No sé
porque presentía que ayer te iba ver. Era como si al voltear mi rostro en la dirección
adecuada mis ojos te hallarían.
Caminaba al mediodía por una calle atestada de gente. Súbitamente
me inundó la emoción de
percibir que estabas aquí, que no te habías ido, que todo no fue más que una confusión
del tiempo, que habíamos retomado el tiempo correcto. Y giraba mi cabeza con bruscos
movimientos buscándote. No podía perderme la oportunidad de verte una vez más,
visitando la tierra, el mundo, esta constelación, el universo, esta dimensión.
Sé que este hecho iría en contra
de la ley de la entropía, que rige el tiempo, pero de la materia. Pero tú no
eres materia, además porque yo solo conocía una ley, que el espíritu gobierna
la materia.
Pero no te vi, …no te vi. Estuve cerca, muy cerca tal
vez. ¡Dios mío! muy cerca.
Lo que no sabia es que no te iba ver, no con los ojos,
porque el espíritu no ve, siente y sentir es ver. Y yo te estaba sintiendo a mi
alrededor, y estaba ciego y aunque tenía ojos, jamás te iba ver. Solo
necesitaba aquietar mi alma y adherirme plácidamente a tu presencia.
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