lunes, 4 de mayo de 2020

Chara El Inka





Chara creía que fue un Inca.
Vivía en el Cuzco, con sus abuelos hasta los veinticuatro años cuando se vino para la costa.
Andaba por la Lima con un porte de Inca con la cabeza levemente alzada, con su cabello lacio, largo hasta los hombros cuando ya había pasado la moda hipie.  Media casi un metro ochenta de estatura que lo distinguía de la media peruana. Mostraba un tórax amplio y abdomen prominente. Dueño de un aire señorial, su modesta ropa discrepaba de su natural talante de nobleza que tenía. Además, hablaba el quechua cuzqueño, gutural y enfático. Si, se manejaba como un Inca solo puede hacerlo. Vino con la herencia innata de la nobleza incaica y el don de estar afinado con las expresiones de la cultura andina. Pero Chara sufría en esta vida. Sufría porque Chara estaba hecho para mandar y para ser reverenciado, pero nadie, mejor digo pocos, corrijo, solo yo, lo reconocía como Inca.
Un día estábamos comiendo empanadas bolivianas en Cailloma, al lado del Centro folklórico del Magisterio.
-Tú podrías representar al Inca en el Inti Raymi- le dije.
- Hice de Inca hace tres años.
Chara era robusto sin ser corpulento, tenía color cetrino con una nariz aguileña y cabello rebelde negro ¡Claro que podía hacer de Inca!
-El actor Arenas quiso hacer de Inca el año pasado- le conté.
-No pudo hacerlo porque no hablaba quechua.
En ese instante lo imagine a Chara en Sacsayhuaman, entrando en la explanada, precedido por las ajllas que iban rociando flores a su paso, y por los pichaq, que con escobas de paja espantaban a los malos espíritus. Era llevado en andas, vestido con el unko y un manto que llevaba como capa, y en la cabeza la borla real estaba atada a la Mascaypacha de oro ceñida a su frente. Iba con la mano derecha saludando a la gente, con un rostro adusto y serio.
- ¿No has pensado serlo otra vez, este año?
-Hace falta mucha vara – dijo con cierta pena
- ¿Del varayoc?- trate de bromear
-¡No!- respondió secamente, mejor dicho, agriamente. Quería ser alegre, pero un dolor antiguo, de siglos se lo impedía. Su risa era realmente una mueca de resignación.
Entonces lo imagine como Waman Poma, deambulando por el territorio del Perú, reclamando lo que ya no era suyo.
                                              
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