Helga
De
los cursos de maestría que tomábamos en la universidad de “Florida Atlantic” uno era muy singular, este era la clase de lingüística.
Las características del curso y las prerrogativas de que gozaba la profesora
que la dictaba nos retrotraían a la escolástica medioeval, del trivium y el
cuatrivium. El curso estaba rodeado de contenidos hermenéuticos y sus
enunciados parecían devenidos por revelación. En el foro de ajochados alumnos
intimidados por la parafernalia y entablado lingüístico, la doctora Helga hacia
su entrada con aires de elegida y médium a la vez, entre el mundo semiótico y
nosotros.
En ese séptimo cielo Sausariano la
profesora, con su soberbio desdén, nos
apabullaba con infinitas digresiones. En el aula de clase de la universidad,
nosotros parecíamos indiecitos en Plaza de Armas de la capital.
Como una diva moderna, la profesora
llegaba tarde. Nos miraba desde el segundo piso de su soberbia. A veces venia
vestida con una túnica griega y sandalias, a veces con un traje de chiffon rojo
bermellón.
Pero
¿por qué atemorizaba tanto su clase? Había un miedo al conocimiento que la
profesora tenia. Mediante un ritual, representado desde los ágapes olímpicos,
los simples mortales jugaban a ser dios. Y usaban piel de lobo para asustar a
los humildes.
La
clase no pasaría de una exposición de los trabajos de Fernando de Saussure, del
signo y del significado. Pero allí es donde se intuía, estaba el truco, en una
suerte de subterfugio, de transmutación de los metales, de la piedra filosofal
y del santo grial. Ante nuestra razón, nosotros, los espectadores, observábamos
un acto de prestidigitación discursiva. Los feligreses intuíamos visceralmente
que un acto demoniaco-dionisiaco se conjuraba en las más elementales fibras formativas
de nuestra tela cognoscitiva. Pero no podíamos probar lo contrario. Podíamos
allí mismo ser destruidos, ser arrojados de la calidad de fieles sumisos,
feligreses pasivos del último tópico elevado al sumun de todo conocimiento...y
poder. Podéis estar sumamente equivocado si consideras a la lingüística una
mera disciplina más. Sí, porque la lingüística podría probar formalmente que no
existes, que no eres un hombre, o una mujer, que no eres un patriota, que eres
un traidor. Pero el más cercano temor que los estudiantes tenían es que los
acusen de no calificar para ser parte de
la Hermandad del Sistema Lingüístico Mundial.Había que tener
coraje para pararse frente a ella y no titubear y resistir sus observaciones. Y
claro ella no estaba sola, se acompañaba frecuentemente de los más graneados
representantes del sistema. A Saussure hasta lo recitaba en francés, ni que
decir de Jakobson en ruso. Si, había que tener coraje y soportar su desplante
de diva en ciernes cuando te posa sus ojos de ave rapaz y fruncía el ceño y
afilaba su nariz aguileña.
Y la
observación que el estudiante Roberto le presento era simple ¿sería posible que
en el desarrollo del signo lingüístico hubiera tenido algún origen fonético?-¡No! –replico
tajante – Desde los orígenes hasta el presente no se ha encontrado alguna
evidencia que respalde esa idea.-¿Es posible que haya
habido algún indicio que no se pudo haber identificado y se haya perdido en el
tiempo?-Deberíamos tener
alguna huella, en alguna lengua o cultura y no ha sido así.-Que no la hayan
encontrado no implica necesariamente que no haya existido.-Basamos una
disciplina en datos comprobables y no en especulaciones.-Pero el universo
observado no es el cien por ciento de lo observable. Quiero decir que los
estudios en lingüísticas se remiten en un espectro geográfico, ¿Grecia?, ¿Roma?
¿Europa? ¿América? Puede haber datos referenciales que arrojen una luz
diferente en los estudios lingüísticos y que permitan admitir que el nombre de
las cosas puede tener un componente fonético.-Se han hecho
estudios lingüísticos en los pueblos de Oceanía y aun de los pueblos nativos
norteamericanos y esos datos corroboran
lo establecido en el sistema.-Lo que puede probar
esos estudios es que son insuficientes.-¿Insuficientes
respecto a qué?
-Hablemos de un
indicio, simple y sencillo. Pero lo que se toma como algo singular y esporádico
podría significar algo más trascendente y a la vez conmensurable.-¿Hablas de la
onomatopeya? Se ha discutido hasta la saciedad y se ha establecido sus
limitaciones.-Yo tengo un caso. En
idioma quechua, el verbo que denota una caída tiene la inflexión fonética de acuerdo
al sonido que emite la caída.-Se han estudiado
esos limitados casos y se ha concluido que no conduce a nada relevante.-¿No será porque el
estudio de la lingüística partió desde el estudio de las lenguas indoeuropeas y
ello ha dado y establecido un cuerpo de estudio prominente y predominante
frente a un escaso y casi nulo estudio de la lengua aborígenes del “tercer”
mundo?Con un silencio de
corchea la profesora Helga dio por terminada la conversación y decreto el,-Pasemos al tema de
hoy.
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