Nos reunimos todo
el grupo en la estación de ómnibus que iba a Huaraz. Íbamos a tocar en Caraz
por el aniversario del colegio Antonio Núñez de Manolo. EL colegio cumplía 50 años
y nos había invitado el cholo Edgar, antiguo alumno de la escuela y ahora maestro
de lenguaje y literatura. EL cholo también cantaba bien y hasta había sido
locutor de la radio local.
EL viaje duro seis horas a Huaraz y
de allí dos a Caraz. Edgar tenía tres casas en Caraz, así que nos dio una que
estaba desocupada y que estaban refaccionando. La casa era de dos pisos y
quedaba en una esquina. Tenía una pequeña sala en la entrada seguida de una
sala más amplia, luego un comedor y al fondo la cocina. Entre el comedor y la
cocina había un patio, los cuartos estaban arriba. Como no estaba terminada de
arreglar acondicionaron la sala de estar en un dormitorio y la sala más grande
en otro, donde dormiríamos Héctor, Charango, Chullo, Chara y yo. En la sala
chiquita dormiría Norka.
-¿Quien vivía aquí?-pregunté por preguntar a Edgar.
-Estaba
desocupada por años, por eso la estamos arreglando.
Era ya las diez
de la noche así que nos acomodamos para dormir. Solo había luces en las dos
habitaciones ósea que para ir al baño teníamos que afinar la vista. Nos
dormimos sin sentir, suavemente, seguramente cansados por el viaje.
En medio del sueño
un quejido me despertó. Era gutural, grave, adolorido y extendido en el tiempo.
Paré la oreja para saber que había escuchado. Talvez mi imaginación la había
producido, pensé; talvez salió de mi propio sueno. Volví a dormir. Otra vez el
quejido me despertó, pero esta vez se quedó allí y permaneció hasta que yo
estuve totalmente consiente. No fue mi imaginación, alguien se queja, ¿quién
puede ser? ¿dónde está? Miré alrededor …todos siguen durmiendo. Una tenue luz
entraba por el tragaluz de las ventanas altas de la sala que alumbraba hasta
medio patio y después, la oscuridad. Recosté mi cabeza otra vez en la almohada
y sin dormirme volvió otra vez el quejido a escucharse. Me levanté de pronto, a la vez se levantó
Charango.
-¿Escuchaste? –
le pregunte.
-Sí, ¿tú también?
-Si, yo pensé
que estaba soñando
-Yo también.
Prendimos la
luz. Todos se despertaron.
-Están penando
–dijo Chara
-¿Lo escuchaste?
–le pregunto Chullo
-El quejido
viene de afuera –dijo Héctor.
Todos habían escuchado
el quejido para nadie lo había revelado.
-¿Y Norka?
-¡Norka!
–gritamos y fuimos a su cuarto. Prendimos la luz y la encontramos metida debajo
de cuatro frazadas
-Norka, ¿tu también
escuchaste?
-Si –dijo
temblando
-No quería ni
respirar de miedo
-Sigo pensando
que el quejido viene de afuera. Talvez alguien nos quiere jugar una broma –
dijo Héctor
-¡Que vayan
hacer la broma a su abuela!
-Yo escucho el
quejido adentro de la casa, por el patio –dijo Chara
-Mejor vamos a
seguir durmiendo. Ya son las dos. Mañana vemos que era –hablo Héctor
Apagamos la luz
y nos echamos a dormir, con ansiedad.
Paso un momento,
no se oía nada. Hasta que, otra vez el quejido, más largo y presente. Me
levante rápidamente, abri la puerta de entrada y busque con mi vista al
supuesto bromista que nos estaba fastidiando. No habia ni un alma.
-No hay nadie
afuera. EL sonido viene de adentro.
Charango prendió
todas las luces que habían que solo eran dos luces mortecinas.
-¡Esta esta feo!
–dijo Héctor.
-Mejor vamos a
dormir todos juntos en el cuarto de Norka.
A le alegro la
idea. Así que sacamos los colchones de las camas y los pusimos en el suelo de
la salita de entrada.
-Ahora si, vamos
a dormir –dijo Héctor
Nos echamos y no
escuchamos nada. Busque con mis ojos en la oscuridad del cuarto, vi algo en el
techo, talvez una sombra, una imagen que se acerca. Traspasé la oscuridad el
patio y no vi nada. Sentía una presencia, negra, revolviéndose por los rincones
oscuros de las habitaciones. Nos dormimos y de pronto el quejido se escuchó,
esta vez bien cerca, como si estuviera dentro del cuarto. Ya no tenía sentido
ir a algún lado. Todos nos levantamos.
-Yo no paso una
noche más aquí – gritó Norka
-El cholo Edgar
nos ha puesto en una casa que penan – dijo Chara.
-¿Tú crees? –inquirió
Charango.
-El que pena es
un hombre y sufre de dolor –comentó Chullo.
-No me importa
que sea hombre o mujer, yo no voy a dormir otra vez aquí –volvió a decir Norka
-Bueno, ya va
amanecer. Dormiremos con la luz prendida y en la mañana le contamos a Edgar.
Nos quedamos
callados, nos hundimos y abrigamos en las camas dejando descubierto, un solo
ojo avizor. Una pesadilla se había materializado y nos acunó en un lecho de pavor.
Ya de día fuimos
a contarle a Edgar.
-Edgar, en esa
casa penan.
Edgar reflexionó un momento y nos habló.
-No les quise
decir que había rumores que en esa casa penaban. Siempre pensé que eran habladurías
de la gente provinciana. Hasta trabajadores que arreglaban la casa se han
marchado pero pensé que era una histeria colectiva, una idea contagiosa.
Entonces no les dije nada a ustedes para que no se sugestionaran. Pero no se
preocupen los pondré en otra casa.
Chullo y yo
volvimos en la tarde para recoger nuestras cosas y nos internamos en un pasaje
que da a la espalda de la casa.
-Esta es una
comisaria –dijo Chullo señalando un local de la Policía de Investigaciones del Perú.
-De repente de allí
salían los gritos.
-No, los gritos
eran de un muerto o muertos que han muerto aquí, seguramente torturados y que
sus almas no descansan en paz.
-Es muy posible.
¡Vámonos Chullo! No podemos hacer nada aquí.
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