lunes, 4 de diciembre de 2023

¡Guíame Mabel! - LXIII


 Ayer al acostarme a dormir tuve unas ganas intensas de estrecharte, pero tan fuerte que quería destrozarte con mis abrazos. Esa hubiera sido la única manera de saciarme de ti y así me dormí.

En mis sueños me vi en una ciudad de provincia, con sus calles torcidas, su pequeña plaza atiborrada de gente y vendedores ambulantes. Debía de tomar un ómnibus a la capital. Fui al paradero cerca de la plaza y lo abordé, pero acompañándome iba alguien de quien no me había percatado. Era una mujer joven, de unos treinta años, de cabello negro ondulado que le llegaba hasta los hombros. Sabía que era un familiar de mi esposa, algo así como una prima, talvez. Con mi vista buscaba asientos para los dos adelante del bus cuando la mujer de repente me jaló para la parte vacía de atrás. Nos sentamos. Estuvimos por un rato en silencio. De pronto, ella se inclina hacia mí y me besa en la boca. Me sorprendí, aunque no atine a nada. La mujer se puso tan efusiva que se abalanzó y se echó sobre mí, sin dejar de besarme. Con un extraño poder, salí de mi cuerpo y pude verla encima mío, besándome, mojándome los labios con los suyos. Vi como su cabello negro caía sobre mis hombros, su blusa blanca sin mangas y su jean azul. Vi que algunos pasajeros se erguían para ver escena tan incomoda. Volví a mi cuerpo y me pregunté ¿porque esa mujer actuaba así? como si siempre me hubiera deseado a mí. En ese momento pensé en ti y me desperté.

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