viernes, 26 de marzo de 2021

¡Guíame Mabel! - XXIII



¿Qué tan poderoso era el espíritu de Mabel? Decidí descubrirlo.

Ya lo había tratado de hacer un año antes pero no pude ver nada que fuera preocupante. Ahora a meses de su partida podía leerlo claramente.

Mabel era una persona intuitiva y psíquica. También era sensible al dolor de los demás y podía captar los sentimientos que flotaban a su alrededor.

Todos estos atributos no solo fueron originados en su niñez. Ella no sabía que esa sensibilidad provenía de vidas anteriores. Esos sentimientos que tenía la confundían y le ocasionaban temor por no entender de dónde venían.

Algo crucial que Mabel no sabía pero que talvez intuía era que se enamoraría de una persona con la cual nunca podía estar. Eso era claro para mí, porque yo si sabía que tampoco podía estar con ella, no en esta vida por lo menos. Esto lo verifique al ver a Neptuno en su casa quinta. De cierto había un sutil sentimiento entre los dos que corría por invisibles lazos. A veces se habla de una especie de química que hay entre dos personas que explica la mágica armonía que se enlaza entre ellos. Yo la descubría al ver sus ojos que se mostraban más vivaces, su risa más aguda, más intensa. Sentía una cálida emoción cuando estábamos juntos. Pero llegar a estar con ella era un imposible, no porque ella estuviera casada o tuviera hijos, era todo eso y, indefinidamente inexplicable, algo más.

Neptuno en su quinta casa lo decía. Neptuno hace que se enamore de una persona que no puede estar con ella, porque ya está con otra persona o porque vive muy lejos o son inalcanzables de un modo u otro.  

Esa persona en la vida de Mabel estaba determinado que fuera yo. Suena fatalista y contradice el libre albedrio con que se dice se conduce el ser humano. No hay una contradicción, nuestros hechos determinan nuestro destino. Las decisiones tomadas a lo largo de nuestras vidas deciden lo que afrontaremos en nuestra futura existencia.

Yo amaba a Mabel, con un amor romántico, platónico. No la deseaba, no la quería en el sentido de ser dueño de ella, de sus sentimientos, de su amor. Yo amaba una imagen de Mabel y su cuerpo compartía esa imagen, por eso la amaba, no a ella de por si sino lo que ella representaba.

Ahora lo sé todo, lo comprendo todo, lo veo claro. Lo constato después que todo está consumado.

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