Andaba por mi
barrio, con un sol de mediodía. Entré a un jardín por la
parte posterior de una casa. Había jóvenes como yo, hablando, bebiendo y pasándola
bien. Mi chica, enamorada o pareja estaba ya allí y yo caminaba para
encontrarla. Barriendo con mi vista el jardín vi las ventanas exteriores de la
casa, la puerta, la mesa con bocaditos y bebidas, gente cruzándose y de pronto,
mis lentes enfocaron la silueta de una mujer. Retrocedí y la miré con detalle.
Era bonita, alta, estilizada, vestía una ropa clara. Deje su figura, soñando
que fuera mi chica.
Encontré a mi chica
tendida en la yerba, al lado de la piscina. Me vio y me dijo,
-¡Ven, échate!
Yo obedecí y me tendí
también. Mas de pronto se acercó aquella chica de mis sueños y
empujando con sus pies mi cuerpo me ordenó,
-¡Arrímate!
Yo obedecí halagado.
Entonces, los tres estábamos tendidos en la yerba, la chica entre mi enamorada
y yo. De pronto, me quedé asombrado cuando sentí que la
chica me tomó la mano.
-¿Qué está pasando?
– Me dije. Mi enamorada al lado y esta chica, tan fresca me coge la mano. Yo
estaba gustoso, pero a la vez preocupado. De repente mi enamorada se sienta y
le dice a la chica,
-¡Mira los dedos de
sus pies!
Y las dos chicas ríen
viendo como abro los dedos de mis pies de una forma fenomenal. Obviamente esa
no era la reacción que esperaba de mi enamorada. Esta situación era como si
ella consintiera esa extraña relación sentimental. Allí me desperté.
¿Quién era esa
mujer? me pregunté. Alguien que desee mucho tener, que me parecía
imposible de alcanzar, alguien tan linda, ¿quién?
Y recordé, cuando la
chica me tomo la mano, a alguien a quien tomé y retuvo su mano mientras me despedía,
para siempre, porque nunca mas la vi. Y esa persona solo podías ser tú.
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