Voy a recoger a los chicos y los llevo a su práctica
de futbol los martes y jueves y los sábados si tiene un partido contra otro
colegio. Los lunes y miércoles viene el profesor que los está preparando para
que no tengan problemas en la facultad de ingeniería y arquitectura donde piensan estudiar.
Si, la vida parece ordenada, cada uno que otro sábado
vamos a pasar una velada con nuestros mejores amigos. La pasamos bien también
en las reuniones del club una vez al mes. Y a ver una que otra película de
estreno al mes también divierte y comer pizza todos los viernes en la noche
anima la semana en familia.
Mi esposo pone su parte para llevar bien la familia y
tener una vida tranquila. Su trabajo en el departamento de contabilidad de una
corporación mediana cubre con holgura nuestros gastos y pretensiones. Sus
atenciones están bien organizadas con flores y una cena los días de San Valentín,
celebración en la fecha de nuestro aniversario y mi cumpleaños. ¿Qué más puedo
pedir? Y me dice que me quiere. Todo está bien.
Pero no, no todo está bien. Ayer mientras secaba la
ropa puse la radio. Y escuche la canción Aubrey y no resistí y me puse a llorar,
triste, triste, muy triste. Y lo recordé y recordé recuerdos que nunca viví. Esa es la prueba que no todo está bien.
Pero nada va a cambiar, así está destinado a ser, por las
mil o millón de razones con que la realidad tejió esta red donde me hallo
atrapada. Así será por toda la vida a menos que algo mueva la tierra de sus
goznes. Así que cada vez que mi esposo me diga que me quiere, le responderé que ... yo también.
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