III
Yo
sabía que estaba enamorado de Cecilia pero no sabía si ella sentía lo mismo por
mí. Mi sueño me decía que su alma ya lo sabía pero ¿lo sabía ella en realidad?
Una noche fui a su casa, no recuerdo
porque motivo, ¡ah sí! era un favor. Apenas entré se puso a hablarme, a
preguntarme, toda sonriente, tan cerca de mi rostro y tan rápidamente que tuve
que retroceder. Recuerdo que le mentí tres veces.
-Estoy
bien.
¡Que
iba a estar bien! Si me estaba muriendo por ella, literalmente.
-No
me costó nada.
El
favor me costó harto trabajo
-¿Seguro?
¿No me estas mintiendo?
-No,
para nada.
Claro
que le mentía.
Me
acompañó a la puerta para despedirme y sin pensar aproveché para abrazarla y se
dejó. Le di un beso de despedida que casi se lo doy en sus labios en lugar de
la mejilla. El beso fue brusco pero tierno pero tuve que soltarla apuradamente
cuando su hermana menor apareció.
Aún
tengo la sensación de su torso en mis manos y el roce de su mejilla en mis labios.
Me pregunto si eso significó algo para ella. Pero no lo sé. ¿A quién preguntar si
nunca nadie supo que la quería?
Volví a su casa en diciembre a la fiesta
de cumpleaños de su hermana. Era una fiesta en penumbras, a todo dar, con luces
y con un conjunto de rock. A tientas la busqué, en la sala, en el jardín y en el
comedor. Hasta que la vi y me vio y por un momento el tiempo se congeló. Vi
profundo en ella y ella en mí. Pero la vi sentada con chicos a su alrededor. ¡Bah!
cualquier chico no era más que una disonancia en una bella canción. Había ido a
esa fiesta solo para verla. Y la vi. Y ya no había otra razón para estar allí. Y
me fui.
Pero no dejaba de buscarla en sus sueños y
entonces ¡hela allí! Fresca como la
brisa en las tardes de verano, risueña como una sonaja, abrupta e inquieta como
el rio que baja de la sierra en el estío. Nos sentamos y le tomé la mano. Esa
noche quería que ella entendiera que la amaba en sus sueños y también en la
realidad. Entonces le dije:
-
Estos ojos con que la miro complacen mi ser y endulzan mi alma. Tuve la suerte
de sentir la sutil ternura que escondía su alma. ¿Ha leído alguna vez el libro del amor? ¿De mi
amor? Sino, leería con que ternura miraría al ser amado, las tiernas caricias que
mi mano proveerían, en la frente, en la faz de su rostro, en su sien.
Mis
palabras le deleitaban, lo sentía cuando ella apretaba levemente mi mano cuando
le hablaba. Tomado de su mano volvía a la vigilia, a la realidad.
Al
notar su agrado por mis palabras una
noche decidí ser más sincero con Cecilia y le expresé mis sentimientos.
- Siento un dulce veneno que hace estragos en
mi cuerpo, en mi mente. No dejo que fácilmente se posesione de mí y resisto
firmemente. Pero ya no encuentro refugio en la sensatez. Sé que solo dejándome
caer en el abismo de esta pasión descansaría realmente. Mi única alternativa es
convertirme en una cosa, un objeto, en
nada. Y vivir la triste y tranquila vida de los que se rehúsan a amar hasta la
muerte. ¡Que fatalmente triste! Sé que ignoras el tanto daño que puede causar
tu ser en la vida de tu semejante, aunque éste se encuentre lejano, distante.
Si pudiera hacerte entender, que no debes de tomar los sentimientos profundos
hacia ti tan ligeramente, pero… ¿Qué si apelo al sagrado mandamiento que nos
dejó el Crucificado y me amas como ÉL dijo que amaras a tu prójimo,
cristianamente?
Y me desperté complacido deseando que mi amor haya podido haber
cruzado la barrera de los sueños y se hubiera transformado finalmente en
realidad.
Pero la realidad es algo de la cual nunca
debemos de fiarnos. ¿Acaso no se sabe que la realidad es pérfida y asesina? ¿No
es cierto que traiciona y mata nuestros sueños?
En
la mañana siguiente me enteré que Cecilia había aceptado a un chico como su
enamorado.
¿Cómo pudo eso suceder? ¿Si yo era su amor
verdadero? ¿Cómo no podría serlo si no sintiera el amor que siento? Porque un amor así no es solo verdadero, es mágico.
Es una fusión de dos almas que aceptan con fe de que no van a arder, que al
saltar al vacío no se han de matar, de enfrentar el reto de reconocerse el uno
al otro, que son el uno para el otro, que no habrá rompimiento, no habrá temor,
que solo habrá respeto y amor.
Pero ni Cecilia ni yo nos dimos cuenta que
nuestra conversación en los sueños se
guardaba en el corazón y nuestros corazones lo sabían todo, de la
realidad del mundo y del amor. Tragedia fue que ella no escuchó a su corazón decirle
que esperara y yo no escuché al mío decirme que confiara.
MMK
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