jueves, 26 de octubre de 2023

¡Guíame Mabel! - LIX



Andábamos en parejas por la acera izquierda de una calle de casas de dos pisos, de estilo colonial. Las casas estaban bordeadas por un seto que alcanzaba nuestros hombros. Al frente de las casas, a nuestra derecha se desplegaba un bosque de altos pinos. Yo iba de la mano de mi esposa, tú y tu esposo caminaban delante. Sería fines de otoño pues vestíamos sacones y pantalones de lana, azul marino y negro. Hablábamos caminando, comentando de cosas. Yo iba detrás de ti y ansioso, me afanaba por verte, como si no lo hubiera hecho por años, como si te hubiera extrañado una vida, pero no pude. Después de andar un rato ideé una pregunta que requería que me miraras. Me preparé para verte, me puse mi mejor y mas encantadora sonrisa para recibirte. Te volteaste rápidamente, pero, ¡oh sorpresa! lucías otro rostro, tan contrastante con el tuyo. Nosotros frisábamos los cuarenta, pero tú volteaste con la cara de una mujer de setenta, con cabello cano, incluso las cejas, con tez clara adornada con arrugas. Y me miraste desafiante, como queriendo decir …                                                                            

  -Me quieres ¿no? A ver si me quieres asi.                                                                          

Querías derrumbar el gusto y amor que tengo por ti, pero ¡sorpréndete! yo no corregí ningún gesto ni varié ningún músculo de la sonrisa afable y cariñosa que te acogió, porque … sabía que eras tú.

   

martes, 17 de octubre de 2023

Chullo el chaman


 ¿Qué se siente estar en una completa oscuridad, andar sin ver, sin tener el sentido más preciado para guiarte, para guarecerte, para iluminar tu mundo y de repente te das cuenta que no puedes ver sin estar ciego, cuando es imperativo protegerte, pero te sientes desvalido, indefenso y encima, cuando más abres los ojos para ver más se inunda tu vista de una enceguecedora oscuridad? En tanto, a tu alrededor te acecha un enemigo de quien no puedes adivinar por donde el golpe te dará, mientras que tristemente tratas de mostrarte firme.  No obstante, lo que haces es tantear en un mundo que, con la visión, solía ser tuyo, pero … no con el oído.

-¡Pum!

Una explosión remueve la casa, luego se escucha un ajetreo. Se oye a Chullo insultar a alguien. Debo de salir. La puerta sigue vibrando y la comienzo abrir despacio pero no veo nada. Solo humo y un fuego en el centro de la sala y…

-¡No!

El no de Chullo atraviesa los huesos de mi cabeza y suena dentro de mis sentidos para luego resonar como onda expansiva por toda la casa. No debí abrir la puerta, me dije, pero ésta quería abrirse sola. ¡Resiste! me digo, mientras humo se escurre por los costados de la puerta.

-¡Ahhhhhhhh! –gritó Chullo.

La cara pálida y abatida de Chullo que con su ojo bueno medio abierto se presenta ante mí y me espanta. Sus labios susurran:

-Te-di-je-que-no-a-brie-rassss.

Chullo me empuja y cierra la puerta. La percepción de que algo malo me acecha toma conciencia en mi mente junto con un terror que se apropia de mi cuerpo. Quiero correr, pero mis extremidades inferiores no obedecen mi mandato. La energía abandona mis extremidades y débil, se retrae en mi pecho. Con algunas trizas que quedan de mi voluntad me dejo caer al suelo, me arrastro hasta el baño, cierro la puerta con un puntapié y espero resignado lo que fuera a pasar.

 

¡Guíame Mabel! - LVIII


 

Bajé del ómnibus que me trajo de la provincia a la capital. Al desembarcar me volteé y te ayudé a bajar los últimos escalones. Me sorprendí al verte, tenías otra forma de llevar tu cabello, raya en medio y lacio, aunque de un tono oscuro como siempre. No me percaté claramente de tu figura, el que tú descubrirías más tarde.

-Hay que ir a la oficina de correos que estar cerca de aquí.

Yo por supuesto asentí.

-Pero antes tenemos que pasar por casa porque me quiero dar un baño.

Entramos a la casa que estaba a un bloque de la avenida. Entramos al recibidor, dos niñas de diez u once años miraban la televisión. Nos saludaron, pero no perdieron la atención de lo que estaban viendo. Me encaminé al baño por el lado posterior de la casa y, parada en el umbral, totalmente desnuda me dijiste,

-No hay champú, vas a tener que comprar.

