jueves, 29 de abril de 2021
martes, 27 de abril de 2021
¡Guíame Mabel! - XXVII
Nos pasamos el
tiempo hablando de la vida y obviamos hablar de la muerte, como si no existiera
o sino, la concebimos como un hecho extraordinario y penoso, como una desgracia
que esperamos que no nos ocurra ni a nadie que queremos, aunque si debía de
ocurrir, que la muerte le suceda a otra persona.
¿Por qué la
ocultamos? Porque nos espanta y nos espanta porque ya no vamos a vivir y vivir
lo es todo, y algo primordial de vivir es el ver. El ver nos afirma que algo
que vemos existe y existimos porque somos vistos. Si ya no vemos o ya no
veremos nunca más a un ser querido, en la práctica, eso representa para
nosotros la muerte. Claro, también hay el tocar, el escuchar, aun oler, pero
los tomamos como grados reducidos del existir. ¿Qué tal si escucháramos a un
ser querido, pero no lo viéramos, diríamos que existe? Probablemente diríamos
que no. Tal parece que tampoco sabemos mucho de la vida. Quizás supiéramos más
de la vida si conociéramos más de la muerte.
En definitiva,
son un par, como el ying y el yang, como el arriba y el abajo, coexisten juntas
y no se pueden separar. Es más, ambos son solo procesos, la vida es la entrada
al cuerpo físico y la muerte es la salida. Por ende, el espacio y el tiempo
entre esos dos procesos no es lo que denominamos vida sino la existencia
física. Si a esto le agregamos la noción que en realidad el tiempo no existe,
estaremos extremadamente confundidos.
¿Qué cómo lo sé?
Como todos. He
tenido encuentros con la muerte consiente e inconscientemente. Tuve dos
accidentes de tránsito. De pequeño me atropellaron dos veces, a los cuatro y a
los cinco años. A los cuatro tuve una infección grave que el médico que me
trató le dijo a mi madre que talvez no viviría mucho, que quizás podría vivir a
los quince, con mucha suerte. De grande, un grupo terrorista me puso una
emboscada que, teniéndome a su merced, desistieron de matarme.
A pesar de esas
experiencias, no sabía que era la muerte. A los cuatro años vi a mi hermanito
de meses morir en los brazos de mi madre. Asistí a todos los velorios que se
celebraba antes del entierro de todos los familiares que fallecían. Conocí el
cementerio de pies a cabeza, donde jugábamos con mis primos a las escondidas.
Fui a la morgue de la ciudad para ver los cadáveres eviscerados de gente.
Amigos cercanos murieron jóvenes, pero ninguno de esos decesos me enseñaron que
era la muerte.
Hasta que murió Mabel.
lunes, 26 de abril de 2021
domingo, 25 de abril de 2021
Zhuravli - Cranes - La grullas
En estos días de
otoño en que miles de grullas llegan a nuestro país procedentes del norte de
Europa recordamos a Sadako Sasaki, la
niña japonesa que quiso crear mil grullas de papel, con la esperanza de que, si
lo conseguía, los dioses le concedieran el deseo de curarse de la leucemia
provocada por las radiaciones de la
bomba atómica lanzada sobre
Hiroshima. Sadako murió el 25 de octubre
de 1955, a los doce años, pero se convirtió en un símbolo para el mundo.
Cuando el poeta
daguestano Rasul Gamzatov visitó en el parque de la Paz de Hirohima el
monumento levantado en memoria de Sadako y de todos los niños muertos por la
explosión de las bombas atómicas, quedó impresionado por la historia de Sadako.
De vuelta a su
país, la memoria de Sadako y sus mil grullas, convertidas en símbolo de las
víctimas de la guerra, unida al recuerdo de su madre muerta, al de su hermano
mayor caído en combate y al de otras personas fallecidas durante la Segunda
Guerra Mundial, le inspiró el poema titulado "Grullas", escrito en
ávaro, lengua materna del poeta. En 1968 el poema, traducido al ruso por Naum Grebnev, fue publicado en la revista New
World. El cantante Mark Bernes quiso convertirlo en canción, para ello introdujo
algunos cambios en el texto de Gamzatov y pidió a Jan Frenkel que compusiera la
música. Mark Bernes, muy enfermo ya,
grabó en 1969 la canción que, convertida en homenaje a los soldados soviéticos
caídos en la lucha contra el nazismo, alcanzó enorme popularidad en la URSS.
