Una noche andaba en mis
sueños por un amplio boulevard que tenía jardines con flores multicolores a
cada lado de la vía. Artesanos de diversos países estaban instalados a lo largo
del paseo. Había blusas con motivos florales, ponchos y bufandas de Otavalo; de
Colombia se exhibía cestería. Panamá mostraba sus molas Argentina estaba representada por su
talabartería. El clima estaba agradable, fresco y soleado. Paseaba tranquilo y
seguía recorriendo los demás puestos, disfrutando del día primaveral… cuando
apareció Cecilia. Mi corazón dio un brinco. Ni soñando en sueños me hubiera
imaginado verla. Y estaba allí, caminando
hacia mí. La vi linda, muy linda, más linda que nunca. ¿Por qué? Me pregunté. ¡Ya
sé! Era porque sonreía. Vestía un jean gastado y una blusa de un amarillo
canario. Y algo inusual, su cabello lo llevaba suelto sobre sus hombros.
Asimismo, siempre identifiqué el color amarillo con alegría, con inteligencia.
Era indudable que así Cecilia deseaba mostrarse ante mí.
-Hola Cecilia.
Le sonreí. No quería decir
nada que estropeara este mágico momento.
-Hola- Me respondió y antes
que pudiera replicar a su saludo dijo:
-Quiero hacer las paces contigo.
-Cecilia, nunca nos hemos
enemistados – Le dije.
-Lo sé. Pero sé que me has
estado buscando por todas partes y por muchos años. Y yo me negué a que me
veas. Pero ya no me voy a esconder de ti.
-Te busqué porque ya no
podía vivir sin ti, sin saber de ti, sin verte, al menos en mis sueños.
-Yo también quería verte.
Me resistía a hacerlo pero más pudieron mis sentimientos. Pero también porque
comprendí que mi espíritu no pertenece a la realidad sino a los sueños. Y aquí
estoy.
En ese instante sentí un
impulso y la abracé y Cecilia me abrazó. Otra vez pude reconocer con mis manos su
talle, su torso y su aroma y el roce de su cabello en mi rostro. Me estremecí
un instante y luego me colmó un sosiego. Nos soltamos y empezamos a caminar por
el boulevard tomados de la mano. De pronto con una sonrisa (Dios, como amo esa
sonrisa) Cecilia tuvo una idea. Se paró frente a mí, como retándome y dijo:
-¿Qué tal si empezamos
todo de nuevo?
No titubeé.
-Fantástico - Le dije.
Volvimos a ser chicos de
nuevo y regresamos a la fiesta cuando nos conocimos por primera vez. Era
Febrero y en una fiesta de carnaval nos vimos. Cecilia llevaba un vestido
blanco estampado, hasta media rodilla con unos zapatitos bajitos. La saque a
bailar apenas escuché Aubrey. Tomé su mano y bailamos en el centro del salón.
Aspiré su perfume de nuevo al abrazar a ese ser encantador ¡Qué lindo se sentía
estar cerca de un amor tanto tiempo anhelado! Y ahora si le hablé.
-Mi siento feliz de bailar
contigo y de sentirte tan cerca.
-Yo también me siento
contenta.
Terminando la canción le
pregunté si le gustaría pasear por el parque.
-Ya pues.
Y súbitamente estábamos andando
por la explanada del Parque Guell. Parecía un parque para niños, con casas de
colores, como de cuentos de hadas. Nos sentamos en una banca ondulada que
semejaba una serpiente agigantada. Y nada más se me ocurrió que comiéramos
algodón. Y le pedimos dos a un vendedor y nos fuimos andando, comiendo algodón
de azúcar con forma de una flor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario