viernes, 26 de agosto de 2016

Helga


De los cursos de maestría que tomábamos en la universidad de “Florida Atlantic”  uno era muy singular, este era la clase de lingüística. Las características del curso y las prerrogativas de que gozaba la profesora que la dictaba nos retrotraían a la escolástica medioeval, del trivium y el cuatrivium. El curso estaba rodeado de contenidos hermenéuticos y sus enunciados parecían devenidos por revelación. En el foro de ajochados alumnos intimidados por la parafernalia y entablado lingüístico, la doctora Helga hacia su entrada con aires de elegida y médium a la vez, entre el mundo semiótico y nosotros.

            En ese séptimo cielo Sausariano la profesora, con su soberbio desdén,  nos apabullaba con infinitas digresiones. En el aula de clase de la universidad, nosotros parecíamos indiecitos en Plaza de Armas de la capital.
            Como una diva moderna, la profesora llegaba tarde. Nos miraba desde el segundo piso de su soberbia. A veces venia vestida con una túnica griega y sandalias, a veces con un traje de chiffon rojo bermellón.
Pero ¿por qué atemorizaba tanto su clase? Había un miedo al conocimiento que la profesora tenia. Mediante un ritual, representado desde los ágapes olímpicos, los simples mortales jugaban a ser dios. Y usaban piel de lobo para asustar a los humildes.
La clase no pasaría de una exposición de los trabajos de Fernando de Saussure, del signo y del significado. Pero allí es donde se intuía, estaba el truco, en una suerte de subterfugio, de transmutación de los metales, de la piedra filosofal y del santo grial. Ante nuestra razón, nosotros, los espectadores, observábamos un acto de prestidigitación discursiva. Los feligreses intuíamos visceralmente que un acto demoniaco-dionisiaco se conjuraba en las más elementales fibras formativas de nuestra tela cognoscitiva. Pero no podíamos probar lo contrario. Podíamos allí mismo ser destruidos, ser arrojados de la calidad de fieles sumisos, feligreses pasivos del último tópico elevado al sumun de todo conocimiento...y poder. Podéis estar sumamente equivocado si consideras a la lingüística una mera disciplina más. Sí, porque la lingüística podría probar formalmente que no existes, que no eres un hombre, o una mujer, que no eres un patriota, que eres un traidor. Pero el más cercano temor que los estudiantes tenían es que los acusen de no calificar  para ser parte de la Hermandad del Sistema Lingüístico Mundial.Había que tener coraje para pararse frente a ella y no titubear y resistir sus observaciones. Y claro ella no estaba sola, se acompañaba frecuentemente de los más graneados representantes del sistema. A Saussure hasta lo recitaba en francés, ni que decir de Jakobson en ruso. Si, había que tener coraje y soportar su desplante de diva en ciernes cuando te posa sus ojos de ave rapaz y fruncía el ceño y afilaba su nariz aguileña.
Y la observación que el estudiante Roberto le presento era simple ¿sería posible que en el desarrollo del signo lingüístico hubiera tenido algún origen fonético?-¡No! –replico tajante – Desde los orígenes hasta el presente no se ha encontrado alguna evidencia que respalde esa idea.-¿Es posible que haya habido algún indicio que no se pudo haber identificado y se haya perdido en el tiempo?-Deberíamos tener alguna huella, en alguna lengua o cultura y no ha sido así.-Que no la hayan encontrado no implica necesariamente que no haya existido.-Basamos una disciplina en datos comprobables y no en especulaciones.-Pero el universo observado no es el cien por ciento de lo observable. Quiero decir que los estudios en lingüísticas se remiten en un espectro geográfico, ¿Grecia?, ¿Roma? ¿Europa? ¿América? Puede haber datos referenciales que arrojen una luz diferente en los estudios lingüísticos y que permitan admitir que el nombre de las cosas puede tener un componente fonético.-Se han hecho estudios lingüísticos en los pueblos de Oceanía y aun de los pueblos nativos norteamericanos y  esos datos corroboran lo establecido en el sistema.-Lo que puede probar esos estudios es que son insuficientes.-¿Insuficientes respecto a qué?
-Hablemos de un indicio, simple y sencillo. Pero lo que se toma como algo singular y esporádico podría significar algo más trascendente y a la vez conmensurable.-¿Hablas de la onomatopeya? Se ha discutido hasta la saciedad y se ha establecido sus limitaciones.-Yo tengo un caso. En idioma quechua, el verbo que denota una caída tiene la inflexión fonética de acuerdo al sonido que emite la caída.-Se han estudiado esos limitados casos y se ha concluido que no conduce a nada relevante.-¿No será porque el estudio de la lingüística partió desde el estudio de las lenguas indoeuropeas y ello ha dado y establecido un cuerpo de estudio prominente y predominante frente a un escaso y casi nulo estudio de la lengua aborígenes del “tercer” mundo?Con un silencio de corchea la profesora Helga dio por terminada la conversación y decreto el,-Pasemos al tema de hoy.  



miércoles, 24 de agosto de 2016

Sozinho (subtitulado en español)



Esta cancion fue creada por el compositor conocido como Peninha. La interpretacion de Caetano Veloso la volvio muy popular y fur tema de la novela "Suave veneno".

domingo, 21 de agosto de 2016

La Joven Guardia - Loco, Santos, Diablos (1969)



“Yo no fui quien tomó loco, santos, diablo, sino aquel, el mayor de la cara con tos.Y el jarrón con arroz loco, santos, diablo, se cayó y el gato se murió. Tienes que aprender a ser feliz, divaga, día, tarde y noche, cuidado con el coche. Estoy acabando mi función de amigo, para comenzar, un amor casual. Yo no fui quien pidió loco, santos, diablo, la sentencia del juez ni el aroma del té. Y el viaje celestial loco, santos, diablo, terminó y el gato se murió”. 

La joven guardia fue una banda pionera del rock argentino. Apareció a fines de los sesenta y se hizo inmensamente popular con su canción “El extraño del pelo largo".
En su primer álbum (que yo tenía) se puede encontrar una canción breve de un poco más de dos minutos llamada “Loco, santos, diablos” que pasó desapercibida junto con otras como “Otoño”.
Esta canción es muy especial porque su melodía, su armonía y letra refleja la vivencia de la época que los que nacieron después de los 70 no pueden sospechar.
En esa época todos éramos locos, loquitos, locazos: “loco Juan”, “loco Pedro”, “loco Tito” hasta “loco Mario”. Era popular las frases  “alucina loco” o “que paja”; esta última expresión tiene un significado sexual cuyo origen los chicos de ahora desconocen.
“Loco, santos, diablos” expresa la onda psicodélica de esos tiempos. Escuchamos una letra aparentemente absurda” Yo no fui quien tomo, loco, santos diablos, sino aquel, el mayor…” ¿tomo qué? Luego dice “el jarrón con arroz se cayó y el gato se murió. ¿Se murió el gato porque se rompió el jarrón? En apariencia no tiene sentido, o mejor es decir que tenía muchos sentidos, como al ver por un caleidoscopio. Pero más que todo refleja el sentido de la vida que se estaba perdiendo. La vida misma se estaba haciendo inconexa, fragmentada, donde los mayores nos educaban y aleccionaban a ser honestos e íntegros pero como jóvenes veíamos alrededor las mentiras y falsedades del mundo de los adultos, donde había un divorcio entre lo que se pregonaba y lo que se hacía. Veíamos al campeón de la democracia invadir Vietnam, nos enteramos del asesinato de Kennedy y Martin Luther King. Por eso simpatizamos con la idea de una paz extremista, que incluía amor y entendimiento, que socavaba el orden formal, convencional y adulto de la sociedad, del país, del mundo. Por eso nos gustaba usar el pelo largo, la ropa hippie de jeans, polo y sandalias. Queríamos otra realidad, que muchos vieron a través de las drogas pero más que todo con la música, la amistad, la fraternidad y el amor, ... queríamos vivir una utopía.

Samba de Verão - Caetano Veloso



¿Has visto qué es el amor? Yo nunca he visto nada igual. Y ahora, no me detuve, pero me miró. Sí regresara, yo le preguntaría, le hablaría. Le diría que el amor es para dar. Mira... como el verano, el corazón es ardiente, de repente salta, para ver a la chica que viene. Ella viene y tiene ese mar en su mirar. Y quizás, tiene que ser a quién nunca amaría. Hoy sí, di que sí, ya estoy cansado de esperar. No paro, no duermo, pienso en rendirme. Pero tú no vienes y entonces, me quedo hablando solo. Le pido al cielo que vengas.

Caetano Veloso: un vestido y un amor



Un Vestido Y Un Amor es una canción de Fito Páez, lanzada en el álbum “El amor después del amor”, de 1992. Fue una de sus canciones más exitosas.
La canción fue dedicada a Cecilia Roth, con quien posteriormente se casaría.Fito Páez conoció personalmente a la actriz argentina Cecilia Roth en 1991. Cecília, que en la época vivía en España, había vuelto a la Argentina para recuperarse de las sequelas de una hepatitis. Fito Páez, siete años menor, era considerado el joven prodigio del rock argentino. Estaban en Punta del Este, en una fiesta de disfraces, cuando él le pidió a Cecilia que le sirviera una copa de vino. Cecília, en aquel momento era una mujer casada, o sea, ya tenía "Un vestido y un amor".
Poco tiempo después, Cecília había roto su compromiso, en la misma época que Fito. Ambos estaban con el corazón partido, y juntos los corazones se recuperaron. Así surgieron las "margaritas del mantel", como Fito declaró en una entrevista 20 años después.Fito fue al apartamento de Cecilia, encendió un cigarrillo, se sentó al piano del hermano de Cecília, que estaba en un costado del apartamento, y creó la canción. Se casaron en 1999 .La letra relata la admiración de un lírico al encontrar su musa inspiradora, sin saber si era un ángel o un rubi. Las sensaciones que Fito relata al ver su musa, saliendo entre la gente a saludar, fumando drogas en Madrid, reflejan la luminosidad, como si aquella visión iluminara el día, la carretera, la vida de la persona amada.Justamente cuando él no buscaba a nadie, vio a su musa, que ya tenía "un vestido y un amor".Caetano Veloso parece traducir en su interpretación ese acontecimiento sensible y dramático. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Un_vestido_y_un_amor

sábado, 20 de agosto de 2016

Fiesta criolla


La fiesta quedaba en la Quinta Heeren. Allí me habían llevado los estudiantes que como siempre, querían compartir la alegría con el profe. Llegamos al mediodía, en un carro Dodge destartalado de donde se bajaron más de 15 personas. Sacaron las guitarras y el acordeón de la maletera y frente a una casa azul celeste de dos pisos comenzamos a cantar: “feliz te recibe el año….”.  Y entramos  al salón principal y seguimos cantando: “A tu puertas hemos venido a entonar…”. Y la casa se vistió de fiesta y las parejas de estudiantes bailaban polcas y minués: “Ha llegado a este país, procedente de Hong Kong, don Cirilo Morochuca,…”. Y los Trovadores criollos se lucían con interpretaciones. Después tocaron Costa y Monteverde y canarios silbaban por doquier: “Tan profundo es mi cariño, como profundo es el mar…”.  El acabose fue cuando el dúo Montes y Manrique aparecieron desde el fondo del salón cantando una mazurca: “Entre las flores viene a ser la flor de la pasión…”. Así pasaban las horas y pasaban vino de Huaral y damajuanas de pisco y chicha en jarras. Y lo que pasaban intermitentemente era la comida: Chicharrones, tamales, humitas,  fritanga, cau-cau y escabeche,  camarones, y huevos, y papas, y salchichas de Huacho, y jamones, y seviche de conchas y pescado, y anticuchos. No faltaron los dulces: frejol colado, turrones, champús ordinario y de “leche”, mazamorra morada y de chancho, manjar blanco, maní, camotillo, picarones, buñuelos, natillas, alfajores de Huaura y Trujillo.
Estábamos llenos de algarabía, conversando, bailando, comiendo, riendo cuando entro una mujer, un tanto agraciada, de mediana estatura y de mediana edad, de cabello largo y negro y de tez canela y de ojos negros almendrados. Se sentó en una parte céntrica del salón. La acompañaba un hombre, que resultó ser su esposo. Sentaba en un cómodo sillón miraba afablemente alrededor de sí.   Poco a poco todos notaron su presencia. Los jóvenes pronto se sintieron extasiados y concurrieron a su alrededor. Ella los trataba afablemente y sonreía grácilmente. Músicos convergieron ante su estampa y compusieron canciones para alagarla, poetas declamaron versos lisonjeros. Ella asentía con agrado.Las mujeres comentaban con simpatía. Algunas se acercaron para acompañarla queriendo participar de su amistad. Me quede perplejo al ver lo que estaba pasando.Me pareció escuchar una batahola que se formó en el salón, en el patio interior y hasta los alrededores del caserón, incluyendo a los vecinos que se congregaron a mirar y ser testigos del hecho extraño y singular lo que la gente empezó a murmurar,  que había venido a la Quinta Heeren una princesa de Madagascar. Otros vecinos vinieron incluso desde la Plaza Italia y el Barrio chino por el sur, hasta de La Pólvora pasando por Cinco Esquinas. Decía, que hasta me pareció escuchar a Demis Roussos cantarle “Morir al lado de mi amor”.Trate de racionalizar lo que estaba pensando. Culpe en principio al alcohol, a un cierto brebaje exquisito pero de efectos alucinógenos que sirvieron subrepticiamente. Talvez, pero lo pensé bien y descarte esas causas. Pensé mejor que debería ser una catarsis colectiva. Parecería, pero todos se conducían alegremente, quizás un poco más allá de lo normal. Simplemente tenían una deferencia especial a una persona especial. No tenía actitud de princesa, menos de reina pero era igual.De repente percibí que el espontaneo cortejo se movilizaba a la puerta. Se estaba yendo, yo que quería aunque sea bailar una vez con ella. Nos habíamos cruzado algunas miradas y se había fijado en mí, como casi en todos, no quiero engañarme. Quizás quería que le hablara mas ya había cruzado la puerta de salida. Me moví para alcanzarle. Había subido ya a su auto. Mientras se despedía de hombres y mujeres solicitas, pude detener a su esposo-¿Usted sabe lo que está pasando? – Le pregunte.-¿No se siente mal y celoso por todo esto?-No -me dijo-Esto sucede siempre.Su auto estaba recorriendo la pista de salida de la quinta y un sequito de personas lo seguían casi corriendo haciéndole adiós con las manos.
Lo que me sorprendió mas fue ver al mismísimo Seikuma Kitsutani, antiguo dueño de la quinta Heeren bajar de los cielos para despedirla.

jueves, 18 de agosto de 2016

Manuelcha

 Manuelcha entro último al grupo musical pero fue el primero que se fue. Tocaba quena, antara, pinkuyo y hacia el coro.  Era de Huancavelica, de mediana estatura, su color era de barro, de tono arcilloso. Su cuerpo era compacto, las piernas cortas, los brazos más largos. La espalda levemente encorvada y musculosa. Su cuello era breve y su cabeza grande. Tenía el rostro una perenne actitud de queja. Sus manos eran descomunalmente grandes, sus dedos alargados y nudosos, era una estatua de Mérida. Cuando caminaba por la calles de Lima alzaba exageradamente los pies, como ascendiendo pues estaba acostumbrado a subir cerros. Con un espíritu vivo, vital, era realmente un supay huapasi tusak, un poseído por un wamani.

¡No, no! Este layqa no llevaba ni tijeras ni tampoco vestimenta ornamental. Había caído a esta Lima a demostrar su condición de danzaq secular. Y podría haberse traspasado el cuerpo con agujas y espinas y subirse a las torres de la catedral. Pero desconocía el dolor y entre nosotros se hizo mortal, para su mal. 
Recuerdo la primera vez que te vi. Usabas tus ojotas de llanta, pantalón pasa río y tu camisa kaki. Todo tu cuerpo estaba empaquetado de fibras de músculos y tendones. Eras ostentoso e exultante, indio lleno de vitalidad y alegría. Me hacías acordar al “Gigante de Paruro” de Chambi. Si, eras jovial y risueño; talvez porque no te dabas cuenta que eras pobre y encima indio o talvez porque te diste cuenta de todo eso pero entendías que no importaba nada. Por eso eras más rico que nosotros, más íntegro y más sabio. Sé que muchos te despreciaban, por tu condición de serrano y tu ignorancia de no postrarte. Al contrario, te mostrabas cándido, orgulloso y altanero.
¿Recuerdas hermano cuando cantamos el “Aleluya” de Tomás Luis de Victoria? ¿Y el “Te recuerdo Amanda” de Víctor Jara? Éramos muy jóvenes y sin saber solo presentíamos que “la vida es eterna en cinco minutos”. Nos emocionaba tanto que casi todos terminábamos llorando.
Tu voz bronca de bajo soportaba a las contraltos y sopranos. Cuantas gracias dábamos nosotros los tenores y barítonos de contar contigo ¡Cuánto nos deleitaba el cantar contigo! Ahora, estoy aquí, frente a tu ataúd, lamentando, apenado, que no cantes más. ¡Como pajita te has ido!
Recuerdo que una vez no nos dejaron cantar en el Club de la Unión, porque no teníamos terno. Y no fueron los dueños del club los que nos impidieron entrar, fue nuestra propia gente, los directivos del coro. Peleé y apelé, pero la directiva impuso su razón.
-¡Que como van a entrar así! Esta es  una presentación formal ante las autoridades del país.
-¡Al diablo con las autoridades del país!- les dije.
- Kanchari, hermanito, déjalo así- me dijiste. Y yo no sabía porque me llamabas por mi apellido materno, si todos me llamaban Israel.
Recuerdo que me llevaste al centro cultural Huancayo y danzamos  el Huaylas y la Chonguinada. Y tus movimientos eran ágiles y elásticos y tus pasos eran imponentes y retumbaban en la tierra apisonada. Y tu risa de vizcacha se agudizaba mientras más chicha bebías.
Recuerdo que pregunte que te pasó, quien te mató. Me dijeron que en la plaza de Huanupata hablaste de más. ¿Decir la verdad es hablar de más? Me dijeron que tres policías te llevaron a las afueras de la ciudad y en el camino a Jauja te ultimaron. Tus padres recogieron tu cuerpo que sepultaron silenciosamente.
Ahora frente a ti, recuerdo tu verdadero nombre, Manuel Mamani Condori. Y ahora entiendo porque me llamabas Kanchari. Entiendo ahora que no era para avergonzarme.  Si no para que sepa quién soy en realidad.
                      “Lo heroico es buscar la verdad”
En tu casa, a tu mama Justina le pregunto. Me mira con un alma seca de lágrimas y lánguidamente baja la mirada. A tu hermana mayor, a Ester, le pregunto de ti, tú que eras su esperanza, el único que fue a la universidad.
-No sé.
Y su s palabras se desprenden de sus labios, rozan mi rostro y caen al suelo y se desvanecen
-¿Te sirvo algo? ¿Un café?
Sus preguntas salen de su lóbulo frontal, no viene del corazón.
Y me siento al filo de un tablón que funge de comedor y el agua que trata de hervir, en el fogón, no es suficiente para calentar el alma.
          __________________________________________
Foto: "El Gigante de Paruro" de Martin Chambi

lunes, 15 de agosto de 2016

Antes y Ahora

Es obvio que la conexión que manteníamos tradicionalmente con nuestro círculo social era más que todo física en contraste con la conexión que se mantiene hoy en día, que es una conexión virtual. Es sorprendente saber que no solo los jóvenes  mantienen esta práctica, los adultos están usando intensamente la tecnología moderna para estar en contacto. Esto no está mal. Lo que esta errado es que el medio tecnológico sea el preponderante.

Lo más serio y grave en esta preferencia por lo tecnológico, por la conexión virtual es que desensibiliza a los niños y jóvenes por el contacto social, por la interacción real con sus semejantes. Los adultos no nos quedamos atrás. Ahora muchos prefieren mandar saludos por Facebook que visitar a un familiar o amigo para darle un abrazo y saludarle por su cumpleaños.

¿Qué tal importante puede significar el contacto físico con su semejante, no solo en una tierna edad sino en el transcurso de la vida? La repuesta lo da el experimento que llevo a cabo Harry Harlow con monos Rhesus en la década de los sesenta. Harlow construyo dos muñecos, uno de alambre y que proveía alimento y otro muñeco de felpa pero que no proveía de alimento. Estos muñecos constituían las madres sustitutas de un monito que a pesar que la “madre de felpa” no le daba comida, la prefería. Esto demostró la importancia de la relación física del monito que necesitaba para sentirse bien y protegido. Los seres humanos necesitamos fundamentalmente ese contacto para vivir sanamente.




domingo, 14 de agosto de 2016

Chuscada


Era fin de clases en la universidad y los estudiantes acababan de tomar su último examen. Muchos alumnos se quedaron en el aula conversando. Se veían ya mas calmados después del estrés de la prueba. Y comenzaron a ayudarme a recoger los exámenes.
-Muy voluntariosos, me dije.
Algunas clases habían llevado ayudas visuales, como máscaras, pinturas, disfraces, arreglos. Todo eso tambien los estudiantes comenzaron a recolectarlo. En el recojo, ya más relajados se pusieron las máscaras y hacían monólogos y piruetas o improvisaban escenas y diálogos de acuerdo con la ropa. Una hizo de María Antonieta y dijo:
— ¿Qué me vais a colgar, infames? ¿Qué no habéis leido en la Biblia que no solo de pan vive el hombre? ¡Y qué más queréis, que os he ofrecido algo más suntuoso y caro como este biscocho!
Y se levantó la larga falda hasta el pecho y mostró algo que no pude ver, pues la rodeaban muchos estudiantes. Pero sí pude escuchar un hondo: « ¡Ohhhhh!», y luego unas risotadas. 

Apenas recogidas las pruebas me las llevé a la oficina de archivos para corregirlas luego. Pensé, ¿cuándo sería, eso? En el torbellino de la parranda que se estaba armando no estaba seguro si habría un mañana.

Terminado de recoger todos los escritos me uní al vocerío. Los estudiantes habían tomado un corralón en la calle Tipuani donde antes había un mercadillo llamado «El serrano». Dicen que sorprendieron al wachiman que respondió al toquido de la puerta. Se le pusieron al frente dos exuberantes muchachas y entrando jalaron al zambo pa' la fiesta.
Entré a la penumbra formada por el humo de las parrilladas horneadas que estaban cocinando y el de los cigarrillos, habanos y mariguana que estaban fumando. Me aposté cerca de tres poetas tristes: Vallejo, Unamuno y Cisneros. Algunos estudiantes bailaban en un salón mientras que nosotros, impertérritos, nos posicionamos en la entrada. Nosotros, los poetas, no nos mirábamos las caras pues estábamos hacienda guardia a la alegría, al desenfreno, a la vida. Cuando terminó la danza salieron las parejas a tomar el aire fresco. De pronto una mujer vino clamando:— ¡Pobre España, pobre España!
Y comenzaron a murmurar como si algo triste le hubiera pasado a España.
Un hombre gritó:— ¡Vamos a bailar una mazurca por España! Gritaron unos.Y todos, cogidos de las manos, entraron otra vez al ruedo y levantando los brazos los hombres y las faldas las mujeres, daban vueltas en la pista. Solo nosotros cuatro, callados, montábamos guardia por España.
Dentro de mí me preguntaba ¿qué le habría pasado a España?, que si un golpe de Estado, que si una revolución, que si los viscos se habían separado, o los catalanes. Entre tanto entró un grupo de novelistas con Juan Ramón Jiménez al frente. Traía unos trabajos hechos en hojalata y grabados estaban los artistas más queridos de España. Y el grupo empezó a reconocer los rostros de las casi cincuenta caras grabadas: Que este es Lorca, que este es Miguel Hernández; no, que no lo es, que es Darío… ¡qué!

Salí un rato y caminé por la primera cuadra de Paseo de la Republica. Al fondo venía corriendo Bedoya Reyes, ¿qué hacía allí?, me dije. Bedoya trataba de cruzar la avenida y atrás lo perseguían dos personas. Pasó al lado mío riendo como un loco.
En medio del paseo, casi frente al Sheraton, Mario Vargas Llosa relataba su último cuento a un grupo de noctámbulos que uno a uno, se los llevaba el viento. Al pasar cerca de él me profetizó:
— ¡No llegarás a ser nadie puesto que solo habrá un Mario! Seguí caminando y estaba por llegar a la esquina de Grau cuando me topé con Miguelito Barraza. Me preguntó:
— ¿Tienes un troncho, Marito?—No —le respondí, y lo mande al Serrano donde había un montón. Volvimos los dos al mercadillo y apenas Barraza entró, una turba se lo tragó. La gente no había comido, por lo visto. Me acerqué a la mesa a ver si podía encontrar algo para comer, pues me moría de hambre. Me puse a un lado cuando vi que un grupo de mujeres estaban limpiando las mesas. Una de ellas, que recogía los platos sucios, pasó a mi lado y sin mirarme, me dijo:— ¡Tú te quedas conmigo! —y siguió de largo.
La reconocí, era de Juana Ibarbourou. Traté de comprender todo el significado de lo que me dijo. En esa bacanal, solo un propósito podía tener esa frase. De pronto apareció mi mujer.
— ¿Dónde has estado?
—Te he estado buscando —le mentí.
Se suponía que iba a estar a su lado, como siempre, en todo.
—Estuve por allí —le dije—, con un grupo de poetas, salteadores y pintores.
—Te cuento —me dijo—, tengo un chupetón aquí. Y señaló con su índice en su «atrás».
—Un chupetón aquí y aquí —señalando cada nalga.
Y luego, llevando su mano hacia su vientre, dijo:
—Y tres… ¡acá!
Su índice señaló su… 


Del libro "Cuentos humanos" Fondo editorial UNMSM. Lima-Peru 2015.