lunes, 15 de enero de 2024

¡Guíame Mabel! - LXV


Andaba por mi barrio, con un sol de mediodía. Entré a un jardín por la parte posterior de una casa. Había jóvenes como yo, hablando, bebiendo y pasándola bien. Mi chica, enamorada o pareja estaba ya allí y yo caminaba para encontrarla. Barriendo con mi vista el jardín vi las ventanas exteriores de la casa, la puerta, la mesa con bocaditos y bebidas, gente cruzándose y de pronto, mis lentes enfocaron la silueta de una mujer. Retrocedí y la miré con detalle. Era bonita, alta, estilizada, vestía una ropa clara. Deje su figura, soñando que fuera mi chica.

Encontré a mi chica tendida en la yerba, al lado de la piscina. Me vio y me dijo,

-¡Ven, échate!

Yo obedecí y me tendí también. Mas de pronto se acercó aquella chica de mis sueños y empujando con sus pies mi cuerpo me ordenó,

-¡Arrímate!

Yo obedecí halagado. Entonces, los tres estábamos tendidos en la yerba, la chica entre mi enamorada y yo. De pronto, me quedé asombrado cuando sentí que la chica me tomó la mano.

-¿Qué está pasando? – Me dije. Mi enamorada al lado y esta chica, tan fresca me coge la mano. Yo estaba gustoso, pero a la vez preocupado. De repente mi enamorada se sienta y le dice a la chica,

-¡Mira los dedos de sus pies!

Y las dos chicas ríen viendo como abro los dedos de mis pies de una forma fenomenal. Obviamente esa no era la reacción que esperaba de mi enamorada. Esta situación era como si ella consintiera esa extraña relación sentimental. Allí me desperté.

¿Quién era esa mujer? me pregunté. Alguien que desee mucho tener, que me parecía imposible de alcanzar, alguien tan linda, ¿quién?

Y recordé, cuando la chica me tomo la mano, a alguien a quien tomé y retuvo su mano mientras me despedía, para siempre, porque nunca mas la vi. Y esa persona solo podías ser tú.


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