La ópera de los pobres
-¿Qué es eso de la sinfonía de los pobres?
-No Chullo, ópera. Es solo un triste comentario de un
crítico extranjero sobre la obra de José María Arguedas por poner huaynos y
canciones quechuas en sus novelas y cuentos.
-¿Tanto te agria la vida, hermanito?
-Me molesta la falta de comprensión, la carencia de
sensibilidad y la desvaloración y desprecio de la cultura popular. ¡Opera de
los pobres! Como si lo valioso debe de venir y sentirse de los poderosos.
-¡Que nos importa que nos digan brutos o analfabetos
si ni nos enteramos, ni nos importa!.
-Es cierto Chullo, nunca nos ha importado. Pero el problema es que luego se usa todos
esos comentarios para menospreciar nuestra cultura. Porque si así habla un
extranjero de nuestra música, tanto peor lo hacen los propios peruanos. ¿Y
sabes cuál es lo peor?
-¿Cuál?
-Que no reconozcan el valor estético de nuestra propia
música. Y no digo solo nuestra música serrana sino hasta la criolla.
-Sí, nuestros huaynos salen de las fibras con las que
están hecho el corazón.
-Fíjate que ayer escuché un vals, no sé cómo se llama
pero si sé que lo cantan “Los Quipus”. Es más o menos así:
Amorcito, tengo una pena
Que me acongoja de tal manera que me lacera.
Amorcito, te quiero tanto
Que de verte, siento la muerte en el corazón.
Pienso durante el día en ti, de noche no se dormir
creo que moriría chiquilla mía, sin tu querer
y sólo con la idea de que me has olvidado
besando tu retrato sobre la almohada me echo a llorar
La letra es bien sentida pero la música empieza con un
original punteo de guitarra que hace literalmente gemir a las cuerdas.
Esencialmente la introducción de Paco Maceda cuenta, narra la pena de amor con
la melodia. Podemos reconocer en sus tonos medios a bajos la exposición de los
sentimientos del amante. Luego en tonos mas altos de la escala melódica refiere un desenlace triste, la exposición de
la tristeza por un deseo no alcanzado. En la repetición de esta tristeza se
eleva la melodía tan alto que simboliza claramente el llanto. Como una yunta y
compadre a la vez, fraternalmente en el dolor, la letra acompaña a la música.
-Yo también la escuchado. Y me parece pero en la
segunda parte suena algo andino, ¿no?
-¡Claro Chullo! La lirica tiene mucho de andino. Para
los andinos, todo tiene vida, todo siente, las plantas, los animales, los
cerros, los ríos. Así también el corazón. Por eso es que la letra dice “que de
no verte, siento la muerte en el corazón”. Es de cierta forma frase musical de
tinte serrano. La música posee un neto matiz norteño aunque con unos rasgos
andinos como en el mismo final de la canción, cuando dicen “amorcitoooo”.
-¿Qué peruano no puede sentirse movido por esa música?
-Dirás ¿qué peruano nacido y criado en los valles
costeños o serranos amamantado con la ubre de nuestra idiosincrasia y creencias
culturales no pueda ser conmovido con la propia parte de su ser?
-¡Imposible! ¡Imposible!
-¿Sabes que me parece irritante?
-¿Qué?
-No tiene nada que ver. Es el sonido del piano. Ya sé
que es considerado el instrumento musical completo pero no me agrada el sonido
que produce. Es un sonido pomposo. Los bajos suenan como pasos que retumban en
las paredes de una iglesia colonial, resuenan pero breve. Ni el “sustain” le
ayuda.
-¿Y los agudos?
-Suena como si martillos golpearan en las mayólicas
del baño. ¿No te parece a ti?
-Bueno, no me gusta mucho tampoco. ¿Y cómo llego a ser
tan importante y representativo?
-Como casi con todo lo que vivimos, viene establecido
así desde antes de que hayamos nacido. Así reina en los conciertos, en las
orquestas, en los arreglos musicales. Cuando alguien me preguntaba que como
sonaba lo que tocaban en el piano, les decía por complacerlos “estupendo”,
excelente”. Pero lo que más me gusta es el sonido de los sicuris. Su sonido
ululante y graves de los tuyus, como el
viento que sopla en la meseta del altiplano o el de las chulis que cantan como
pájaros, me transportan a otro tiempo, a otro espacio donde me siento
milenario, inmortal como las piedras del Sacsayhuaman.
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