jueves, 17 de noviembre de 2022

Chullo, el critico musical


 Chullo, el crítico musical. 

-¡No así no es! –Nos amonestaba Chullo.

Tratábamos de tocar la melodía del huayno “Gorrioncito” con la mandolina y el acordeón:                     

 “Gorrioncito canta pero no llores, que el amor es la fuerza más sublime”

Y cada vez que tocábamos la parte “no llores”, Chullo hacia una mueca de desaprobación. Nos parecía que estaba bien, pero Chullo tenía razón, no era igual. Algo se perdía. ¿Sería la ligadura? Pero la hacíamos, ¿será en la sincopa? La hacíamos. No, nos faltaba una nota, nos faltaba una fracción de tiempo, ¿1/16?, ¿1/32? La voz de Nina no la podía hacer, la quena de Chullo si la podía hacer. Y Chullo se daba cuenta. Le decíamos que tenía oído de tísico

-¡Chullo! ¡Tú tienes oído de ciervo!

-De chiquito oía mejor. Allá en mi tierra, oía a los pájaros cantar y los podía imitar. Yo podía distinguir las aves, de una especie de otra, ¡hasta su sexo!

-¡No te pases Chullo! ¡Como que fueras un radar! – le increpó Héctor, el director del grupo.

-¡Es verdad!

-Pero ¿cómo lo haces?

-Debe ser porque como no hay nada que escuchar en su tierra, se ponen a escuchar la naturaleza – dijo Chara.

-Es fácil. Tienes que escuchar con la mente.

-No seas loco Chullo, que la mente no tiene orejas – Le criticó Nina.

-Como te explico, mira. Escuchas los sonidos y los grabas en tu mente. Allí tú los conoces de diferente, de otros. Así que, si escuchas otra vez el sonido, sabes que pájaro es. Y si quieres cantar como los pájaros, lo escuchas otra vez en tu mente y lo cantas. No te va salir a la primera ¿no? De allí puedes imitar el sonido de cualquier animal.

-Aquí en la ciudad es imposible Chullo.

-Solo escuchas … carros, el televisor prendido de la vecina, el vendedor que está gritando afuera, alguien está chancando algo a lo lejos y el primus de mi comadre Elisa que hierve agua para el té.

-Es el ruido que hace la ciudad que no deja escuchar la naturaleza, la vida.

-Ni a los muertos.

-Como que ni a los muertos Chullo. No me digas que oyes conversar y cuchichear a los difuntos- le replicó Nina.

-Los espíritus. Estamos rodeados de espíritus por todas partes y a ellos les gusta la música. Con la música te puedes comunicar con las divinidades andinas, con los espíritus que se van. Allá nosotros curamos a los enfermos con la música. Y si falta lluvia, cantamos y tocamos canciones para hacerla venir, para la cosecha y para la muerte.

-¿Y tú te has comunicado con espíritus? - Preguntó Nina.

-Un montón y a cada rato. Una noche mi tío Anselmo me llevo a una huaca. Allí había una corriente de agua. Me dijo, siéntate, quédate quieto y escucha el agua. Me quede escuchando largo, inmóvil. De repente el sonido del agua se convirtió en música, con instrumentos, melodías. Pero es el huamaní quien te da esa música y tienes que ser valiente porque si no, te mueres.

-¿Porque se puede morir? ¿Qué pasa? ¿Te lleva el espíritu?

-¡Es que puedes reventar por dentro, de puro susto! ¡Te vas en sangre!

-¡Me das miedo Chullo! –Dijo Nina, contrita.

-¡No es juego! La música viene de los huamanies, de lo sobrenatural y tienes que aprender a usarla para comunicarte con ellos. Tú puedes hacer volver a los dioses, cuando tocas, por eso es sagrado y peligroso.

-¡Parece cosa del demonio!-Sugirió Nina

-Eso mismo pensaron los españoles –comentó Chara.

-¿Tú te has comunicado con algún espíritu Chullo?

-¡Muchas veces! Cuando cae enfermo un familiar o un amigo tienes que comunicarte con ellos para curarlos. Tienes que cantar y usar la música para establecer el contacto. Así, con el canto pides ayuda a los espíritus, a las almas de los muertos y a los poderes sobrenaturales para curar las dolencias. Tu entras allí, a ese mundo y la música te sirve para entrar y para salir y encontrar el camino de regreso cuando hay peligro de no poder regresar del mundo mágico.

-¿Eso no hacen también cuando levantan una mesa? Los chamanes cantan cantos extraños. – Dijo Nina.

-En una mesa en Piura, en Huancabamba, el maestro Juan, nos cantaba, como un rezo, pero después de haber tomado San Pedro – bromeó Chara.

-Si, te ayudas con sonajas, un tambor o silbas también, pero no tienes que tomar San Pedro. Si eres capaz, puedes entrar al mundo mágico solo con la música. Cuando entras, tú vas sabiendo que plantas debe de tomar el enfermo y que cantos debes de usar para botar a los malos espíritus que se han entrado en el enfermo.

-Chullo ¿tú has entrado allí? – pregunta asustada Nina.

-Si, al mundo mágico.

-¿Cómo es?

-Es como el espacio, pero no hay espacio. Hay oscuridad y luces brillantes, pequeñas unas, otras más grandes. No hay tiempo tampoco. No tienes cuerpo tampoco, no te ves. Las cosas te vienen por la mente.

-¿Cómo curas al enfermo?

-Los espíritus me dicen, me lo van diciendo, la cura y las plantas que debe de tomar el enfermo.

-¡Que mieeeeedoo Chullo!

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