martes, 10 de enero de 2017
miércoles, 4 de enero de 2017
Cecilia XVI
Una noche andaba en mis
sueños por un amplio boulevard que tenía jardines con flores multicolores a
cada lado de la vía. Artesanos de diversos países estaban instalados a lo largo
del paseo. Había blusas con motivos florales, ponchos y bufandas de Otavalo; de
Colombia se exhibía cestería. Panamá mostraba sus molas Argentina estaba representada por su
talabartería. El clima estaba agradable, fresco y soleado. Paseaba tranquilo y
seguía recorriendo los demás puestos, disfrutando del día primaveral… cuando
apareció Cecilia. Mi corazón dio un brinco. Ni soñando en sueños me hubiera
imaginado verla. Y estaba allí, caminando
hacia mí. La vi linda, muy linda, más linda que nunca. ¿Por qué? Me pregunté. ¡Ya
sé! Era porque sonreía. Vestía un jean gastado y una blusa de un amarillo
canario. Y algo inusual, su cabello lo llevaba suelto sobre sus hombros.
Asimismo, siempre identifiqué el color amarillo con alegría, con inteligencia.
Era indudable que así Cecilia deseaba mostrarse ante mí.
-Hola Cecilia.
Le sonreí. No quería decir
nada que estropeara este mágico momento.
-Hola- Me respondió y antes
que pudiera replicar a su saludo dijo:
-Quiero hacer las paces contigo.
-Cecilia, nunca nos hemos
enemistados – Le dije.
-Lo sé. Pero sé que me has
estado buscando por todas partes y por muchos años. Y yo me negué a que me
veas. Pero ya no me voy a esconder de ti.
-Te busqué porque ya no
podía vivir sin ti, sin saber de ti, sin verte, al menos en mis sueños.
-Yo también quería verte.
Me resistía a hacerlo pero más pudieron mis sentimientos. Pero también porque
comprendí que mi espíritu no pertenece a la realidad sino a los sueños. Y aquí
estoy.
En ese instante sentí un
impulso y la abracé y Cecilia me abrazó. Otra vez pude reconocer con mis manos su
talle, su torso y su aroma y el roce de su cabello en mi rostro. Me estremecí
un instante y luego me colmó un sosiego. Nos soltamos y empezamos a caminar por
el boulevard tomados de la mano. De pronto con una sonrisa (Dios, como amo esa
sonrisa) Cecilia tuvo una idea. Se paró frente a mí, como retándome y dijo:
-¿Qué tal si empezamos
todo de nuevo?
No titubeé.
-Fantástico - Le dije.
Volvimos a ser chicos de
nuevo y regresamos a la fiesta cuando nos conocimos por primera vez. Era
Febrero y en una fiesta de carnaval nos vimos. Cecilia llevaba un vestido
blanco estampado, hasta media rodilla con unos zapatitos bajitos. La saque a
bailar apenas escuché Aubrey. Tomé su mano y bailamos en el centro del salón.
Aspiré su perfume de nuevo al abrazar a ese ser encantador ¡Qué lindo se sentía
estar cerca de un amor tanto tiempo anhelado! Y ahora si le hablé.
-Mi siento feliz de bailar
contigo y de sentirte tan cerca.
-Yo también me siento
contenta.
Terminando la canción le
pregunté si le gustaría pasear por el parque.
-Ya pues.
Y súbitamente estábamos andando
por la explanada del Parque Guell. Parecía un parque para niños, con casas de
colores, como de cuentos de hadas. Nos sentamos en una banca ondulada que
semejaba una serpiente agigantada. Y nada más se me ocurrió que comiéramos
algodón. Y le pedimos dos a un vendedor y nos fuimos andando, comiendo algodón
de azúcar con forma de una flor.
martes, 3 de enero de 2017
domingo, 1 de enero de 2017
Cecilia XV
Cecilia puso fe n la esperanza
de que su matrimonio podía superar todos los problemas. El ofrecimiento de
ayudarla de parte de Mariana apareció en un momento que ya había perdido la
confianza de que alguna vez tendría un matrimonio feliz, como lo había soñado.
Es verdad que no tenía el coraje de romper su matrimonio pero se había
resignado a mantenerlo por el bien de sus hijos y, tenía que admitirlo, también
el de ella. ¿Qué podía hacer sola? Siempre había dependido de una figura
masculina, primero su padre y ahora su marido. Claro que su familia siempre le había
prometido ayudarla si tuviera algún problema pero sentía que cualquier ayuda no
le haría sentir segura. Ya había asumida una actitud derrotista en la
convivencia con su esposo. Casi ya no le
hablaba. El silencio se había convertido en un arma ofensiva con la cual
derrotaba a su esposo en cualquier discusión que tenían. También lo insultaba mentalmente
cada vez que su esposo le decía algo que no le agradable, “idiota”,
“estúpido” se podía escucharle decir si
tuviéramos un oído fantásticamente agudo. Caricias y mimos de parte de él no
las extrañaba porque nunca las tuvo como debería y como quería. Y con respecto
al sexo, Cecilia había accionado el interruptor de apagado en su vida íntima,
sin ningún apremio y sin ningún lamento. Pero en su infelicidad se había
empezado a preguntar que hubiera sido si se hubiera casado con aquel chico que
conoció una vez en una fiesta.
Por eso acudió a la casa de su
amiga con mucha ilusión de que la salvara de los nuevos pensamientos que
afloraban en su cabeza.
-¿Le explicaste a tu esposo la importancia de que
vengan juntos a la terapia?
-Le volví a insistir para que viniera pero se negó.
Dice que el problema de nuestro matrimonio es de los dos y que solo los dos
podemos resolverlo.
-No importa. Es bueno empezar con lo que hay. Tú ya
has definido los retos que debes de superar. Lo primero será establecer el respeto
que como personas todos nos merecemos.
-Lo he hablado muchas veces.
-Seguramente. Pero muchas veces pensamos que porque
nos asiste la razón nuestro interlocutor tiene que entenderla y aceptarla.
Otras veces exigimos lo justo en medio de una discusión acalorada. Ahora debes
de exponerlo de una manera diferente.
-Me exaspera que no me comprenda.
-Vence ese sentimiento y busca un momento apacible
para conversar. Empieza hablando de lo positivo que han tenido hasta ahora y la
necesidad de cambios para continuar lo bueno de su matrimonio.
-Lo bueno ha sido muy poco.
-Lo sientes así pero seguro que ha habido mucho más de
lo que tú crees. No va ser fácil. Una parte de ti está totalmente desilusionada
y la otra lucha por seguir. El compromiso es tuyo y al final debes decir a cual
parte apoyar.
-Perdóname por mi desesperanza.
-Animo Cecilia y reconfórtate el pensar en la
felicidad que tu esfuerzo dará a tu familia.
Es muy tarde amiga, las
fuerzas ya no me alcanzan para seguir más. Si, hablé con mi esposo y nos
llevamos mucho mejor. Me muestra consideración y respeto que tanto exigí.
Escucha mis ideas y toma en cuenta mi opinión. A la vista todo ha sido para
bien y volvimos a conformar una familia feliz. Pero es aparencial. Porque ya no
tengo una ilusión. He dejado de querer a mi esposo y le miento diciéndole que aún
lo amo. Ya no puedo volver atrás.
Lamento Mariana que a ti también te tenga que engañar.
sábado, 31 de diciembre de 2016
jueves, 29 de diciembre de 2016
jueves, 22 de diciembre de 2016
Cecilia XIV
Lo que empezó con una desesperación por encontrarme
con Cecilia devino en afición emocionante.
La primera vez que me encontré con Cecilia en sueños
fue de un modo intuitivo. No sabía que podía comunicarme con la persona que
quería mediante el sueño. Varia veces me llegué a encontrar con ella pero resultó
que fue de casualidad. Por eso no pude hacerlo después y desconocía el porque.
Y es que no era en realidad en el sueño en donde me encontraba con Cecilia. Era
tomar el mismo camino que conducía al sueño para luego desviarme. Entonces la
llamaba al paraje más bello y apacible imaginable. Si la persona convocada te
escucha y acepta tu llamado, entonces va hacia ti. Y así me encontré con
Cecilia. Entonces supe que no la podía encontrar más. Cecilia no deseaba verme.
Pero
me hice hábil en dirigir y gobernar mis sueños. Podía entrar en los sueños a
voluntad. Y estando en medio de un sueño cambiarme a otro, decidir qué hacer, a
mi discreción. Dentro del sueño podía volar, tener cualquier habilidad, ser
cualquier profesional, un doctor, un policía, un espía, un vagabundo, cualquier
persona. Al principio fue muy difícil. Me despertaba en medio del sueño cuando
me daba cuenta que estaba soñando. Algunas veces los sueños me angustiaban
porque eran desagradables, otros eran muy placenteros, demasiado placenteros. Pero
después de mucha práctica y error, poco a poco me hice maestro de mis sueños.
