Cecilia puso fe n la esperanza
de que su matrimonio podía superar todos los problemas. El ofrecimiento de
ayudarla de parte de Mariana apareció en un momento que ya había perdido la
confianza de que alguna vez tendría un matrimonio feliz, como lo había soñado.
Es verdad que no tenía el coraje de romper su matrimonio pero se había
resignado a mantenerlo por el bien de sus hijos y, tenía que admitirlo, también
el de ella. ¿Qué podía hacer sola? Siempre había dependido de una figura
masculina, primero su padre y ahora su marido. Claro que su familia siempre le había
prometido ayudarla si tuviera algún problema pero sentía que cualquier ayuda no
le haría sentir segura. Ya había asumida una actitud derrotista en la
convivencia con su esposo. Casi ya no le
hablaba. El silencio se había convertido en un arma ofensiva con la cual
derrotaba a su esposo en cualquier discusión que tenían. También lo insultaba mentalmente
cada vez que su esposo le decía algo que no le agradable, “idiota”,
“estúpido” se podía escucharle decir si
tuviéramos un oído fantásticamente agudo. Caricias y mimos de parte de él no
las extrañaba porque nunca las tuvo como debería y como quería. Y con respecto
al sexo, Cecilia había accionado el interruptor de apagado en su vida íntima,
sin ningún apremio y sin ningún lamento. Pero en su infelicidad se había
empezado a preguntar que hubiera sido si se hubiera casado con aquel chico que
conoció una vez en una fiesta.
Por eso acudió a la casa de su
amiga con mucha ilusión de que la salvara de los nuevos pensamientos que
afloraban en su cabeza.
-¿Le explicaste a tu esposo la importancia de que
vengan juntos a la terapia?
-Le volví a insistir para que viniera pero se negó.
Dice que el problema de nuestro matrimonio es de los dos y que solo los dos
podemos resolverlo.
-No importa. Es bueno empezar con lo que hay. Tú ya
has definido los retos que debes de superar. Lo primero será establecer el respeto
que como personas todos nos merecemos.
-Lo he hablado muchas veces.
-Seguramente. Pero muchas veces pensamos que porque
nos asiste la razón nuestro interlocutor tiene que entenderla y aceptarla.
Otras veces exigimos lo justo en medio de una discusión acalorada. Ahora debes
de exponerlo de una manera diferente.
-Me exaspera que no me comprenda.
-Vence ese sentimiento y busca un momento apacible
para conversar. Empieza hablando de lo positivo que han tenido hasta ahora y la
necesidad de cambios para continuar lo bueno de su matrimonio.
-Lo bueno ha sido muy poco.
-Lo sientes así pero seguro que ha habido mucho más de
lo que tú crees. No va ser fácil. Una parte de ti está totalmente desilusionada
y la otra lucha por seguir. El compromiso es tuyo y al final debes decir a cual
parte apoyar.
-Perdóname por mi desesperanza.
-Animo Cecilia y reconfórtate el pensar en la
felicidad que tu esfuerzo dará a tu familia.
Es muy tarde amiga, las
fuerzas ya no me alcanzan para seguir más. Si, hablé con mi esposo y nos
llevamos mucho mejor. Me muestra consideración y respeto que tanto exigí.
Escucha mis ideas y toma en cuenta mi opinión. A la vista todo ha sido para
bien y volvimos a conformar una familia feliz. Pero es aparencial. Porque ya no
tengo una ilusión. He dejado de querer a mi esposo y le miento diciéndole que aún
lo amo. Ya no puedo volver atrás.
Lamento Mariana que a ti también te tenga que engañar.
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