miércoles, 2 de noviembre de 2016

Cecilia VIII




Los sueños que tuve de Cecilia impactaron dulcemente mi vida emocional y me hicieron feliz. Pero también me trajeron tristezas.
¿Debería de seguir creyendo en los sueños? Einstein declaró que la Teoría de la relatividad fue inspirada en una serie de sueños que tuvo. Mendeleev concibió la tabla de los elementos químicos por un sueño. Neils Borh desarrolló el modelo del átomo basado en un sueño. Y el personaje que más recuerdo que adivinaba sueños fue José, el personaje de la biblia quien interpretó los sueños de un Faraón. Entonces, pensé, los sueños no son ni buenos ni malos de por sí, sino lo que debemos de esperar del futuro, el cual tenemos que aceptar.
Me fui de mi país para olvidar. Y a pesar de la distancia que me separaba de mi centro, mi norte siempre estaba al sur, adonde volaban todos mis sentimientos. 
Un día mi hermana me llamó
-¿Cómo estás?
-Bien, ¿y tú?
--Bien también. ¿Sigues pensando en Cecilia?
-Bueno….sí. 
-Te voy a contar algo. Cecilia habló conmigo. Me preguntó por ti, que como estabas.
-Quiero contarte algo que a nadie he contado. Me dijo.
-Talvez te sorprenda que te diga que siempre he estado enamorada de tu hermano. Desde colegiala. Me alegraba verlo con su cara de pajarito malherido y su cabeza de Astroboy. 
Pensé que me estaba jugando una broma pero prosiguió.
-Yo le daba señas de que me gustaba pero nunca las entendió. Me gustaba mucho bailar con él, sentirlo junto a mí, agarrando temblorosamente mi mano. Pero no me hablaba. Mis amigas lo llamaban “el mudo”. Hubiera querido ser su enamorada pero no sabía si sentía lo mismo por mí. Así que acepté al que hoy es mi esposo. Pero no lo olvidé. Era la ilusión de mi juventud.
Cecilia me dijo que cuando tú quisiste hablar con ella estaba pasando por malos momentos. Y se pusieron las cosas peor cuando su esposo leyó el poema que le mandaste. Se puso furioso y le echó la culpa a ella. 
-Yo nunca le di ningún motivo para que desconfíe de mí. Y echarme la culpa de haber provocado a tu hermano fue bien injusto. Pero él es así, celoso sin motivo. Se pone celoso cuando en las fiestas alguien me saca a bailar. Y me cela hasta con mis tíos. Cuando tu hermano se acercó no creí en sus intenciones, y pensé mal. Pero sus poemas los sentí sinceros y me hicieron pensar que podía existir alguien que me podía querer de verdad. El día que vi a tu hermano me dijo que yo guardaba un secreto, que sabía que yo tenía un secreto por un sueño que tuvo.  No sé cómo pudo saberlo o talvez solo lo adivino. Porque si, tenía un secreto, el que te estoy contando. No soy feliz con mi esposo. Soy esposa y madre pero siento que no soy yo. Varias veces he hablado de separación con mi esposo. Hasta me he ido de casa dos veces pero he vuelto cada vez que me prometía que iba a cambiar. Pero después de un tiempo las cosas volvían a ser las mismas. Fíjate que yo misma no cumplo con mis promesas. Me pongo una fecha límite para separarme definitivamente pero no la cumplo.
-Debe ser difícil-le dije.
-Es una gran responsabilidad disolver una familia, aunque creo que podría ser lo mejor para mis niños porque ya no verían las peleas continuas de sus padres. Pero tampoco quisiera que pasen penurias y que no tengan la figura de un padre en sus vidas. Talvez sea más fácil la separación cuando sean adolescentes. 
También hay otros motivos que hacen difícil el sepárame Al principio de mi matrimonio mi esposo era bueno, me trataba bien y me daba muestras de consideración. Pero después de los primeros años  fue cambiando poco a poco. Se hizo insensible, demandante, frio y seco, aun con sus hijos. Creo que pensar que él pueda volver a ser como antes me hace mantener mi matrimonio. Tengo la ilusión de que me vuelva a tratar como antes lo hacía. También algo en mí se rehúsa a separarme: no me gusta aceptar la derrota. Eso sería aceptar que me equivoqué. Por eso me esfuerzo. Renuncio a veces pero vuelvo a luchar por mi familia. Lo curioso es que lo de tu hermano, a pesar de los problemas que me trajo, ha ayudado a que mi esposo me trate mejor. Es como si se hubiera dado cuenta que yo valgo mucho para alguien más y debe de cuidarme.
-Me alegra mucho que salga algo bueno de algo tan malo –le dije y le desee buena suerte.
Sentí un alivio al saber que Cecilia estaba bien. También sentí algo dulce al enterarme que también me había querido, como yo a ella. Pero me entristecí al darme cuenta que toda mi vida había sido un tonto por no expresar mis sentimientos. Y algo me confirmaba, que Cecilia nunca dejaría su matrimonio. Cecilia era de aquellas mujeres que se casan una vez en la vida, para siempre, por más mal que le esté yendo. Y aunque ella supiese que yo la quiero, mis palabras jamás llegaran a sus oídos. 
Entonces tuve otro sueño. Soñé que andaba por un camino en medio de un prado. El camino llegaba a una casa de dos aguas. Toqué la puerta y me atendió una empleada. Abrió la puerta de par en par y pude ver a Cecilia, al fondo de una habitación, con un vestido largo hasta el suelo. Me miró un instante y luego lentamente su mirada la dirigió a un hombre que estaba sentado a su lado. Era su esposo. 
Supe entonces que yo había ido a su casa por ella, para que se fuera conmigo. Pero su mirada triste y abatida me decía que se quedaría con él para siempre. 

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