viernes, 17 de febrero de 2017

Cecilia XXII

Voy a recoger a los chicos y los llevo a su práctica de futbol los martes y jueves y los sábados si tiene un partido contra otro colegio. Los lunes y miércoles viene el profesor que los está preparando para que no tengan problemas en la facultad de ingeniería y arquitectura  donde piensan estudiar.
Si, la vida parece ordenada, cada uno que otro sábado vamos a pasar una velada con nuestros mejores amigos. La pasamos bien también en las reuniones del club una vez al mes. Y a ver una que otra película de estreno al mes también divierte y comer pizza todos los viernes en la noche anima la semana en familia.
Mi esposo pone su parte para llevar bien la familia y tener una vida tranquila. Su trabajo en el departamento de contabilidad de una corporación mediana cubre con holgura nuestros gastos y pretensiones. Sus atenciones están bien organizadas con flores y una cena los días de San Valentín, celebración en la fecha de nuestro aniversario y mi cumpleaños. ¿Qué más puedo pedir? Y me dice que me quiere. Todo está bien.
Pero no, no todo está bien. Ayer mientras secaba la ropa puse la radio. Y escuche la canción Aubrey y no resistí y me puse a llorar, triste, triste, muy triste. Y lo recordé y recordé recuerdos que nunca viví. Esa es la prueba que no todo está bien.
Pero nada va a cambiar, así está destinado a ser, por las mil o millón de razones con que la realidad tejió esta red donde me hallo atrapada. Así será por toda la vida a menos que algo mueva la tierra de sus goznes. Así que cada vez que mi esposo me diga que me quiere, le responderé que ... yo también.


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