viernes, 21 de marzo de 2025

¡Guíame Mabel! - LXXIV

 


-Silverio murió.

Salíamos de un edificio de varios pisos que parecía un hospital. Estábamos ya en la salida cuando Mabel me espectó esa dura declaración sobre su esposo.

-No puedes ser- le dije en mis adentros.

La miré de reojo, su rostro seguía inmutable

-¡No puede ser! Le dije o creí que le dije. Y volteando para mirarle a la cara le dije

 - ¡Tú eres la que está muerta!

Allí me desperté.

No te escribí prontamente esta carta a pesar que había pasado quince diez días, cuando usualmente la escribo al día siguiente. Me fue muy triste redactarla, ni siquiera podía revivirla en mi mente. Y es que nunca te había descrito y usado contigo la palabra muerta. Si aun hoy no lo puedo creer o no lo puedo aceptar. Disculpa entonces este débil sentimiento hacia ti.


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