a Marlon.
Entonces me
desperté.
Tus palabras
significaron mucho para mi pues me estabas diciendo que me querías, algo que
nunca me dijiste en vida y se lo decías a un miembro de tu familia, a decir
verdad, se lo reafirmabas con vehemencia.
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