Chullo era
fuerte, tenía que serlo. En Chillca, su pueblo, el frio era moneda corriente al
pie del Ausangate, pico de más de seis mil metros en el Cuzco. Tenía que serlo,
en su comunidad de pastores de llamas, el frio es lo que te abriga. A tierna
edad tiene que subir a la puna para pastear a los auquénidos, guarecido solo en
una choza de piedras, ramas e ichu. Tiene que ser fuerte para subir al
Colkepunku como ukuku y bajar hielo para ofrecer al Cristo de Qoyllurit’i. Tenía
que serlo porque cuando nació Chullo, el Señor se llevó veintinueve
angelitos... quienes murieron de gripe ese año.
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