En el fragor de mis deseos, de mis esperanzas y temores chocándose entre sí me dormí una noche y me encontré dialogando con un personaje singular a quien recurrí por ayuda.
-Tiempo, détente
un momento.
-No
puedo detenerme.
-¿Por
qué?
-Yo solo
soy una sucesión de eventos, si me detuviera dejaría de ser el tiempo.
-Entonces,
¡tú no existes!
-No,
pero pongo límite a tu vida.
-Tú no decides si vivo o muero,
pero sé que moriré algún día.
-
Seguro no te asusta el morir, pero te aterra el no saber cuándo ¿no? Además, no
me detendría por un simple mortal. Por tu especie pasaría de largo.
-Sé generoso. Al menos dime que
puedo hacer.
-¿Por qué quieres detenerme?
¿Quieres ser inmortal?
-No, quiero regresar el
tiempo.
-¿Quieres vivir otra vez? ¿Por
qué no esperas renacer? O quieres volver a vivir momentos placenteros. Los tendrás
en tu próxima vida.
-No es eso. Los he tenido,
pero se arruinaron. Y así ha pasado en muchas vidas
-¿Qué te impide resolverlo
ahora? Aun tienes vida, ¡úsala!
-El ser con quien debería de
resolverlo dejo tempranamente este mundo.
-Encuéntrala en la siguiente.
-Siempre llego o me doy cuenta
tarde. Si hubiera muerto con ella talvez se hubiera resuelto.
-No apuestes al mundo de los espíritus,
no puedes imaginar los extraños patrones que se tejen allí.
-Gracias por escucharme y
tenerme paciencia.
-Bueno, tengo todo el tiempo
del mundo.
-Tengo la impresión que
quieres hacerte el gracioso.
-No, la gracia o la tristeza,
la risa o el llanto no tienen sentido para mí, pero si para ti, por eso la usé.
-Más agradecido me siento
contigo.
-De naranja.
-Estas ya exagerando.
-Bien, en lo humano, tú pones los limites.
-Dime entonces ¿Qué puedo
hacer?
-Tendrías que ascender al
mundo espiritual.
-¿Sin morir?
-Eso sería fácil si fueras un
buda o un cristo.