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Todo empezó en 2009 cuando el Emirato de Qatar propuso, impulsado por
Estados Unidos con objeto de reducir el control de Rusia sobre la energía de
Europa, la construcción de un gran gasoducto de casi 5.000 kilómetros para
enviar el gas natural qatarí a Europa a través de Arabia Saudí, Jordania, Siria
y Turquía. El presidente sirio, Bashar al-Asad, rechazó el proyecto al entender
que perjudicaba los intereses gasistas de su aliado ruso, el mayor proveedor de
gas natural al viejo continente. Apenas un año después, Al-Asad comenzó a
negociar con Irán la construcción de un gasoducto alternativo que llevaría el
gas iraní del campo de South Pars a Europa a través de Irak, Siria y Turquía.
Qatar, apoyado por Estados Unidos, propuso construir un gasoducto de
5.000 kilómetros hasta Europa para dar un golpe mortal a la mayor fuente de
ingresos de la economía rusa. Putin dio su visto bueno al proyecto, ya que
tenía un mayor control tanto sobre su aliado sirio como sobre el régimen iraní.
En esa época los medios de comunicación especializados publicaron que Damasco y
Moscú trabajaban juntos para bloquear el gasoducto qatarí. Los expertos afirman
que esa fue la “semilla” de la Tercera Guerra Mundial en la que nos encontramos
inmersos.
Derrocar al régimen de Damasco
Obama entró en escena y vio que la única forma de seguir adelante con el
gasoducto qatarí y de acabar con la principal fuente de financiación de la
economía rusa, junto con las exportaciones de petróleo, era derrocar al régimen
de Al-Asad. La operación permitía, de paso, neutralizar el gasoducto iraní. De
ahí que uno de los objetivos de las negociaciones entre Washington y Teherán
sobre el programa nuclear iraní, acuerdo que incluía el levantamiento de las
sanciones económicas contra Irán, era convencer a los líderes iraníes de que
desistieran del proyectado gasoducto.
Para mantener su control sobre el mercado de la energía en Europa, Putin
debe atender a dos frentes: Ucrania, con el Gobierno de Kiev apoyado por
Estados Unidos y la OTAN, y Siria con el Estado Islámico o Daesh y una miríada
de grupos de oposición luchando para acabar con el régimen de Damasco.
Europa, la guerra en casa
Por su parte, Europa se marcó como prioridad limitar la dependencia de
Rusia y veía en el gasoducto qatarí la solución, confiada en que Estados Unidos
resolvería sobre la marcha los problemas que surgieran. Los dirigentes de
Bruselas nunca llegaron a pensar que buscar un suministro de gas alternativo
nos traería la guerra a casa de la mano del yihadismo. Estados Unidos decidió
derrocar al dictador sirio para posibilitar el gasoducto, pero no contó con el
apoyo incondicional del Kremlin a Al-Asad. Para terminar con la dictadura de
Bashar al-Asad, a Estados Unidos no se le ocurrió mejor estrategia que apoyar
al Estado Islámico, al Frente al-Nusra (la franquicia de Al-Qaeda en Siria) y a
otras organizaciones afines. Un apoyo que, a juicio de analistas y expertos, se
les ha ido de las manos.
Príncipes saudíes y qataríes financian el Daesh
Príncipes saudíes y qataríes han financiado generosamente desde el
principio a los yihadistas salafistas del Daesh que, en paralelo, han ido
engrasando sus propios mecanismos de autofinanciación, como la venta al clan
Erdogan del petróleo que extraen y refinan en los territorios de Irak y Siria
bajo su control.
Putin ha destapado la venta a Occidente de miles de barriles de petróleo
diarios con los que el Estado Islámico se financia Occidente hacía oídos sordos
hasta que Rusia ha destapado mediante contundentes pruebas fotográficas el contrabando
de cientos de miles de barriles diarios cuya venta, por debajo del precio del
mercado, ha llenado en los tres últimos años las arcas del Daesh. Tras año y
medio de teóricos bombardeos contra los islamistas por parte de la coalición
internacional liderada por Estados Unidos, la opinión pública mundial descubre
el pasado verano que mayoritariamente se bombardeaba al Ejército de al-Asad y
que los terroristas, bien pertrechados de armamento, campaban por sus respetos
controlando cada vez mayor territorio sirio e iraquí.
Moscú dinamita el Estado Islámico
Descubierto el pastel, el pasado 30 de septiembre Putin decide
intervenir y envía sus aviones de combate más modernos. En apenas ocho semanas
liquida la mayoría de los puestos de mando y las infraestructuras del Daesh y
terroristas afines. Obviamente, sus bombarderos protegen al Ejército de
al-Asad, que comienza a recuperar y asegurar zonas del oeste de Siria, el
territorio más poblado y feraz del país frente a un este desértico.
