Quisiera ver el
mundo que viste con tus ojos, percibir qué sol alumbró el día que naciste, en
que constelación se encontraba. ¿Era viernes o sábado? el rumor de la gente por
las calles, ¿no hace eso una gran diferencia en los mercados?, el bullicio en
las plazas, que música se escuchaba en la radio. ¿el otoño estuvo muy seco?
Entonces, me
valí de el horóscopo del nacimiento. Solía levantar la carta de nacimiento
mediante cálculos antiguos, ahora me fue fácil, busqué el programa en el
internet y me dio tu mapa.
Fuiste una niña
escuálida, seria, en modo de asustada. Pero tus ojos delataban una brizna de
tristeza ascética, que revelaba que entendiste tempranamente que la vida trae
dolor sin ni siquiera buscarlo y que no todo se puede conseguir, así lo
deseáramos ardientemente. Esa sabiduría te lo brindo la conjunción Neptuno y
Saturno, el tener conciencia de que no es posible ir contra el propio destino.
Ya joven, te
diste la voluntad de reír, de tratar de ser feliz. Te volviste bonita y aunque
te lo decían, no te lo creías. Fuiste frugal en tus excesos, deseaste lo
ordinario, quiero decir, lo que es más fácil de alcanzar, pues aspirar lo
mínimo te libro de no sufrir grandes desilusiones. Integraste en tu ser las
normas morales que tus padres te dieron. Y adquiriste un aire de espiritualidad
desde tus prácticas religiosas. Eso no te impidió acercarte a lo que llaman
ciencias ocultas como la lectura de cartas, la de la mano. Te daba temo ese
mundo oculto, pero más temor te daba la muerte. Eras inteligente y lista, era
difícil engañarte y si lo hacían no lo podían hacer por mucho tiempo. Te
gustaba ayudar a los demás y te conmovías por quien sufría. Talvez esa
característica te trajo problemas sentimentales, por querer, más que por ser
querida, tu que eras realista y práctica.
Tu vida debía
ser larga. Entonces algo paso.
Hoy reviso tu
carta de nacimiento, la cual estudié otra vez, antes de tu deceso. Y ahora
puedo leer lo que no pude en ese momento. Algo me cegó, algo cubrió mis ojos.
¿Porque no lo pude ver? Yo que te animaba,
-Te vas a
aliviar.
Y tú, que
persistías en tu pesimismo, sabías más que yo.
Si, el sol en tu
octava casa presagió una muerte por enfermedad, por infarto. Y peor con Marte
en la misma casa, muerte en una operación.
¡Nada ni nadie
en esta vida, en este mundo podía evitar tu lejanía!
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