martes, 11 de octubre de 2016

Un profe en el Averno



¡Me fui al infierno! … literalmente, de verdad, a ese infierno de quemazón eterna.
Estaba haciendo mis horas de oficina cuando se me presento el diablo pidiéndome entrar.
-Pase. Le dije cortésmente.
No lo reconocí, pensé que era un colega.
-Siéntese, ¿en qué le puedo ayudar?
-Soy el diablo  y necesito que me ayude – me dijo con la voz de Lord Vader.
Yo le sonreí amablemente esperando que desmienta lo que había dicho con una sonora carcajada. Pero no, eso no ocurrió. Me miro profundamente esperando mi respuesta.
-Es usted un colega, ¿no? Claro que lo puedo ayudar pero no tiene que decir que es el diablo para que lo ayude.
-Soy el diablo y por lo visto no me cree. Veremos si me cree ahora.
Frente a mis ojos se transformó en la clásica figura del demonio con cacho y cola y tridente. Me quedé estupefacto.
-Talvez necesita otra prueba más contundente.
Y se transformó en la imagen de estampitas de Jesús con su túnica blanca y su cabello y barba castaños.
Pensé que me estaba hipnotizando y me dije ¡qué tal fuerza magnética! Así que el seguí el juego.
-Bueno, le creo. Entonces, ¿Cómo le ayudo?
-Tenemos una competencia allá abajo y necesitamos un juez para que la dirima.
- Jueces en el infierno no le faltara, ¿no? Aquí hay tantos corruptos y coimeros, abajo tendrá miles a su disposición.
-Por lo mismo que son malos jueces queremos que sea uno realmente imparcial.
Sonaba lógico. Tan lógico que estaba pensando que se había escapado del manicomio y que por mi mala suerte había aterrizado en mi oficina. Pero tenía que ser cauteloso, no vaya a ser que se irrite y reaccione violentamente, Así que al menor descuido busco ayuda.
-¿Me ayudara?
-Claro.
-¿Nos vamos?
-Después de usted- le dije
Instantáneamente me encontré en una enorme caverna oscura alumbrada por altas llamaradas de fuego. A lo lejos oí lamentos y gritos destemplados de gente sufriendo algún tormento. En ese momento se me fue la incredulidad. Me invadió un intenso pavor que me hizo perder las fuerzas y doblar las rodillas. Pensé que no saldría vivo de allí o que ya había muerto o que moriría allí. Me di cuenta que esas ideas era lo que me causaba pavor, así que las aleje de mi mente y me concentré en lo que veía.
-Sígame – me ordenó el diablo.
Fuimos caminando por un estrecho sendero con escaleras que descendían a enormes fosas. De allí surgían los gritos de dolor. Atisbé por el filo del sendero y vi gente abrazada por llamas de fuego que no la carbonizaba pero si continuaban asándola.
-¿Por qué me eligieron a mí, un simple profesor, habiendo abogados, juristas, científicos?
-No es que todos los profesores sean unos “santos” pero como grupo son los más honestos.
Era cierto. Cuando eche una mirada a una fosa vi muchos abogados, jueces, policías, expresidentes, doctores y hasta mecánicos de autos. Ministros y congresistas habían por miles pero vi pocos profesores. Entre esos pocos estaba Lincoln Arrunátegui, profesor de la escuela de mujeres ‘Virgen de la Asunción” quien había sido denunciado por tener relaciones con varias estudiantes. Obviamente la autoridad educativa debía de haberlo denunciado penalmente pero solo lo sancionó enviándolo a trabajar a una escuela del interior. Y lo peor es que no era la primera vez que había sido acusado por lo mismo. También vi a un director de una unidad educativa, Diógenes Lovato, a quien acudían jóvenes profesoras para pedirle trabajo y él las citaba en su oficina particular, en un hotel camino a San Antonio.
Después de andar unos minutos bajamos a una explanada. En el centro estaban dos grupos de diablos sentado en unos escaños de piedra. Alrededor había un público que apenas me vieron empezaron a hinchar por su equipo.
EL guía me presento al líder del grupo, un tal Asmodeus quien tenía en sus filas a diablos disfrazados de los peores Papas de la historia como el Papa Sergio III, Benedicto IX, Bonifacio VIII, Sixto IV e Inocencio VIII. El otro grupo estaba encabezado por un tal Balaam y conformado por los líderes más corruptos de la historia como Calígula, Hitler, Mussolini, Francisco Franco, Duvalier, Nixon, Bush y otros más.
La competencia consistía en pruebas difíciles de realizar por un demonio:
1. Convencer que cinco hombres y mujeres con comportamiento sexual compulsivo se aparten del vicio de la lujuria.
2. Hacer que diez glotones dejen el vicio de la gula.
3. Persuadir a diez dueños de corporaciones que dejen de ser avaros
4. Transformar a diez burócratas en buenos trabajadores
Si hubiera un empate se dirimiría con la quinta prueba:
5. Lograr que diez políticos tradicionales dejen sus intereses particulares y partidarios y trabajen armoniosamente.

Rogué que no sea necesario llegar hasta la última prueba porque ni Dios la podría realizar.

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