Cuando se es adolescente no se entiende para que sirven
realmente los estudios. No nos hacemos esa pregunta, solo obedecemos la orden
de ir a la escuela, es nuestra obligación. Pero todo lo que queremos es
divertirnos y eso significa no tener obligaciones. Y los mayores son los que
deciden que es importante y necesario hacer, sin contar con nuestra opinión.
Porque ¿qué tiene de malo no tender la cama? ¿No arreglar su cuarto? Así que
nuestra tarea es estudiar, aunque eso no nos entusiasme mucho por más que nos
digan que es para que podamos ser lo que queramos cuando seamos grandes. No es
que no deseáramos ser doctores o ingenieros o policías o bomberos. Pero eso era
algo muy remoto en el tiempo, a años luz de nuestras pequeñas vidas, eso era ser “alguien” en el tiempo futuro pero no éramos nosotros en el presente. Todo
lo que queríamos era jugar, jugar todo el día y la noche si fuera posible,
andar con los amigos, mirar a las chicas, pasear, gastar lo que teníamos de
más, nuestra energía.
Pero hice mi
obligación, termine mi secundaria, seguí la universidad y termine un
bachillerato en biología. Todo eso sin olvidar a Cecilia.
Rara vez la veía. Vivíamos en mundos diferentes con
diferentes almas. Pero siempre tenía un tiempo para preguntarme que estaría
haciendo, imaginando ir a verla, andando por las calles juntos. En esa vida sin
Cecilia muchas veces el nuevo día me sorprendía vagando por calles lúgubres y
peligrosas o por parques floridos pero vacíos. Y en mi vagabundear solitario y
perdido, una melodía resonaba en mis sienes, Aubrey. No, no me entristecía
escucharla, era un réquiem, era la
música que acompañaba el duelo de una
pena en mi existencia. Claro que tuve chicas, unas más lindas y preciosas que
Cecilia, alguna mucho más inteligente y lista que ella. No es que Cecilia fuera
tonta o no fuera inteligente. Era lista y cándida a la vez, eso la hacía súper
para mí.
Se me
presentó la oportunidad de estudiar afuera. Y que suerte que decidir viajar
justo cuando me entere que Cecilia se iba a casar.
Me hicieron
una fiesta de despedida y Cecilia asistió.
-Te deseo
mucha suerte – me dijo abrazándome.
-Gracias
Cecilia (Te voy a extrañar mucho, le dije para mis adentros).
Ya han
pasado cinco años y tu imagen no se ha borrado de mí. Te extraño, que lo sepas
quiero si eso tiene algún valor para ti. Extraño no lo extraordinario de ti,
extraño los miles de minúsculos detalles que te hacen tú. No sé entre ellos
cual añoro más pero tu sonrisa es el que me gana. Ya demasiado te he extrañado
que tu recuerdo se ha desgastado en mi memoria. Tu ausencia en mí, es como si
te hubieras… pero no te has muerto, pero mi duelo es parecido a como si lo
estuvieras. Pocas cosas he cumplido en mi vida cabalmente, pero lo que no te
dije, que te iba extrañar mucho, lo he cumplido diligentemente.
Ahora sé que
el amor entre Cecilia y yo no estaba destinado a ser, sino lo hubiera sido de
cualquier manera. Y ya no lo será, no en esta vida.
*
Para amar
bien, el hombre tiene que amar como hombre y mujer a la vez.
MMK
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