Vi tu desnudez, en contra luz de una luminosidad blanquecina que entraba por una ventana posterior. Te mostraste tan natural y desinhibida que me complació.

-Ya te lo traigo.

Sali a la calle a buscar una tienda y allí el champú.

El barrio era de casas residenciales y unifamiliares. Tenían un jardín en el frente y a los costados.

-¿Dónde encontraré una tienda?

Anduve por dos cuadras y nada. Doblé a la derecha y diviso un pequeño abastecimiento que estaba cerrando. Era las dos o tres de la tarde, una hora muy temprano para cerrar. Talvez era domingo y por eso estaba cerrando. Realmente todo me parecía extraño, El estar allí, teniendo dos hijas pequeñas y tú como esposa a la que aún no reconocía.

Me volví sobre mis pasos, pero esta vez por la acera de enfrente. Al pasar vi a un establecimiento bien surtido con compradores dentro. Me acerqué al dependiente y le pedí un champú. Me pidió que esperara. Dentro unos parroquianos jugaban algo alrededor de una mesa. Con los dedos disparaban unas fichas que pegaban a otras. No me parecía muy emocionante. Volvió el tendero con mi pedido y me regresé.

Subí a la casa, las niñas seguían inmutables viendo la tele. Me dirigí al baño. Noté que los corredores eran del doble de ancho que del tamaño corriente. El techo tenía una mayor altura. Lo que mas me impresionó es que la casa toda estaba enchapada de mayólicas diminutas de color verde, amarillo, blanco y un poco de azul, con un patrón ondulante, como si fueran olas. Me dio la impresión de que estaba en la India, país donde nunca había estado.

Te encontré en el baño que tenía, tina, ducha, sauna y lavabo. Era tan grande como dos salas juntas. Una mujer te ayudaba en el baño, quien se retiró cuando ingresé. Me di cuenta que el baño no tenía puerta, ósea era privativo de nosotros dos, en esa ala de la casa.

Entonces te dije sin hablar.

-¿Cómo puedes ser tú? Puedes tener otro cuerpo, otro rostro, talvez otra forma de ser, pero nunca hemos vivido antes en la India, así que no puede ser un sueño de lo que he vivido.

-¿Tú crees que solo se puede revivir en el futuro? No hay tiempo solo hay uno, un eterno presente.

Entonces supe que eras tú.

jueves, 12 de octubre de 2023

Todo Cambia - Mercedes Sosa


Cuando era joven y estudiaba en la universidad una vez una profesora se me acercó y me dijo

-Mario, no cambies.

Solo la escuché, no le repliqué ni indagué a que se refería.

Han pasado muchos años y muchas cosas han cambiado: la vida, las personas, el mundo, las costumbres …casi todo.

Yo también he cambiado: como tomo la vida, como acepto las realidades. Pero hay algo que no ha cambiado en mí y que descubrí recién qué era lo que me aconsejó cuando la profesora me dijo que no cambie.


lunes, 9 de octubre de 2023

You've Got To Hide Your Love Away / THE BEATLES


"Tienes que ocultar tu amores un sencillo incluido en el álbum de los Beatles Help de 1965.

La traducción está aceptable. La ultima parte que talvez es un poco incomprensiva es cuando John Lennon dice que se siente “two foot small”, dos pies mas pequeño. Y es porque cuando uno esta triste o deprimido, anda con la cabeza media agachada o los hombros caídos hacia adelante, lo que hace perder estatura y parecer como si midiera centímetros menos.

Recuerdo que me fascino aprender a tocarla, con su juego de acordes mayores que empezaban con DoM. En ese tiempo, principios de los setenta, frecuentaba a unos amigos en La Victoria. Estábamos saltando del rock, preferentemente de los Beatles al folkore. Así que nos pasábamos el tiempo libre, que cuando se es joven es cualquier tiempo que se le antoje, tomando prestado tiempo de los estudios universitarios, trabajos y horas de sueños para hacer lo que nos daba la gana y nos dedicábamos a practicar quena y charango. Justo en ese trance se nos acercó esa canción de los Beatles, You’ve got to hide your love away y nos acometimos a tocarla. A quien le fue más difícil fue Juancho porque la quena botaba una escala pentafónica con un fa sostenido. Entonces, de vacilón, la tocábamos cuando queríamos, incluso en la calle, cuando no nos había crecido aun la timidez, lo que nos convertía en unos sinvergüenzas.