viernes, 10 de noviembre de 2023
miércoles, 8 de noviembre de 2023
martes, 7 de noviembre de 2023
¡Guíame Mabel! - LXI
Fui a ver a Sebastián pues necesitaba que me hiciera
un trabajo. Llegué a su casa, de apariencia
modesta en un barrio humilde. Toqué la puerta
y me abrió Sebastián. Se que se sorprendió de verme.
(¿Qué hace aquí? ¿Por qué habrá venido?)
Eran preguntas que se le cruzaron por la mente. Es
verdad que no debería de acercarme a él, después de lo que sucedió. Pero fui, no por fresco ni inconsciente. Algo dentro
me animó a hacerlo.
-¡Hola Sebastián! -dije con naturalidad, como si no nos
hubiéramos dejado de hablar después de nueve años.
No espere que me respondiera.
-Quería que me ayudaras a cortar y pintar este mástil de
bandera.
Había llegado con una bandera de cuatro o cinco metros
y un pendón multicolor.
-Pasa – me dijo seriamente.
Entramos a la sala, pequeña, con muebles desgastados, piso con losas
descoloridas y pintura de las paredes envejecida. Me senté en un sofá desvencijado
y le comencé a explicar qué exactamente necesitaba. De
pronto se me acercaron dos niños, un varoncito de 8 o 9 años y una niñita de,
talvez de tres. La niña se me trepó queriendo
que la cargara. El niño me hablaba de juegos que le gustaba. Sentí que todo ese
peso de criar a dos hijos, huérfanos de madre debía de ser muy duro para Sebastián,
teniendo que trabajar en su casa para cuidarlos, pero perdiendo la oportunidad
de visitar o buscar nuevos clientes.
Sebastián no me dijo que me iba a ayudar, pero tampoco
que no, pero sentí que estaba dispuesto.
Ya los chicos tenían que comer y Sebastián les ordenó que sentaran en una mesa de mantel de plástico raído.
Quise llevar a la niña a su silla cuando de pronto, de una habitación aledaña a
la sala, que era el único dormitorio de la casa, salió una mujer que se sentó
al lado de los chicos. Nadie la vio, ni siquiera Sebastián. Todos actuaban como
si esa mujer no existiera, pero yo si la vi.
-Y … ¡eras tú! Serena y callada, ¡eras tú! Te reconocí,
a pesar de tu ropa antigua. Tú, al lado de tu familia, de tu esposo y de tus
hijos. Nunca los abandonaste, siempre viste por ellos. Y me alegré profundamente por ello, pero sin saber porque, también
me entristecí.
viernes, 3 de noviembre de 2023
Gordon Lightfoot - If You Could Read My Mind. Si pudieras ller mi mente
El arpegio
de la guitarra al inicio de la canción nos trae un humor de melancolía, una
nostalgia dulce que nos entrega a la voz que revelará una historia de fantasma e encantamiento, de una cruel soledad
y castigo. Y es por intermedio del cuento, la forma simple y arcaica que usamos
para conocer la realidad de la existencia y las vicisitudes del corazón. Solo
el cuento puede retrotraer las vidas pasadas que tuvimos y entrelazarlas
con el presente. Así, la agonía de una ruptura se desglosa en tantas vidas, eternamente.
jueves, 2 de noviembre de 2023
miércoles, 1 de noviembre de 2023
¡Guíame Mabel! - LX
Tengo que
decirte que las canciones que les gustaban a mis padres, a fines de los
cincuenta, sonaban sosas a mis oídos, siempre las relacionaba con antigüedad,
atraso y estancadas en el tiempo. Por lo tanto, canciones de “La sonora
matancera”, “Los Panchos”, “Pedro Armendáriz” y una retahíla más de intérpretes
de aquel tiempo me disgustaban. Y ni hablar de los géneros musicales como
guaracha, mambo, bolero o son cubano, olían a naftalina, como la ropa que
usaban los mayores. Desde ese entonces esa música y el contenido de sus letras estaban
guardadas en el arcón donde se almacenan los trastos olvidados de la vieja generación
que se olvida.
Por otra
parte, me he deleitado en dedicarte canciones de mi generación, entre poemas y
cuentos que usualmente te escribo. Muchas veces me he preguntado si tiene
sentido hacerlo sabiendo que tú lo sabes todo lo que está dentro de mi corazón. Pienso que
lo que hago se torna redundante. Lo hago por obsequiarte algo bello, aunque la mayoría
de las veces no lo logro, pero lo hago con mi mejor esfuerzo para que sepas lo
que siento por ti. En verdad, no sabía cómo lo tomabas.
Hace dos días
desperté súbitamente y en mis sienes retumbaba el titulo una canción: “Escríbeme”.
La voz que la cantaba era de una mujer y la melodía era de un bolero. Ya había escuchado
esa canción antes, en la época de mis padres, cuando en la radio les gustaba
escuchar esas canciones pero que a mi tanto me desagradaba. Era cursi, con exceso de sentimentalismo, con versos
toscos como “aunque sea con borrones”. ¿A quién se le ocurriría componer un
tema así, ahora?
Entonces, me
pregunté, ¿Qué hace
esa canción en mi cabeza? Canción que había quedado tan lejana en el tiempo.
Solo tu podías habérmela plantado y era la respuesta sutil a mi interrogación ¿te
gusta que te escriba?
-Si …
Son tus cartas mi esperanza
mis temores, mi alegría
y aunque sean tonterías
escríbeme, escríbeme.
Tu silencio me acongoja
me preocupa y predispone
y aunque sea con borrones
escríbeme, escríbeme
Me hacen más falta tus
cartas
que la misma vida mía
lo mejor morir sería
si algún día me olvidaras
Cuando llegan a mis manos
su lectura me conmueve
y aunque sean malas nuevas
escríbeme, escríbeme…
viernes, 27 de octubre de 2023
jueves, 26 de octubre de 2023
¡Guíame Mabel! - LIX
Andábamos en parejas por la acera izquierda de una calle de casas de dos
pisos, de estilo colonial. Las casas estaban bordeadas por un seto que alcanzaba
nuestros hombros. Al frente de las casas, a nuestra derecha se desplegaba un
bosque de altos pinos. Yo iba de la mano de mi esposa, tú y tu esposo caminaban delante. Sería fines de otoño pues vestíamos sacones y
pantalones de lana, azul marino y negro. Hablábamos caminando, comentando de
cosas. Yo iba detrás de ti y ansioso, me afanaba por verte, como si no lo
hubiera hecho por años, como si te hubiera extrañado una vida, pero no pude. Después
de andar un rato ideé una pregunta
que requería que me miraras. Me preparé para verte, me puse mi mejor y mas
encantadora sonrisa para recibirte. Te volteaste rápidamente, pero, ¡oh
sorpresa! lucías otro rostro, tan contrastante con
el tuyo. Nosotros frisábamos los cuarenta, pero tú volteaste
con la cara de una mujer de setenta, con cabello cano, incluso las cejas, con
tez clara adornada con arrugas. Y me miraste desafiante, como queriendo decir
…
-Me quieres ¿no? A ver si me quieres asi.
Querías derrumbar el gusto y amor que tengo por ti, pero ¡sorpréndete!
yo no corregí ningún gesto ni varié ningún músculo de la sonrisa afable y cariñosa que te acogió,