lunes, 17 de abril de 2017

Cecilia XXVIII


La percepción del tiempo varía de acuerdo a la edad del que percibe. Para los niños de seis, siete u ocho años de edad, decirles que el próximo mes van a ir de paseos, por ejemplo, es decirles que en un año se llevará a cabo; y si le dices en una semana para ellos es una mes. Al contrario, cuando se tiene como cincuenta o más, una semana es pronto y un año se va volando. Lo mismo ocurre cuando percibimos el tiempo bajo un sentimiento o emoción. Así ocurre  que el beso que damos cuando estamos enamorados dura una eternidad o cuando en trance de perder la vida, toda nuestra historia pasa por nuestros ojos en contados segundos. Pero también esa apreciación del tiempo difiere entre el sexo masculino y femenino.
Era diciembre, en los días cercanos a la Navidad. Fuimos Celicia y yo a Nueva York para ver a las “Rockettes”, en el Radio City Music Hall. Esta compañía de ballet es famosa porque cada diciembre abre sus funciones donde muestra la precisión de sus rutinas. Una de ellas es cuando todas las bailarinas al unísono levantan sus pies hasta la altura de sus ojos. Yo había comprado los boletos para la función de las nueve de la noche y ya eran las ocho y media. Nuestro hotel no estaba lejos del teatro, solo teníamos que caminar cinco cuadras, llegar y hacer nuestra fila para entrar. Teníamos el tiempo justo y suficiente. Pero Cecilia tenía otra idea en mente.
-Mira, allí hay una cafetería. Quisiera tomar un café machiato – Me dijo.
- ¿Qué tal si tomamos el café después de ver las Rockettes?- Le pregunté.
-Quiero tomarlo ahora- Me replicó.
-¿Quieres tomar el café ahorita?- Medio que quería insinuarle que podría ser  
  después.
-Sí, ¡ahoritita!
Entonces entendí claramente en que tiempo lo quería.

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