-Escogí al hombre equivocado como esposo. Debo de
reconocer mi error. Era muy joven y quería dejar de ser hija, dejar la tutela
de mi padre, dejar la casa familiar para tener mi propia casa, mi propia
familia y ser independiente. No tuve experiencia, solo tuve un enamorado quien
se convirtió en mi esposo. Pero me engañe, pase a depender de mi esposo. Tengo
una familia, dos hijos pero no soy feliz.
-Cecilia, tu experiencia de vida es común entre las
mujeres de nuestra generación. Es cierto, queríamos vivir nuestras propias
vidas, pero también estábamos condicionadas por las costumbres que la sociedad
esperaba de nosotras. No tener muchas relaciones sentimentales era lo mejor, inclusive
si llegabas virgen al matrimonio era lo esperado.
¿Cuándo te diste cuenta que algo no estaba bien en tu
matrimonio?
-No te puedo decir exactamente cuando. Ocurrió poco a
poco. Me di cuenta claramente cuando ya no me hallaba contenta conmigo misma.
Es como si a través del tiempo, poco a poco hubiera dejado de ser yo. De
repente me di cuenta que me sentía mejor con amigos y familiares, con quienes reía
y bromeaba, que junto con mi esposo. Al principio pensé que renunciar a mi forma de ser era un sacrificio
que toda persona casada debía de hacer por la armonía del matrimonio. Pero veía
que mis amigas no tenían que hacer ese sacrificio y mucho menos lo hacia mi
esposo. No me sentía a gusto con mi papel de esposa sacrificada. Pero ya no podía
ser yo. Y lo peor, es que se me hacía cada día más difícil representar mi papel
frente a los demás. Entonces encontré en el licor una ayuda para estar contenta y mostrarme
feliz en mi matrimonio. Lo contradictorio es que yo al principio censuraba a mi
esposo que tomara, lo que ahora yo he aceptado como
necesario para sentirme bien.
-¿Recuerdas algún detalle preciso?
-Me empezó a incomodar que mi esposo corrigiera algo
que decía o que hacía que a él no le parecía adecuado. Yo aceptaba eso pensando
que se debía al amor que me tenía lo que le animaba a querer que yo me superara
como persona. Pero cuando yo le sugería algo, él no la aceptaba. Así, poco a
poco llego a controlar mis actos y mis pensamientos.
-¿Por qué lo dejaste?
Porque pensé que era más inteligente que yo. De alguna
manera me lo hacía saber. Cada vez que discutíamos por algo, yo siempre
terminaba aceptando que era mi culpa.
-Amiga, siento mucho que no seas feliz. Voy hacer todo
lo posible para ayudarte. Primero déjame decirte que tú misma te has percatado
cuales son los problemas que atraviesa tu matrimonio. Esa es la parte más difícil
y es el comienzo para encontrar la solución. Por eso te felicito y juntas vamos
a encontrar el modo de cambiar tu situación para bien.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario