Análisis de “Lo
fatal”
Así pues, en “Lo
fatal” aparecen elementos característicos del modernismo, como la naturaleza,
los sentidos y el erotismo, evocados en el atardecer amargo del poeta. La
trayectoria vital de Rubén Darío es la del modernismo: desde el poderío juvenil
hasta la lucidez de la edad madura, Darío cierra el ciclo de este movimiento.
Tras él, hay literatura modernista de gran calidad, pero difícilmente reflejará
el alma humana con la honradez y la magnitud del nicaragüense.
El tema central
es el profundo dolor que la vida causa en la voz poética. El vacío de la
existencia humana, el temor a la muerte, la ignorancia del futuro, todo produce
una desolación indecible en el poeta. Como ya hemos dicho, no trata de las
dudas de un hombre ante la muerte, sino de la lucidez de quien ha vivido y sabe
que no hay sino pesar en la existencia humana. El tono sombrío, implacable, convierte
esta composición en un cierre tajante de Cantos de vida y esperanza, así como
en una cumbre de la lírica en español.
La madurez del
poeta se desvela en el estilo sentencioso y filosófico de la primera estrofa.
Sentencioso, por la estructura argumentativa que proporcionan la causal y la
consecutiva (versos 2 y 3) y por el dramatismo de las comparativas (“no hay
dolor más grande”); filosófico por la idea schopenhaueriana según la cual el
conocimiento engendra infelicidad, y la felicidad es la ausencia de dolor. Así,
la única manera de ser feliz consiste en no sentir, como el árbol “dichoso” y
de la “piedra dura”. La voz poética, mientras no alcance un estado lisonjero de
ataraxia, está condenada a sufrir3.
Por otro lado,
“árbol” y “piedra” son apenas sombras de la naturaleza y de los objetos
favorables al embeleso sensorial (es decir, que de aquellas piedras preciosas,
en el alma del Darío maduro ya sólo queda “piedra dura”).
El resto del
poema se construye en torno a contraposiciones que transmiten con eficacia la
zozobra íntima de la voz poética. El quinto verso, por ejemplo, es
extraordinario. Más que una contradicción, es una compleja estructura en la que
la existencia (“ser”) y la ausencia de conocimiento (“no saber nada”) se
entreveran en una pavorosa definición de la vida humana (“ser sin rumbo
cierto”).
El pasado (“el
temor de haber sido”) y el futuro (“un futuro terror”) conforman una nueva
oposición en el verso sexto, en la que la vida aparece dominada por el miedo,
el “espanto” ante la muerte del verso séptimo.
En el verso
décimo encontramos otro pálido vestigio del fulgor modernista. De la
voluptuosidad pretérita nos queda una imagen, la “carne” como “frescos
racimos”. La estructura paralela del verso decimoprimero transforma la carne en
“tumba” y los “frescos racimos” en “fúnebres ramos”. Nótese el recurso fónico
unido a la contraposición para transmitir lo inexorable del lecho postrero. El
último verso, quebrado en 12 y 13, es la declaración definitiva de la congoja
existencial del poeta, como si él mismo y su voz se doblaran, abrumados por una
aflición inefable.
En definitiva,
“Lo fatal” supera los límites del modernismo al presentar sentimientos
universales como el desencanto y el sufrimiento que procura el existir humano.
El lenguaje claro y directo de estos versos es el resultado de la evolución
personal y poética del autor, una de las más señaladas de la literatura en
español. Con los años, el estilo de Darío toma el camino más laborioso: la
búsqueda de una expresión más sencilla. Por tanto, en Cantos…, Rubén Darío
refuta las opiniones superficiales que lo relacionan con cisnes blancos,
exóticas princesas y un lenguaje florido. Esto no quiere decir, empero, que
Darío abandona el modernismo para cultivar una poesía seria. Al contrario, el modernismo
alcanza su madurez gracias al genio poético del nicaragüense y puede
postularse, con estas credenciales, como una de las más altas empresas
intelectuales y literarias del siglo XX.
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