sábado, 18 de marzo de 2017

Lo llamaban "Llama"


En el colegio “Priale” de primaria, su sufrimiento, como el de muchos otros niños andinos empezaba cuando pasaban la lista de asistencia, por primera y hasta la última vez. Todos éramos colegiales, hasta allí. Algo más se nos iba a agregar luego, el apodo, “la chapa”. El maestro empezaba la lista con los apellidos que empiezan con “A”, como Albornoz o Ayala, Barra o Bazán,…..y así se llegaba al primer “punto”, al estudiante que se apellidaba Huamán. Pues ¿quién no había escuchado decir “eres un Huamán” o “eres un huamanrripa” como insulto? Luego pasaban por otros apellidos de origen quechua como el mío, Kanchari, que de mofa me decían “cancha”.  Y el último pero el primero para fastidiar era Yanayacu, a quien decían “llama”. No duele mucho si te apodan con un nombre o adjetivo que se deriva de tu apellido o tu nombre como Vergara, verga, Osorio, oso o Clavijos, clavo. Pero duele más cuando usan tu apellido para bajarte, para ponerte en último lugar de las consideraciones de los demás. Porque tu apellido quechua te hacia serrano y ser serrano era ser bruto, sonso, atrasado, pobre, sirviente, sucio y mucho más. Sí, yo era Kanchari y la burla me caía desde la historia, desde la conquista, inescapablemente, a mí y a Yanayacu. Pero la mofa era más intensa y brutal con Yanayacu por una inesperada y fortuita diferencia, yo no parecía serrano. Era ñato, tenía los huecos de la nariz grande y los labios  gordos, aparte de ser ojón. Era más que similar al resto de la clase,  por eso no me machacaban tanto. Aun otros alumnos tenían más rasgos serranos que yo, pero es fácil gritar “al ladrón” para salvar el pellejo; amen que algunos escondían su origen nativo en su apellido materno que los maestros no solían repetir a menos que hubiera alumnos con el mismo apellido paterno. En cambio Yanayacu tenía todo de serrano, desde la nariz aguileña, pómulos salientes, pelo hirsuto y tez quemada por la puna. Tan solo verlo caminar lo delataba, andaba como si estuviera subiendo una cuesta. Así que cualquier referencia a la sierra, allí estaba Yanayacu. ¿Comida andina? Yanayacu, ¿mote? Yanayacu; ¿charqui? Yanayacu; ¿vicuna? Yanayacu…todo era Yanayacu. Decian:”Oye Yanayacu, hueles a llama”.
Yo me sentaba con él, juntos. Parábamos juntos en el recreo y en la salida. Solíamos comprar la gelatina de tres colores que el vendedor cacheteaba en un pedazo de papel de envolver. O cuando nos la cortábamos para mecharnos con otros niños en el parque frente al colegio. Y era verdad, olía a cosas de la sierra, como a charqui del “Olluquito con charqui”. Además no le quedaba bien que llevara más alto de la cintura la correa de los pantalones o que usara muy subida la basta. Por todo eso decían que era monce. Asimismo Yanayacu vivía en la cuadra 5 de Unanue, a tres cuadras de La Parada, en un lugar sórdido y tugurizado, a diferencia de los barrios donde vivían los compañeros de clase como Residencial Grau o la Unidad Vecinal.  Sus padres tenían un puesto de condimentos en el Mercado Minorista. Yanayacu acostumbraba a levantarse a las cinco de la mañana para ayudar a sus padres y moler los ajos en el batán. Los padres de los otros chicos tenían pequeños empleos u oficios menores. Se notaba que sus padres hacían un gran esfuerzo para enviar a Yanayacu a estudiar a una escuela privada. Terminado el quinto de primaria me fui a estudiar la secundaria en un colegio en el Paseo de La República. A Yanayacu no lo volví a ver más.
Muchos años después, estudiando en la universidad viaje al Cuzco, para organizar un concierto de rock en La Convención. Pero me topé con los comuneros del lugar, que se oponían a que se realizara cualquier actividad extranjerizante en la zona. Estábamos discutiendo cuando se aproxima el Secretario General de la Confederación Campesina del Perú, autoridad de los comuneros. Venía bajando una loma y rodeado de otros dirigentes. Lucía corpulento, llevaba el pelo largo, chiva y bigote. Cuando se acercó, fue Yanayacu quien me reconoció y al grito de ¡Kanchari! me abrazó fuertemente. Ni que decir que autorizó el concierto de rock.
Aún recuerdo con simpatía como el estudiante “monce”, el “punto” de la clase, el serrano que “olía a llama”, el pobre, el marginado se había convertido en el líder comunal de cientos de comunidades y dirigente de miles de comuneros.
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Foto: http://magisterioperu.blogspot.com/2015/07/ante-indiferencia-de-gobierno-peruano.html


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