sábado, 23 de mayo de 2020

Visión de los vencidos





Por lo general, cuando se nos habla del descubrimiento, la conquista y la colonización de nuestros aborígenes, se hace desde el punto de vista del descubridor, del conquistador, del colonizador. En los poemas compuestos a la usanza antigua, por algunos de los pocos cuicapicque o poetas nahuas sobrevivientes, la conquista se visualiza desde el punto de vista del aborigen descubierto, del conquistado, del colonizado.                                                                                                               
Estos poemas son ejemplos de los llamados icnocuícatl, "cantos tristes", o elegías, que describen los últimos días del sitio de Tenochtitlan, cómo se perdió el pueblo mexícatl y la reacción de los mexicas, al contemplar destruído su mundo y su forma de vida antigua.
Siempre se ha querido glorificar la invasión europea de las Américas, pero aquí tenemos un testimonio de los que sufrieron esta invasión “Y todo esto paso con nosotros, nosotros lo vimos”. Y lo que sintieron no fue nada feliz: “Con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados”. Y ellos están entristecidos por la destrucción de su ciudad, de su gente: “Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están salpicados los sesos”. Si la destrucción material es penosa, el sometimiento moral por la valoración de su gente y sus valores es más que desesperante: “sólo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa. Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado . . .”.

Al final los mexicatl, los aztecas aceptan un designio que está más allá de sus voluntades, porque es un destino decidido por una entidad más grande que ellos: “Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida en Tlatelolco. . .”

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