Sirva pues la
canción de Gamzatov como homenaje a Sadako Sasaki en el 65 aniversario de su
muerte. Pero el mejor homenaje, sin duda, es que ayer, día 24, el Tratado de
Prohibición de Armas Nucleares, promovido por ICAN (Campaña Internacional para
Abolir las Armas Nucleares) alcanzó las cincuenta ratificaciones necesarias
para su entrada en vigor.
Rasul Gamzatov, el autor del poema, nació en 1923 en Tsada Avar, república rusa de Daguestán, en el noreste del Cáucaso, y falleció en Moscú en 2003. Su primer maestro en el arte de la poesía fue su padre, poeta popular daguestano (o daguestaní). Tras estudiar magisterio en la ciudad de Buynaksk, regresó a su aldea en 1940 para dar clases, trabajó también como periodista y como ayudante de dirección teatral. De 1945 a 1950 estudió en el Instituto de Literatura Maxim Gorki, de Moscú, y en 1947 publicó su primer poemario, Amor inspirado y ardiente ira, escrito en ruso. A este seguirán más de veinte libros de poesía compuestos tanto en ruso como en ávaro. Entre ellos, destaca En la montaña está mi corazón (1958). Otra de sus obras más conocidas es Mi Daguestán (1968). Fue también traductor y ocupó distintos cargos políticos. Viajó por Europa, Asia y América. Figura muy popular, gozó de enorme reconocimiento: presidió la Unión de Escritores de Daguestán hasta su fallecimiento, fue galardonado con el Premio Lenin y honrado con el título de Poeta Popular de Daguestán. Coincidiendo con el cumpleaños del autor, el 8 de septiembre, desde 1986 se celebra el Festival de las Grullas Blancas en la República de Daguestán.
Me parece a
veces que los soldados caídos
quienes yacen en
los campos ensangrentados
no fueron
enterrados en la tierra para ser olvidados
sino que se
convirtieron en grullas blancas
A partir de ese
momento,
desde que sus
destinos se convirtieran en féretros
se remontaron al
cielo y nos lanzaron un grito estridente
¿no es por eso
que lamentablemente y con tanta frecuencia
alzamos nuestra
mirada silenciosa cuando las grullas pasan?
Y en la formación
del vuelo de las grullas,
noto un puesto, un espacio vacío para mi
para cuando me
vaya.
Algún día, en
esa formación estaré volando
volaré a los cielos en mi renacimiento
Y desde el cielo
con el trompeteo de grulla
estaré llorando
por todos ustedes que deje en la tierra
Comentario.
¿Por qué van los
soldados a la guerra?
Van porque los
mandan. Seguramente no quieren ir, pero tienen que hacerlo.
¿Temen morir?
Claro que tienen
miedo, pero tienen una idea que los protegen de ese miedo.
¿Cómo enfrentan
los soldados el miedo a la muerte?
El soldado no piensa que va a morir, aunque sabe que alguien va a morir. Pero piensa que el que va a morir es el compañero que está a su lado, el que está al frente o detrás de él. La muerte es una sorpresa para el soldado. Las balas silban a su alrededor, los obuses estallan causando compañeros que mueren destrozados, pero el avanza pensándose protegido, porque es el héroe de la novela de su vida, hasta que un proyectil lo alcanza. Entonces, entiende resignado que andaba protegido por la suerte, pero que a la vez jugaba una lotería funesta que le tocó ganar.
viernes, 23 de abril de 2021
jueves, 22 de abril de 2021
miércoles, 21 de abril de 2021
domingo, 18 de abril de 2021
Pierre Groscolas - Elise et moi (1975)
Elise y yo
Somos felices así
Cuando te
despiertas cerca de mi
Cuando te tomo
en mis brazos
Siento cada vez
Que esta es la
primera vez
En tu pelo pongo
Todas las flores
que amas
Y cuando bailas
parece
que la primavera
da un paseo.
Bailamos mucho
Incluso bebimos
demasiado
En la hierba nos
despertamos
En la hierba con
los pájaros