-¡No así no es!
-Amonestaba Chullo.
Tratábamos de
tocar la melodía de “Gorrioncito” con la mandolina y el acordeón.
“Gorrioncito
canta pero no llores,
que el amor es la fuerza más sublime.”
Y cada vez que
tocábamos la parte “no llores”, Chullo hacia una mueca de desaprobación.
Parecía que estaba bien, pero Chullo tenía razón, no era igual. Algo se perdía.
¿Sería la ligadura? Pero nosotros la hacíamos, ¿será en la sincopa? También la
hacíamos. ¡No! nos faltaba una nota, una fracción de tiempo, ¿1/16?, ¿1/32? La
voz de Nina la podía hacer, la quena de Chullo la podía hacer. Y Chullo se daba
cuenta. Decíamos que tenía oído de tísico
-¡Chullo! ¡Tú
tienes oído de ciervo!
-De chiquito oía
mejor. Allá en mi tierra, oía a los pájaros cantar y los podía imitar. Yo podía
distinguir las aves de una especie de otra, ¡hasta su sexo!
-¡No te pases
Chullo! ¡Como que fueras un radar- dijo Héctor.
-¡Es verdad!
-Pero ¿cómo lo
haces?
-Debe ser porque
como no hay nada que escuchar en su tierra, se ponen a escuchar la naturaleza-
comenté..
-Es fácil.
Tienes que escuchar con la mente.
-No seas loco
Chullo, que la mente no tiene orejas-criticó Nina.
-Como te
explico, mira. Escuchas los sonidos y los grabas en tu mente. Allí tú los
conoces, diferente de otros. Así que si escuchas otra vez el sonido, sabes que
pájaro es. Y si quieres cantar como los pájaros, lo escuchas otra vez en tu
mente y lo cantas. No te va salir a la primera ¿no? De allí puedes imitar el
sonido de cualquier animal.
-Aquí en la
ciudad es imposible Chullo - dijo Héctor.
-Solo escuchas…
carros, el televisor prendido de la vecina, el vendedor que está gritando
afuera, alguien clavando algo a lo lejos y el primus de mi comadre Elisa que
hierve agua para el té.
-Es el ruido que
hace la ciudad que no deja escuchar la naturaleza, la vida.
-Ni a los
muertos - agregó Chullo.
-¿Como que ni a
los muertos Chullo? No me digas que oyes conversar y cuchichear a los difuntos-
opinó Nina.
-Los espíritus.
Estamos rodeados de espíritus por todas partes y a ellos les gusta la música.
Con la música te puedes comunicar con las divinidades andinas, con los
espíritus que se van. Allá nosotros curamos a los enfermos con la música. Y si
falta lluvia, cantamos y tocamos canciones para hacerla venir, para la cosecha
y para la muerte.
-Y tú te has
comunicado con espíritus - preguntó Nina.
-Un montón y a
cada rato. Una noche mi tío Anselmo me llevo a una huaca. Allí había una
corriente de agua. Me dijo, siéntate, quédate quieto y escucha el agua. Me
quede escuchando largo, inmóvil. De repente el sonido del agua se convirtió en
música, con instrumentos, melodías. Pero es el huamani quien te da esa música y
tienes que ser valiente porque si no, te mueres. .
-¿Porque se
puede morir? ¿Qué pasa? ¿Te lleva el espíritu?
-¡Es que puedes
reventar por dentro, de puro susto! ¡Te vas en sangre!
-¡Me das miedo
Chullo! –dijo Nina, contrita.
-¡No es juego!
La música viene de los huamani, de lo sobrenatural y tienes que aprender a
usarla para comunicarte con ellos. Tú puedes hacer volver a los dioses, cuando
tocas, por eso es sagrado y peligroso.
-¡Parece cosa
del demonio!-Sugirió Nina.
-Eso mismo
pensaron los españoles –comenté
-¿Tú te has
comunicado con algún espíritu Chullo?
-¡Muchas veces!
Cuando cae enfermo un familiar o un amigo, tienes que comunicarte con ellos
para curarlo. Tienes que cantar y usar la música para establecer el contacto.
Así, con el canto pides ayuda a los espíritus, a las almas de los muertos y a
los poderes sobrenaturales para curar las dolencias. Tu entras allí, a ese mundo,
y la música te sirve para entrar y para salir y encontrar el camino de regreso
cuando hay peligro de no poder regresar del mundo mágico.
-¿Eso no hacen
también cuando levantan una mesa? Los chamanes cantan cantos extraños – señaló
Nina.
-En una mesa en
Piura, en Huancabamba, el maestro Juan, nos cantaba un rezo pero después de haber
tomado San Pedro – Conté lo que había experimentado allí.
-Sí, te ayudas
con sonajas, un tambor o silbas también, pero no tienes que tomar San Pedro. Si
eres capaz, puedes entrar al mundo mágico solo con la música. Cuando entras, tú vas sabiendo que
plantas debe de tomar el enfermo y que cantos debes de usar para botar a los
malos espíritus que se han entrado en el enfermo.
-Chullo ¿tú has
entrado allí? –pregunta Nina.
-Si, al mundo mágico.
-¿Cómo es?
-Es como el espacio,
pero no hay espacio. Hay oscuridad y luces brillantes, pequeñas unas, otras más
grandes. No hay tiempo tampoco. No tienes cuerpo tampoco, no te ves. Las cosas
te vienen por la mente.
-¿Cómo curas al
enfermo?
-Los espíritus
me dicen, me lo van diciendo, la cura y las plantas que debe de tomar el
enfermo.
-Chullo, ¡me
asustas! Ojala nunca me enferme para que no tengas que curarme con todas tus
magias.
-¡Ninachay! ¿Aunque
sea me dejaras que te pase el huevo?
-¡No seas
gracioso Chullo!
-¿Y el cuy?
*****************************
No hay comentarios.:
Publicar un comentario