¡Me fui al infierno! … literalmente, de
verdad, a ese infierno de quemazón eterna.
Estaba haciendo mis horas de oficina
cuando se me presento el diablo pidiéndome entrar.
-Pase. Le dije cortésmente.
No lo reconocí, pensé que era un colega.
-Siéntese, ¿en qué le puedo ayudar?
-Soy el diablo y necesito que me ayude – me dijo con la voz
de Lord Vader.
Yo le sonreí amablemente esperando que
desmienta lo que había dicho con una sonora carcajada. Pero no, eso no ocurrió.
Me miro profundamente esperando mi respuesta.
-Es usted un colega, ¿no? Claro que lo
puedo ayudar pero no tiene que decir que es el diablo para que lo ayude.
-Soy el diablo y por lo visto no me
cree. Veremos si me cree ahora.
Frente a mis ojos se transformó en la
clásica figura del demonio con cacho y cola y tridente. Me quedé estupefacto.
-Talvez necesita otra prueba más
contundente.
Y se transformó en la imagen de
estampitas de Jesús con su túnica blanca y su cabello y barba castaños.
Pensé que me estaba hipnotizando y me
dije ¡qué tal fuerza magnética! Así que el seguí el juego.
-Bueno, le creo. Entonces, ¿Cómo le
ayudo?
-Tenemos una competencia allá abajo y
necesitamos un juez para que la dirima.
- Jueces en el infierno no le faltara,
¿no? Aquí hay tantos corruptos y coimeros, abajo tendrá miles a su disposición.
-Por lo mismo que son malos jueces
queremos que sea uno realmente imparcial.
Sonaba lógico. Tan lógico que estaba
pensando que se había escapado del manicomio y que por mi mala suerte había
aterrizado en mi oficina. Pero tenía que ser cauteloso, no vaya a ser que se
irrite y reaccione violentamente, Así que al menor descuido busco ayuda.
-¿Me ayudara?
-Claro.
-¿Nos vamos?
-Después de usted- le dije
Instantáneamente me encontré en una
enorme caverna oscura alumbrada por altas llamaradas de fuego. A lo lejos oí
lamentos y gritos destemplados de gente sufriendo algún tormento. En ese
momento se me fue la incredulidad. Me invadió un intenso pavor que me hizo
perder las fuerzas y doblar las rodillas. Pensé que no saldría vivo de allí o
que ya había muerto o que moriría allí. Me di cuenta que esas ideas era lo que
me causaba pavor, así que las aleje de mi mente y me concentré en lo que veía.
-Sígame – me ordenó el diablo.
Fuimos caminando por un estrecho sendero
con escaleras que descendían a enormes fosas. De allí surgían los gritos de
dolor. Atisbé por el filo del sendero y vi gente abrazada por llamas de fuego que no la carbonizaba pero si continuaban asándola.
-¿Por qué me eligieron a mí, un simple
profesor, habiendo abogados, juristas, científicos?
-No es que todos los profesores sean
unos “santos” pero como grupo son los más honestos.
Era cierto. Cuando eche una mirada a una
fosa vi muchos abogados, jueces, policías, expresidentes, doctores y hasta
mecánicos de autos. Ministros y congresistas habían por miles pero vi pocos
profesores. Entre esos pocos estaba Lincoln Arrunátegui, profesor de la escuela
de mujeres ‘Virgen de la Asunción” quien había sido denunciado por tener
relaciones con varias estudiantes. Obviamente la autoridad educativa debía de
haberlo denunciado penalmente pero solo lo sancionó enviándolo a trabajar a una
escuela del interior. Y lo peor es que no era la primera vez que había sido
acusado por lo mismo. También vi a un director de una unidad educativa,
Diógenes Lovato, a quien acudían jóvenes profesoras para pedirle trabajo y él
las citaba en su oficina particular, en un hotel camino a San Antonio.
Después de andar unos minutos bajamos a
una explanada. En el centro estaban dos grupos de diablos sentado en unos escaños
de piedra. Alrededor había un público que apenas me vieron empezaron a hinchar
por su equipo.
EL guía me presento al líder del grupo,
un tal Asmodeus quien tenía en sus filas a diablos disfrazados de los peores
Papas de la historia como el Papa Sergio III, Benedicto IX, Bonifacio VIII,
Sixto IV e Inocencio VIII. El otro grupo estaba encabezado por un tal Balaam y
conformado por los líderes más corruptos de la historia como Calígula, Hitler,
Mussolini, Francisco Franco, Duvalier, Nixon, Bush y otros más.
La competencia consistía en pruebas difíciles
de realizar por un demonio:
1. Convencer que cinco hombres y mujeres
con comportamiento sexual compulsivo se aparten del vicio de la lujuria.
2. Hacer que diez glotones dejen el
vicio de la gula.
3. Persuadir a diez dueños de
corporaciones que dejen de ser avaros
4. Transformar a diez burócratas en
buenos trabajadores
Si hubiera un empate se dirimiría con la
quinta prueba:
5. Lograr que diez políticos tradicionales
dejen sus intereses particulares y partidarios y trabajen armoniosamente.
Rogué que no sea necesario llegar hasta
la última prueba porque ni Dios la podría realizar.
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