Una noche,
cuando estaba sentado en el sofá junto a tu hermana, hablando de cosas sin
importancia, me puse a pensar en ti. Mientras lo hacía, algo me impulsó a
acariciarle la frente. Al posar la yema de mis dedos en su sien sentí un
relámpago que iluminó mi mente y comencé a ver imágenes. Como si yo flotara en
el cielo raso, vi desde lo alto de unas habitaciones a una joven parada en
medio de un cuarto. Estaba vestida de un traje marrón claro hasta los tobillos.
Su pelo era mediano, su figura esbelta. Estirando los dos brazos la joven, con
reverencia, recibía con sus manos un plato de arcilla que contenía algo en el
centro. Luego la joven se dirigió a una habitación continua. Pude verlo todo
pues yo era como una especie de ser ingrávido, sin cuerpo, que ve todo sin
moverse, desde arriba. La joven, con veneración, se aproximó a tu hermana y le
entregó la vasija. En ese instante se escuchó una voz o escuché una voz, ¿mi
voz? que dijo
- ¿No pudo
haberse hecho de otro modo?
Y el relámpago
cesó.
La joven eras
tú, ya lo sabes. Y la pregunta o él que pregunta emite un anhelo, de que las
cosas hubieran ocurrido de otra manera.
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