Comportamiento que desata el nerviosismo de Estados Unidos, que ve cómo el
escenario cambia de signo a favor de Rusia, Irán y China.
Asimismo es evidente, según coinciden la mayoría de analistas, que la
presencia rusa en Siria -al margen de las importantes facilidades militares que
al-Asad otorga a Putin con la base naval de Tartus y la aérea de Jmeimim-, está
dirigida a defender los intereses económicos de Moscú, impidiendo la
construcción del gasoducto qatarí.
Una descripción ilustrativa del papel determinante del gas en la guerra
civil siria la aporta el analista ruso Dmitry Minin, quien escribía en mayo de
2013: “En cualquiera de las dos rutas que tome el gasoducto, Siria termina
siendo un eslabón clave en esta cadena que ahora se inclina a favor de Irán y
Rusia, por eso las capitales occidentales decidieron que era necesario derrocar
al régimen de Damasco”.
Un informe de la Rand aconsejaba en 2008 instigar guerras entre suníes y
chíes para mantener el predominio sobre el petróleo del Golfo Pérsico.
Gran parte de lo que está ocurriendo fue adelantado por un informe de la
Rand Corporation encargado en 2008 por el Ejército de Estados Unidos, titulado
“Desvelando el futuro de la guerra prolongada” en el que se afirmaba que “la zona
geográfica de las reservas probadas de petróleo coincide con la base del poder
de gran parte de la red salafista yihadista. En el futuro previsible la
producción mundial de petróleo estará dominada por los recursos del Golfo
Pérsico. La región seguirá siendo, por tanto, una prioridad estratégica que
interactuará con una guerra de larga duración”. El documento aconsejaba “seguir
la estrategia de divide y vencerás entre suníes y chiíes para debilitar sus
energías en conflictos internos y de esta manera mantener el predominio del
Golfo Pérsico sobre los mercados del petróleo”.
Guerra no convencional
Proponía al Ejército de Estados Unidos que la estrategia se basase, en
gran medida, en “acciones encubiertas, operaciones de inteligencia y guerra no
convencional”. Concluía el documento de la Rand que el eje sobre el que tenía
que girar toda la estrategia debía estar formado por: Estados Unidos, Reino
Unido, Turquía, Qatar, Arabia Saudí y Francia, en contra de Siria, Rusia e
Irán. El tiempo ha demostrado que los “consejos” de la Rand han funcionado a
modo de profecía autocumplida.
El desconocido papel británico
Un testimonio revelador de cómo comenzó a prepararse la guerra de Siria
fue el del exministro francés de Asuntos Exteriores Roland Dumas, quien afirmó
en la televisión gala que Gran Bretaña había planeado acciones encubiertas en
Siria ya en 2009. “Yo estaba en Inglaterra dos años antes de que estallase la
violencia en Siria, y me reuní con altos funcionarios británicos que me
confesaron que estaban preparando algo en Siria. Gran Bretaña preparaba
pistoleros para invadir Siria”, concluía tajante el político francés. El
general Clark reveló después del 11-S los planes del Pentágono para “atacar y
destruir Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán a Irán en cinco años”. Según
el comandante supremo de la OTAN durante la guerra de Kosovo, el general retirado
Wesley Clark, un memorándum de la Oficina del Secretario de Defensa de Estados
Unidos reveló, unas semanas después del 11-S, la existencia de planes para
“atacar y destruir los gobiernos de siete países en cinco años”, empezando con
Irak y siguiendo con “Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán”. En una
entrevista posterior, Clark sostuvo que esta estrategia era fundamental para
controlar los enormes recursos de petróleo y gas de Oriente Medio.
Si ha de resumirse la relación de fuerzas en el tablero sirio puede
decirse sin temor a equivocarse que Estados Unidos, Arabia Saudí, Qatar,
Turquía e Israel forman un solo bloque para derrocar al presidente sirio. En el
otro lado, Rusia, Irán y China tratan de apuntalar al régimen de Al-asad. En
medio, el proyecto del gasoducto que más sangre ha derramado de la historia:
sin haberse construido un solo metro, ha provocado hasta el momento más de
250.000 muertos y 11 millones de desplazados por la guerra.
http://www.mil21.es/noticia/350/3-guerra-mundial/el-gasoducto-mas-sangriento-de-la-historia:-250.000-muertos-y-11-millones-de-desplazados-sirios.html
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