Sus plantas siente el duro suelo ennegrecido por la brea.
Guirnaldas de luciérnagas pendían a lo largo del negro rio. Sus pasos rebotan prístinos
en la losa. Su vista alcanza más de doscientos metros hasta la cima de la
colina. -Lo cruzo- se dijo. Se adentró en la franja rocosa y oscura, sin
arbustos, ni yerba, ni árboles. De pronto, a mitad del cruce, le llama la
atención dos soles que se acercan raudo. Son esplendorosos y brillantes como el día. Se queda quieto, fascinado de la maravilla de ver las luces alumbrando
en la cerrada y oscura noche, como preguntándose ¿Cómo es eso posible? Los ve
venir y sus fulgurantes rayos empiezan a enceguecerlo. Están ya frente a él,
cuando de repente siente un atroz golpe y ya no ve más…
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