jueves, 21 de enero de 2021

¡Guíame Mabel! - XX


 

                                                              XX

Después de la experiencia que tuve con mi sobrina me aboqué a aprender a levantar una carta astral.

Así que compré libros que enseñaban a diagramarla. Para mi sorpresa no me fue tan difícil. Y la primera carta que levanté fue la mía. Obviamente no es suficiente levantar la carta sino entender el significado de la posición de los cuerpos celestes y su interacción en el momento del nacimiento. Para ello tuve que devorarme libros para adquirir el conocimiento esotérico que escondía la astrología.

Lo primero que descubrí es que aproximadamente a los 42 años, cuando se repite el escenario astronómico del día del nacimiento, ocurre el punto de inflexión de la vida. Ocurren hechos que alteran, puntualizan o introducen patrones en la existencia de una persona. Uno de estos hechos en mi vida significó que podía “ver”.

En ese tiempo trabajaba en un astillero que construía yates de lujo. Allí conocí a Benjamín Castillo con quien realizábamos tareas en conjunto. Un día cuando comíamos nuestro almuerzo, se tuvo que rascar su pie derecho, a la altura del tobillo. Tenía una cicatriz que reconocí inmediatamente, porque yo tenía una similar en el mismo sitio. Se la enseñé.

-¡Qué coincidencia!

Estuvimos trabajando juntos por cerca de un año hasta que nos separamos y nos pusieron en diferentes turnos. Yo proseguía en el día y a él lo trasladaron en la noche.

Una noche tuve un sueño. Vi que Benjamín sufría un accidente. A la mañana siguiente lo llamo por teléfono y le recomiendo que se cuide.

-Estoy trabajando con un jefe que es medio loco.

-¡Salte de allí! Pide tu cambio.

A los dos días lo llamo y me cuenta que había tenido un accidente. Le había caído en el pie derecho un tubo de acetileno. El zapato con punta de acero que llevaba lo protegió algo, aunque tuvieron que llevarlo al hospital para curarlo.

Al día siguiente, por la mañana, estaba trabajando en la quilla de un yate que estaba boca abajo cuando escucho la voz de Benjamín que me llamaba.

-¡Mijaíl!

Volteé la cabeza buscando desde donde me llamaba. Yo estaba a 15 metros del suelo y podía ver a todos los que estaban abajo pero no lo hallaba.

-¡Mijaíl!

Me llama otra vez, pero nada de él.

Decido bajar y dirigirme a la entrada del hangar, pero tampoco estaba allí. En la entrada me encontré con dos antiguos compañeros.

-¿Cómo están? –Los saludo.

-¿Bien y tú?

-Bien, aquí, tranquilo.

En ese instante me vuelve a llamar Benjamín.

-¡Mijaíl!

Yo decido ignorar su llamado pues pensé que todo eso me lo estaba imaginando.

-¡Mijaíl!  -Otra vez escucho que me llama.

-¡Oye! Te está llamando tu amigo – me dijeron mis interlocutores.

-¿Si? Me hice el desentendido. Me sorprendió que ellos también lo estaban escuchando

-Sí, te está llamando.

Miré sobre sus cabezas y me fui a buscarlo, pero no lo encontré.

Entonces decidí llamarlo a su teléfono celular.

-¡Hola Benjamín!

-¡Hola Mijaíl!

-¿Dónde estás? – Le pregunté.

-Aquí en el hospital.

-¿No viniste para acá esta mañana?

-No, aún tengo para un par de días más.

Entonces, todo se me hizo claro. Por un momento yo y algunos de mis compañeros de trabajo rozamos el umbral de la irrealidad.


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