domingo, 1 de enero de 2017

Cecilia XV


Cecilia puso fe n la esperanza de que su matrimonio podía superar todos los problemas. El ofrecimiento de ayudarla de parte de Mariana apareció en un momento que ya había perdido la confianza de que alguna vez tendría un matrimonio feliz, como lo había soñado. Es verdad que no tenía el coraje de romper su matrimonio pero se había resignado a mantenerlo por el bien de sus hijos y, tenía que admitirlo, también el de ella. ¿Qué podía hacer sola? Siempre había dependido de una figura masculina, primero su padre y ahora su marido. Claro que su familia siempre le había prometido ayudarla si tuviera algún problema pero sentía que cualquier ayuda no le haría sentir segura. Ya había asumida una actitud derrotista en la convivencia con su esposo.  Casi ya no le hablaba. El silencio se había convertido en un arma ofensiva con la cual derrotaba a su esposo en cualquier discusión que tenían. También lo insultaba mentalmente cada vez que su esposo le decía algo que no le agradable, “idiota”, “estúpido”  se podía escucharle decir si tuviéramos un oído fantásticamente agudo. Caricias y mimos de parte de él no las extrañaba porque nunca las tuvo como debería y como quería. Y con respecto al sexo, Cecilia había accionado el interruptor de apagado en su vida íntima, sin ningún apremio y sin ningún lamento. Pero en su infelicidad se había empezado a preguntar que hubiera sido si se hubiera casado con aquel chico que conoció una vez en una fiesta.
Por eso acudió a la casa de su amiga con mucha ilusión de que la salvara de los nuevos pensamientos que afloraban en su cabeza.
-¿Le explicaste a tu esposo la importancia de que vengan juntos a la terapia?
-Le volví a insistir para que viniera pero se negó. Dice que el problema de nuestro matrimonio es de los dos y que solo los dos podemos resolverlo.
-No importa. Es bueno empezar con lo que hay. Tú ya has definido los retos que debes de superar. Lo primero será establecer el respeto que como personas todos nos merecemos.
-Lo he hablado muchas veces.
-Seguramente. Pero muchas veces pensamos que porque nos asiste la razón nuestro interlocutor tiene que entenderla y aceptarla. Otras veces exigimos lo justo en medio de una discusión acalorada. Ahora debes de exponerlo de una manera diferente.
-Me exaspera que no me comprenda.
-Vence ese sentimiento y busca un momento apacible para conversar. Empieza hablando de lo positivo que han tenido hasta ahora y la necesidad de cambios para continuar lo bueno de su matrimonio.
-Lo bueno ha sido muy poco.
-Lo sientes así pero seguro que ha habido mucho más de lo que tú crees. No va ser fácil. Una parte de ti está totalmente desilusionada y la otra lucha por seguir. El compromiso es tuyo y al final debes decir a cual parte apoyar.
-Perdóname por mi desesperanza.
-Animo Cecilia y reconfórtate el pensar en la felicidad que tu esfuerzo dará a tu familia.
Es muy tarde amiga, las fuerzas ya no me alcanzan para seguir más. Si, hablé con mi esposo y nos llevamos mucho mejor. Me muestra consideración y respeto que tanto exigí. Escucha mis ideas y toma en cuenta mi opinión. A la vista todo ha sido para bien y volvimos a conformar una familia feliz. Pero es aparencial. Porque ya no tengo una ilusión. He dejado de querer a mi esposo y le miento diciéndole que aún lo amo. Ya no puedo volver atrás.
Lamento Mariana que a ti también te tenga que engañar.


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