Por lo general,
cuando se nos habla del descubrimiento, la conquista y la colonización de
nuestros aborígenes, se hace desde el punto de vista del descubridor, del
conquistador, del colonizador. En los poemas compuestos a la usanza antigua,
por algunos de los pocos cuicapicque o poetas nahuas sobrevivientes, la
conquista se visualiza desde el punto de vista del aborigen descubierto, del
conquistado, del colonizado.
Estos poemas son
ejemplos de los llamados icnocuícatl, "cantos tristes", o elegías,
que describen los últimos días del sitio de Tenochtitlan, cómo se perdió el
pueblo mexícatl y la reacción de los mexicas, al contemplar destruído su mundo
y su forma de vida antigua.
Siempre se ha
querido glorificar la invasión europea de las Américas, pero aquí tenemos un
testimonio de los que sufrieron esta invasión “Y todo esto paso con nosotros,
nosotros lo vimos”. Y lo que sintieron no fue nada feliz: “Con esta lamentosa y
triste suerte nos vimos angustiados”. Y ellos están entristecidos por la
destrucción de su ciudad, de su gente: “Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas, y en las
paredes están salpicados los sesos”. Si la destrucción material es penosa, el
sometimiento moral por la valoración de su gente y sus valores es más que
desesperante: “sólo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa. Oro,
jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue
estimado . . .”.
Al final los
mexicatl, los aztecas aceptan un designio que está más allá de sus voluntades,
porque es un destino decidido por una entidad más grande que ellos: “Esto es lo
que ha hecho el Dador de la Vida en Tlatelolco. . .”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario