domingo, 9 de octubre de 2016

Cecilia VI



¿Cuándo sabemos que amamos a una persona?
Muchas veces me había preguntado qué realmente sentía por Cecilia. Yo me sentía enamorado. Sentía que quería estar con ella, hablar, caminar con ella, porque sentía que eso me daba alegría. Me sentía enamorado porque pensaba en Cecilia más de cien veces al día, desde que despertaba hasta que me dormía. Sentía placer imaginándome con ella pero sufría por no tenerla, sufría por no poder estar con ella. Mi mente estaba fuera de control,  mi razón giraba alrededor de Cecilia. Ella se había convertido en una necesidad, en una suerte de adicción que tenía que consumir para ser feliz.
Pero eso no era todo lo que sentía por ella, yo quería verla feliz, que no tuviera problemas que hicieran preocuparle. También me interesaba que este bien, que no tenga ningún problema de salud. No me hubiera gustado saber que sufría por alguna enfermedad.
¿Y qué de su cuerpo? No pensaba en ello aunque no quería decir que no me gustara físicamente. Pero sí, me atraía, pero más que todo porque era el cuerpo de ella, con todas sus formas, todos sus encantos, todas sus gracias. No me hubiera importado si me hubieran dicho que era o no era bonita, para mí lo era.
Si, absolutamente me hubiera gustado estar con Cecilia, disfrutar de su compañía, ser su compañero y poder llamarla mi amor. Seguramente que no todo hubiera sido felicidad porque todos tenemos nuestras imperfecciones. Pero no me hubiera arrepentido de estar con ella porque tuviera defectos. Pienso que la hubiera comprendido con todo el amor  y por todo el amor que le tengo.
Todo estaba claro para mí. Mis sentimientos eran sinceros y verdaderos. Ya sabía porque estaba fija mi mente en Cecilia y porque tenía que amarla en esta vida.
Pero nadie más sabía esto. Y lo peor es ¿me creería Cecilia? Me ponía en su lugar o de cualquier persona que escuchara la historia que me dijo la gitana… inmediatamente me tildaría de loco. Prácticamente me tomaría como tonto, un idiota o un vivo que invento algo absurdo para salirse con la suya.

Mas tenía que acercarme a Cecilia y decirle que la amaba, que la quería desde el primer momento que la vi, desde el primer momento que puse mis ojos en ella, que algo se encendía en mi cada vez que veía su sonrisa y que a pesar de los años transcurridos y los que pudieran venir, siempre pensaría en ella y que nunca la olvidaría. Y lo más importante que debía de saber es que alguien en este mundo la podía querer solamente por existir.

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