"Asentamiento humano marginal" 12 de Octubre
Allá nos mandó Ormeño, el compañero dirigente del Frente, a dar una presentación cultural. Nos reunimos en San Marcos con los compañeros de la dirigencia barrial. Ellos también nos llamaban así, de esa manera, compañeros, tal vez en retribución a nuestra participación. Así que, todos éramos compañeros.
Eran como la una de la tarde y el micro se destartala por el camino polvoriento y lunar que llevaba a Chorrillos. Nos bajamos cerca del cementerio. Las casas estaban hechas de triplay, esteras, cartón, paneles de avisos comerciales, calaminas y plástico, bastante plástico.
Nos paramos en una esquina de lo que parecía el parque principal, que no era más que un canchón terroso donde no había casas. El sol achicharraba nuestros cerebros, así que tratamos de arrimarnos lo más que pudimos a la flaca sombra de una rareza, una pared de ladrillo. Parecía que la coordinación entre los dirigentes y Evo nuestro secretario del centro no estuvo bien hecha, porque eran la una y no había público. ¿Quién no va a saber que, a esa hora, los escolares estaban en clase, los hombres en sus trabajos, las mujeres cocinado o trabajando? Así que solo nos acompañaban escasamente unas siete personas, ni siquiera había un coordinador de los dirigentes. Nosotros tomábamos nuestra misión como un apostolado pues veníamos trayendo “cultura” a este pueblo tan necesitado.
Empezamos tocando el sicuri “Raza de acero” (que después me di cuenta que pertenecía al cancionero tradicional de Puno y su nombre real era otro). Siempre nos aplaudían esa canción, tal vez porque la canción iba “increscendo”, pero las dos madres y los niños que nos miraban no se impresionaron para nada.
Nos acompañaba Danilo Sesquen un compañero de Huaral. Al ver que nuestra actuación estaba en “crisis”, Evo le dijo que cantara. Danilo nos pidió que tocáramos “Naranjita de Huando”. Me sorprendí y al instante entre como en un túnel del tiempo y recordé las naranjas “Huando” que vendedores en carretillas solían pasar pregonándolas por las calles y yo niño, rogábale a mi mamá que me comprara porque eran las más dulces y jugosas en todo el mundo. Cuando reaccioné me di cuenta que no sabíamos hacer la introducción que era con arpa y con un estilo que parecía de Cajatambo, en la sierra norte de Lima. Al no poder hacer la “entrada” correcta copiamos de la entrada de los huaynos ayacuchanos que era un poco más ligera. Y Danilo Sesquen empezó a cantar las estrofas “quisiera ser naranjita de la hacienda de Huando, quisiera ser naranjita de la hacienda de Huando, para que me andes chupando con tus hermosos labios, para que me andes chupando con tus hermosos labios”. Algo tenía en su alegre voz, algo lucia en su sonriente rostro que nosotros mismos nos contentábamos verlo actuar. Y esos saltitos que como grillo daba ese cuerpo pequeño causaba simpatía. Y es porque era natural y sincera su entrega, porque era un verdadero cantor del pueblo.
Por fin la gente nos aplaudió.
********************
No hay comentarios.:
Publicar un comentario