viernes, 7 de julio de 2017

Fiebre de sábado por la noche


Hay experiencias que los chicos nacidos después de los setenta no podrán comprender aunque nacieran otra vez, son las fiestas de nuestra generación, donde pocos hombres querían ser mujeres y la mayoría de las mujeres querían seguir siendo mujeres, donde el varón era el cazador y no el cazado, cuando tu pagabas cuando invitabas a salir aunque rompas tu chancho para ello, cuando te ¨declarabas¨ para ser  enamorado y esperar el ¨voy a pensarlo¨ por la respuesta, cuando la presencia era también importante pero no tanto, porque estar limpio, vestir a la moda y un buen perfume era lo necesario, el ser feo era un accidente que las chicas comentaban con ¨es un poco feíto¨. En ese contexto las fiestas era lo más trascendental porque en ellas tú realmente ¨eras¨.
Cada sábado de nuestra vida juvenil tenía su fiesta, en la cual teníamos que estar porque era nuestro hábitat natural. Algunos sábados eran como huevos de doble yema, tenían dos fiestas y sábados de tres fiestas  era monstruosos de tres cabezas. Clásicamente las fiestas empezaban alrededor de las 8 o 9 de la noche y terminaban una o dos de la mañana. Algunas terminaban a las tres o cuatro. Si acababan después de las cuatro se decían nos quedamos hasta las cinco para indicar que estuvo buena. Si se prolongaba más allá de las cinco se decía ¨nos quedamos de amanecida¨ diciendo con eso que la fiesta estuvo recontra buena.
Por ello era imperativo tener al menos una fiesta para el sábado porque si no, eras un ¨quedado¨, un ¨lorna¨. Una fuente que proveía de fiestas eran las chicas y más que todo, las más populares. De allí la frase de la canción ¨Avenida Larco¨ de Frágil, ¨Ellas marcan los tonos¨.
No, no podíamos quedarnos sin ¨tono¨ y ser un monce, que no tienes amigos, amigas, chicas-chéveres que te pasen el dato de una fiesta para el sábado y que no te hayan invitado. Entonces te ves en el aprieto de buscar y encontrar a última hora una fiesta pero no hay una. No puedes carecer de un tono y tener que pasar la noche del sábado en casa viendo tv con tus viejos o tus hermanitos menores. Así que buscas a tu alrededor algo, que parezca una celebración, un evento, para que puedas decir mañana domingo a los amigos, que te divertiste como loco. Y das vuelta alrededor de un barrio distante para encontrar y entrar sin ser invitado ni ser reconocido por nadie, a una fiesta de un vecino, de un tío de algún familiar lejano, cercano, de sangre o putativo, da igual, porque la historia que contarás de tu fiesta de sábado por la noche la adornarás tanto y tan exageradamente que será envidiable y real.






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