Fragmento de la introduccion
En 1958 José María
Arguedas publica su obra cumbre Los ríos profundos. La prosa de su
libro, aparentemente simple, sus capítulos descontinuados y la profusión de
cantos confunden a un lector inadvertido. No fue una obra exitosa cuando se
publicó. Concordamos con Ángel Rama cuando dice que le costó veinte años a la
crítica peruana el reconocer su valor y un tanto igual para que la crítica
latinoamericana le atribuya un puesto singular entre nuestros más famosos
escritores. Sin embargo, se ha tornó difícil comprender su significado ni
entender su trascendente sentido.
De esta manera, antes que desentrañar su sentido, la crítica
latinoamericana se abocó principalmente a clasificarla. Por ello, amén de
congraciarse con el lirismo y belleza de su prosa, la crítica intenta ubicarla
en el espectro de la literatura indigenista o neoindigenista, posición que se
haya entrecruzada por los diversos marcos de estudio con que se le aborda, sean
estos sociales, políticos, literarios y en definitiva ideológicos. Pero esta
clasificación no logra acercarnos su
trascendente significado. Y es porque en Los ríos profundos, José María
Arguedas nos trae una visión profunda de la cultura andina y nos devela los
principales elementos de su cosmovisión.
En Los ríos profundos está cifrado un discurso, que contiene un orden de
valores, una ética y una moral singulares. Este discurso es distinto al orden
del discurso hegemónico, pues es vertido desde otra cosmovisión del mundo.
Aceptar este discurso alterno significaría anclar la identidad peruana y latinoamericana
en su verdadera raíz, enriqueciéndola con los valores de la cultura indígena.
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