viernes, 26 de agosto de 2016

Helga


De los cursos de maestría que tomábamos en la universidad de “Florida Atlantic”  uno era muy singular, este era la clase de lingüística. Las características del curso y las prerrogativas de que gozaba la profesora que la dictaba nos retrotraían a la escolástica medioeval, del trivium y el cuatrivium. El curso estaba rodeado de contenidos hermenéuticos y sus enunciados parecían devenidos por revelación. En el foro de ajochados alumnos intimidados por la parafernalia y entablado lingüístico, la doctora Helga hacia su entrada con aires de elegida y médium a la vez, entre el mundo semiótico y nosotros.

            En ese séptimo cielo Sausariano la profesora, con su soberbio desdén,  nos apabullaba con infinitas digresiones. En el aula de clase de la universidad, nosotros parecíamos indiecitos en Plaza de Armas de la capital.
            Como una diva moderna, la profesora llegaba tarde. Nos miraba desde el segundo piso de su soberbia. A veces venia vestida con una túnica griega y sandalias, a veces con un traje de chiffon rojo bermellón.
Pero ¿por qué atemorizaba tanto su clase? Había un miedo al conocimiento que la profesora tenia. Mediante un ritual, representado desde los ágapes olímpicos, los simples mortales jugaban a ser dios. Y usaban piel de lobo para asustar a los humildes.
La clase no pasaría de una exposición de los trabajos de Fernando de Saussure, del signo y del significado. Pero allí es donde se intuía, estaba el truco, en una suerte de subterfugio, de transmutación de los metales, de la piedra filosofal y del santo grial. Ante nuestra razón, nosotros, los espectadores, observábamos un acto de prestidigitación discursiva. Los feligreses intuíamos visceralmente que un acto demoniaco-dionisiaco se conjuraba en las más elementales fibras formativas de nuestra tela cognoscitiva. Pero no podíamos probar lo contrario. Podíamos allí mismo ser destruidos, ser arrojados de la calidad de fieles sumisos, feligreses pasivos del último tópico elevado al sumun de todo conocimiento...y poder. Podéis estar sumamente equivocado si consideras a la lingüística una mera disciplina más. Sí, porque la lingüística podría probar formalmente que no existes, que no eres un hombre, o una mujer, que no eres un patriota, que eres un traidor. Pero el más cercano temor que los estudiantes tenían es que los acusen de no calificar  para ser parte de la Hermandad del Sistema Lingüístico Mundial.Había que tener coraje para pararse frente a ella y no titubear y resistir sus observaciones. Y claro ella no estaba sola, se acompañaba frecuentemente de los más graneados representantes del sistema. A Saussure hasta lo recitaba en francés, ni que decir de Jakobson en ruso. Si, había que tener coraje y soportar su desplante de diva en ciernes cuando te posa sus ojos de ave rapaz y fruncía el ceño y afilaba su nariz aguileña.
Y la observación que el estudiante Roberto le presento era simple ¿sería posible que en el desarrollo del signo lingüístico hubiera tenido algún origen fonético?-¡No! –replico tajante – Desde los orígenes hasta el presente no se ha encontrado alguna evidencia que respalde esa idea.-¿Es posible que haya habido algún indicio que no se pudo haber identificado y se haya perdido en el tiempo?-Deberíamos tener alguna huella, en alguna lengua o cultura y no ha sido así.-Que no la hayan encontrado no implica necesariamente que no haya existido.-Basamos una disciplina en datos comprobables y no en especulaciones.-Pero el universo observado no es el cien por ciento de lo observable. Quiero decir que los estudios en lingüísticas se remiten en un espectro geográfico, ¿Grecia?, ¿Roma? ¿Europa? ¿América? Puede haber datos referenciales que arrojen una luz diferente en los estudios lingüísticos y que permitan admitir que el nombre de las cosas puede tener un componente fonético.-Se han hecho estudios lingüísticos en los pueblos de Oceanía y aun de los pueblos nativos norteamericanos y  esos datos corroboran lo establecido en el sistema.-Lo que puede probar esos estudios es que son insuficientes.-¿Insuficientes respecto a qué?
-Hablemos de un indicio, simple y sencillo. Pero lo que se toma como algo singular y esporádico podría significar algo más trascendente y a la vez conmensurable.-¿Hablas de la onomatopeya? Se ha discutido hasta la saciedad y se ha establecido sus limitaciones.-Yo tengo un caso. En idioma quechua, el verbo que denota una caída tiene la inflexión fonética de acuerdo al sonido que emite la caída.-Se han estudiado esos limitados casos y se ha concluido que no conduce a nada relevante.-¿No será porque el estudio de la lingüística partió desde el estudio de las lenguas indoeuropeas y ello ha dado y establecido un cuerpo de estudio prominente y predominante frente a un escaso y casi nulo estudio de la lengua aborígenes del “tercer” mundo?Con un silencio de corchea la profesora Helga dio por terminada la conversación y decreto el,-Pasemos al tema de hoy.  



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