Bien
entrado en años me dirigí a Pucallpa, al lugar que visité cuando tenía 17. Recuerdo que
con unos amigos del colegio paseaba por la plaza de armas. Indígenas shipibas
cobraban un dólar por dejarse fotografiar. Un hombre me llamo desde una esquina.
Era un mestizo, delgado, despeinado y mal trajeado. Estaba semi- escondido,
detrás de un árbol. Me acerqué.
-¿Quieres probar
la ayahuasca?- Me preguntó con voz bronca, secretamente.
¿Tenía cara de querer probarla? Me dije.
-¿Ah? –Le
respondo.
- Tengo una cabaña
en el recodo del rio, más arriba.
-¿Ah si?
- Vas a poder viajar
a otros países, volar por el cielo como un águila.
-¿Verdad?
- Puedes conocer
otros mundos, conocer el futuro, cuando vas a morir.
-¡Hecho!
-Te espero mañana
temprano.
Y desapareció.
En la mañana me
despierto temprano y le pido a mi amigo Pablo que me acompañe. Se queda callado
-¡Acompáñame!
-No voy, anda tu
solo si quieres.
-No puedo ir
solo, necesito alguien que me cuide.
-Suena
peligroso. No sé cómo puedes ser tan confiado, podría ser una trampa.
-Es real!
- Pues anda.
Me quedé callado.
-Tampoco tú confías.
Tenía un poco
miedo, me daba miedo morir drogado o intoxicado. Podía darme la locura de
tirarme de un barranco o lanzarme al rio.
No fui.
Ahora cincuenta años
después quería probar lo que quedo pendiente.
Me dirigí al recodo que hace el rio
a medio kilómetro de la Plaza de Armas. Ya todo está habitado. Solo queda la cabaña
del chaman pegado al rio Ucayali.
Toque la puerta
y esta se abrió.
-Pasa- Le
escuche decir.
En penumbras me
acerque al chaman.
-Siéntate.
-Gracias. He venido…
-Ya sé a qué has
venido.
-Seguro.
-Por respuestas.
Respuestas que no recogiste hace muchos años. Y has ido por el mundo buscando
esas respuestas pero estas han estado siempre dentro de ti
-¿Y entonces?
-Las quieres
escuchar fuera de ti. Las has leído en muchos libros pero tú las quieres vivas,
que vengan del soplo de un espíritu para tu constatación y guardarlas y
sellarlas dentro de ti.
Bebimos el té de
ayahuasca. Mientras esperábamos que surtiera efecto me habló.
-Te diré primero
que nosotros no nacemos, no morimos, somos inyectados en estos animales que
llamamos humanos cuando nacen. Somos lo que llaman espíritus y estamos
contados, no se forman nuevos, así es, desde un tiempo sin tiempo, saltamos
universos, sistemas y planetas. Por eso no existe dolor o sufrimiento para
nosotros. Si creemos que sentimos es porque nos apegamos duro con este cuerpo,
con la vasija que nos contiene. Lo que está cerca de la carne se sensibiliza y
comienza a experimentar los sentimientos y emociones. A esa parte la llamamos
alma. Esto sirve para que veamos grato vivir en la tierra. ¿Alguna vez has
sentido nada? ¿Has comido sin sabor? ¿Has besado sin pasión? ¿Has mirado el
cielo, la gente, las calles y era como ver una piedra? Así es vivir sin alma,
mejor es morir. No recordamos cuando éramos espíritu, sino, desearíamos morir.
-¿Por qué
venimos?
-Para ser
santos.
-¿Para qué si
somos espíritus?
-Fácil es ser
bueno si no tienes la tentación del deseo. Debes de ser bueno a pesar del
deseo.
-El deseo ganará mientras vivamos en el mundo,
¿no?
-No. La
naturaleza buena de tu espíritu debe de prevalecer en cualquier circunstancia.
-¿Pero por qué
tiene que ocurrir eso?
-Porque una
parte del Uno se escindió y quiso caer. Ahora quieren el retorno.
-¿Algunos espíritus
han vuelto al Uno?
-No puede volver
ninguno si no retornan todos, por más unos estén adelante. Aquellos regresan
para ayudar a los más rezagados
-¿Hasta el alma de Hitler merecería ser salvado?
-De cierto te
digo que el que no comprenda esto regresará constantemente a la vida
hasta que entienda.
Entonces, entré en trance.
en trance.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario