Ven acá mi
compañera, ven oh mi dulce andarita
Tu sola, sola,
solita, ven acá por vez primera.
Ven acá mi
compañera y en los campos desolados
junto de mi madre
amada y de mi padre querido
que era semejante
al nido que aselaba en la enramada
Por eso es que yo
quiero al niño, amo y respeto al anciano
Al indio que es
como mi hermano, le doy todo mi cariño
Yo tengo el alma de
armiño, cuando veo que se explota
toda mi cólera
brota y de tristeza me indigno
cual una araña
maligna, que hoy aplasto con mi bota.
Surge la pálida
luna, sobre la noche serena
Y en los campos de
arena, se extiende como visión
Detrás de cada
peñasco parece ver a mi amada
que viene como
escapada, en busca de su corazón.
Si me persiguen
traidores, siempre fueron sin entrañas
sepan también mis
hazañas que no son sino rencores
¿Dónde están mis
defensores? Ya para mí no hay clemencia
Nadie sufre, nadie
llora
Si han de matarme
en buena hora, pero mátenme de frente.
Yo soy señores Luis
Pardo, el famoso bandolero.
Nació un 19 de agosto de 1874 en Chiquián, Ancash, y
perteneció a una familia de hacendados, políticos y montoneros (su padre luchó
en las fuerzas caceristas contra Piérola durante la guerra civil y su abuelo
fue alcalde de Chiquián) ¿Cómo se volvió un bandolero tan famoso? Cuenta la
leyenda que fue tras la muerte por traición de su padre, noticia que lo
sorprendió a su regreso a Chiquián tras haber realizado sus estudios en Lima,
que el joven Luis Pardo cobró venganza, acabó con la vida de los asesinos de su
padre y dio inicio a su carrera hacia la fama que lo convirtió en legendario
ladrón durante las primeras décadas del siglo XX en los pueblos de la costa y
la sierra norte.
La figura del bandolero justiciero, del Robin Hood
peruano, se volvió mitológica. No había pueblo que no tuviera su propia
historia con él, al punto que “Por aquí pasó Luis Pardo” era un sello que tenía
visos de bendición al ser alentado por la tradición oral en cada rincón. La
imagen de Pardo nos recuerda esa necesidad de la figura del líder combativo,
precursor, rondero y, sobre todo, querido por sus nobles objetivos, que todo
político y politiquero anhela hoy por hoy. Tomó la distribución de la riqueza por
sus propias manos y fue elevado por pueblo al culto heroico. Luis Pardo no
actuaba en banda, sin embargo cobraba cupos a los gamonales y hacendados. Murió
hace 106 años en una emboscada del ejército y sus enemigos (para tener una idea
de las dimensiones de su persecución). Tenía 35 años y su juventud y forma de
muerte (mientras escapaba a nado por el río) recuerdan al querido Javier
Heraud, poeta joven que muriera a manos del ejército en Madre de Dios. Pardo
quiso, como Javier, una transformación social a la cual dedicó su juventud.
https://camp.ucss.edu.pe/blog/luis-pardo-bandolero-a-heroe-popular/
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