Hay experiencias que los chicos nacidos después de los
setenta no podrán comprender aunque nacieran otra vez, son las fiestas de nuestra generación, donde
pocos hombres querían ser mujeres y la mayoría de las mujeres querían seguir
siendo mujeres, donde el varón era el cazador y no el cazado, cuando tu pagabas
cuando invitabas a salir aunque rompas tu chancho para ello, cuando te ¨declarabas¨
para ser enamorado y esperar el ¨voy a
pensarlo¨ por la respuesta, cuando la presencia era también importante pero no
tanto, porque estar limpio, vestir a la moda y un buen perfume era lo necesario,
el ser feo era un accidente que las chicas comentaban con ¨es un poco feíto¨.
En ese contexto las fiestas era lo más trascendental porque en ellas tú realmente
¨eras¨.
Cada sábado de nuestra vida juvenil tenía su fiesta, en la cual teníamos que estar
porque era nuestro hábitat natural. Algunos sábados eran como huevos de doble
yema, tenían dos fiestas y sábados de tres fiestas era monstruosos de tres cabezas. Clásicamente
las fiestas empezaban alrededor de las 8 o 9 de la noche y terminaban una o dos
de la mañana. Algunas terminaban a las tres o cuatro. Si acababan después de
las cuatro se decían nos quedamos hasta las cinco para indicar que estuvo buena.
Si se prolongaba más allá de las cinco se decía ¨nos quedamos de amanecida¨
diciendo con eso que la fiesta estuvo recontra buena.
Por ello era imperativo tener al menos una fiesta para
el sábado porque si no, eras un ¨quedado¨, un ¨lorna¨. Una fuente que proveía
de fiestas eran las chicas y más que todo, las más populares. De allí la frase
de la canción ¨Avenida Larco¨ de Frágil, ¨Ellas marcan los tonos¨.
No, no podíamos quedarnos sin ¨tono¨ y ser un monce,
que no tienes amigos, amigas, chicas-chéveres que te pasen el dato de una fiesta
para el sábado y que no te hayan invitado. Entonces te ves en el aprieto de
buscar y encontrar a última hora una fiesta pero no hay una. No puedes carecer
de un tono y tener que pasar la noche del sábado en casa viendo tv con tus
viejos o tus hermanitos menores. Así que buscas a tu alrededor algo, que
parezca una celebración, un evento, para que puedas decir mañana domingo a los
amigos, que te divertiste como loco. Y das vuelta alrededor de un barrio
distante para encontrar y entrar sin ser invitado ni ser reconocido por nadie, a
una fiesta de un vecino, de un tío de algún familiar lejano, cercano, de sangre
o putativo, da igual, porque la historia que contarás de tu fiesta de sábado
por la noche la adornarás tanto y tan exageradamente que será envidiable y
real.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario