lunes, 13 de abril de 2020

Caraz dulzura


Nos reunimos todo el grupo en la estación de ómnibus que iba a Huaraz. Íbamos a tocar en Caraz por el aniversario del colegio Antonio Núñez de Manolo. EL colegio cumplía 50 años y nos había invitado el cholo Edgar, antiguo alumno de la escuela y ahora maestro de lenguaje y literatura. EL cholo también cantaba bien y hasta había sido locutor de la radio local.
            EL viaje duro seis horas a Huaraz y de allí dos a Caraz. Edgar tenía tres casas en Caraz, así que nos dio una que estaba desocupada y que estaban refaccionando. La casa era de dos pisos y quedaba en una esquina. Tenía una pequeña sala en la entrada seguida de una sala más amplia, luego un comedor y al fondo la cocina. Entre el comedor y la cocina había un patio, los cuartos estaban arriba. Como no estaba terminada de arreglar acondicionaron la sala de estar en un dormitorio y la sala más grande en otro, donde dormiríamos Héctor, Charango, Chullo, Chara y yo. En la sala chiquita dormiría Norka.
-¿Quien vivía aquí?-pregunté por preguntar a Edgar.
-Estaba desocupada por años, por eso la estamos arreglando.
Era ya las diez de la noche así que nos acomodamos para dormir. Solo había luces en las dos habitaciones ósea que para ir al baño teníamos que afinar la vista. Nos dormimos sin sentir, suavemente, seguramente cansados por el viaje.
En medio del sueño un quejido me despertó. Era gutural, grave, adolorido y extendido en el tiempo. Paré la oreja para saber que había escuchado. Talvez mi imaginación la había producido, pensé; talvez salió de mi propio sueno. Volví a dormir. Otra vez el quejido me despertó, pero esta vez se quedó allí y permaneció hasta que yo estuve totalmente consiente. No fue mi imaginación, alguien se queja, ¿quién puede ser? ¿dónde está? Miré alrededor …todos siguen durmiendo. Una tenue luz entraba por el tragaluz de las ventanas altas de la sala que alumbraba hasta medio patio y después, la oscuridad. Recosté mi cabeza otra vez en la almohada y sin dormirme volvió otra vez el quejido a escucharse. Me levanté de pronto, a la vez se levantó Charango.
-¿Escuchaste? – le pregunte.
-Sí, ¿tú también?
-Si, yo pensé que estaba soñando
-Yo también.
Prendimos la luz. Todos se despertaron.
-Están penando –dijo Chara
-¿Lo escuchaste? –le pregunto Chullo
-El quejido viene de afuera –dijo Héctor.
Todos habían escuchado el quejido para nadie lo había revelado.
-¿Y Norka?
-¡Norka! –gritamos y fuimos a su cuarto. Prendimos la luz y la encontramos metida debajo de cuatro frazadas
-Norka, ¿tu también escuchaste?
-Si –dijo temblando
-No quería ni respirar de miedo
-Sigo pensando que el quejido viene de afuera. Talvez alguien nos quiere jugar una broma – dijo Héctor
-¡Que vayan hacer la broma a su abuela!
-Yo escucho el quejido adentro de la casa, por el patio –dijo Chara
-Mejor vamos a seguir durmiendo. Ya son las dos. Mañana vemos que era –hablo Héctor
Apagamos la luz y nos echamos a dormir, con ansiedad.
Paso un momento, no se oía nada. Hasta que, otra vez el quejido, más largo y presente. Me levante rápidamente, abri la puerta de entrada y busque con mi vista al supuesto bromista que nos estaba fastidiando. No habia ni un alma.
-No hay nadie afuera. EL sonido viene de adentro.
Charango prendió todas las luces que habían que solo eran dos luces mortecinas.
-¡Esta esta feo! –dijo Héctor.
-Mejor vamos a dormir todos juntos en el cuarto de Norka.
A le alegro la idea. Así que sacamos los colchones de las camas y los pusimos en el suelo de la salita de entrada.
-Ahora si, vamos a dormir –dijo Héctor
Nos echamos y no escuchamos nada. Busque con mis ojos en la oscuridad del cuarto, vi algo en el techo, talvez una sombra, una imagen que se acerca. Traspasé la oscuridad el patio y no vi nada. Sentía una presencia, negra, revolviéndose por los rincones oscuros de las habitaciones. Nos dormimos y de pronto el quejido se escuchó, esta vez bien cerca, como si estuviera dentro del cuarto. Ya no tenía sentido ir a algún lado. Todos nos levantamos.
-Yo no paso una noche más aquí – gritó Norka
-El cholo Edgar nos ha puesto en una casa que penan – dijo Chara.
-¿Tú crees? –inquirió Charango.
-El que pena es un hombre y sufre de dolor –comentó Chullo.
-No me importa que sea hombre o mujer, yo no voy a dormir otra vez aquí –volvió a decir Norka
-Bueno, ya va amanecer. Dormiremos con la luz prendida y en la mañana le contamos a Edgar.
Nos quedamos callados, nos hundimos y abrigamos en las camas dejando descubierto, un solo ojo avizor. Una pesadilla se había materializado y nos acunó en un lecho de pavor.
Ya de día fuimos a contarle a Edgar.
-Edgar, en esa casa penan.
Edgar reflexionó un momento y nos habló.
-No les quise decir que había rumores que en esa casa penaban. Siempre pensé que eran habladurías de la gente provinciana. Hasta trabajadores que arreglaban la casa se han marchado pero pensé que era una histeria colectiva, una idea contagiosa. Entonces no les dije nada a ustedes para que no se sugestionaran. Pero no se preocupen los pondré en otra casa.
Chullo y yo volvimos en la tarde para recoger nuestras cosas y nos internamos en un pasaje que da a la espalda de la casa.
-Esta es una comisaria –dijo Chullo señalando un local de la Policía de Investigaciones del Perú.
-De repente de allí salían los gritos.
-No, los gritos eran de un muerto o muertos que han muerto aquí, seguramente torturados y que sus almas no descansan en paz.
-Es muy posible. ¡Vámonos Chullo! No podemos hacer nada aquí.

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