Lo difícil al empezar fue el recordar los sueños. Se me
iban de la mente apenas me despertaba. Trataba de apuntarlos cuando me
despertaba pero mientras me despabilaba, el sueño se me escapaba. Era
frustrante, pero como todo en la vida, la disciplina y constancia me permitió
alcanzar mi objetivo.
Aunque Cecilia no quería verme ni en sueños, yo no me rendía. Pero ¿Dónde encontrarla?
Una noche, en sueños fui a casa de sus padres. Toqué
la puerta y salió su hermano.
-¿Dónde está Cecilia? Pregunté.
No quiso responderme.
-¿Dónde está Cecilia? Volví a preguntarle.
Instantáneamente me vi sentado en una mesa con su
hermano hablándome de futbol. Salí de mi cuerpo y observé que yo le seguía la conversación
pero mi yo voló alrededor de la casa para ver si la encontraba.
Otra noche, en mis sueños volví a buscarla a la casa
de sus padres. Pensé que se ocultaba de mí dentro de la casa. No toqué. Miré
desde enfrente de la calle. La noche estaba oscura pero pude distinguir la ventana de su cuarto.
Espere pues ella solía atisbar la calle de tanto en tanto. Pero no salió. En el
siguiente sueño me atreví a buscarla a su casa, donde vivía con su esposo. Ya no
me importaba si eso causaba un problema. Toque repetidas veces y nadie acudía a
abrir la puerta, a pesar de que toda la casa, el primer y segundo piso, estaba
iluminada, como si fuera una casa fantasma.
Me fui desilusionado, desesperado y frustrado. Y
tristemente convencido de que no había nada que podría hacer para encontrar a
Cecilia.
miércoles, 21 de diciembre de 2016
domingo, 18 de diciembre de 2016
sábado, 17 de diciembre de 2016
Cecilia XIII
Salí súbito del sueño, la persecución había sido
extremadamente agotadora y me dolían las piernas de tanto correr. Había tratado
de no salirme por no parecer débil pero atravesar Londres por el centro, el
Palacio de Buckingham, cruzar Westminster Abby entre de multitud de visitantes
de todas partes del globo en pleno mes de julio, con el sofocante calor del
verano y esto, sin el sol en el firmamento. Si, tenía que salir.
Ya en mi cama, traté de recuperarme rápidamente pero
al no poder hacerlo me tomé dos pastillas de vicodin y entré otra vez al sueño.
Los tipos que me seguían en el sueño me estaban esperando. Apenas entré me
tiraron a matar, entre la gente que pasaba, ¡no estaban jugando! Corrí por la
calle WhiteHall que conducía a la Plaza Trafalgar donde se realizaba un mitin
de trabajadores. Me escabullí entre ellos y me senté en el frio mármol de los
bancos. Quieto allí recordé el paseo que hicimos Cecilia y yo en la Plaza. De
repente la Plaza Trafalgar se hizo desoladamente grande. Me sentí triste y ya
no quise pensar. Mas en ese momento mi mente se sumergió en un sentimiento puro
de felicidad. Sentimiento único e intenso que tuve cuando paseé con Cecilia por
aquí. Esa emoción me elevó en el aire, revoloteó mi corazón y me dejo caer. Solo
la sentí, infinitamente fuera y dentro de mí.
Un
día en mi cuarto me pregunte como seria soñar con mi niñez, cuando tendría 3 o
4 años. Pues allí me dirigí.
Fui a una casa que reconocí
era de mis abuelitos. Quedaba en la calle Washington, en Lima. Era una casa de
estilo colonial. Recuerdo el patio donde alrededor se ordenaban los dormitorios.
En una habitación encontré a mi mama con su hermana, mi tía Paulina. Estaban
probándose unos sombreros y no se preocupaban de mí. Seguramente pensaban que
era tan nene que cuenta me iba a dar de las cosas que sucedían a mí alrededor. ¡Craso
error! Ellas hacían muecas frente a un espejo de pan de oro. El espejo tenía
motivos florales. Lo recordé porque lo vi después, ya muy envejecido. Pero más
recordé el color de la pared, un celeste colonial. No me gustaba porque era un
color tenue, como si estuviera aguada la pintura para una pared de bloques
grandes de barro puestos de cabeza. Pero me di cuenta que no era mi disgusto por el color de la pared. Era lo precario e inestable que sentí cuando vine al
mundo.
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