XXI
Eran casi incontables los significados que se mostraban en mi carta
astral que me parecía imposible de entender. Porque no solo tenía que ver los
planetas en el cosmos en el momento del nacimiento, la interrelación entre
ellos, las casas que habitaban, los regentes de las casas en otras casas y el
signo zodiacal donde se hallaban. Había más, el ascendente, el descendente y el
mediocielo. Todo esto conjugado, incluyendo la luna negra o Lilith, el nodo sur
y el nodo norte. Yo era un empírico que casi no entendía nada, solo lo
esquemático, lo acentuado en mi vida, pero no los detalles. Me sentía como una
persona que de repente maneja un auto sin saber conducir y que podía matarse o
matar a alguien más. Pero no era algo que yo había decidido hacer, era el
destino que me estaba alcanzando.
Dicen que cuando el alumno está listo el maestro aparece. Así es como
repentinamente conocí a Julián, en la casa de una hermana adonde había ido a
darle consejos por algunas cosas que pasaban en su trabajo. Julián tendría unos
setenta años, pelo canoso, alto, con cintura de obispo. Me comentó que era
astrólogo y le mencioné que yo estaba estudiando astrología. Me invitó a que le
trajera algún trabajo que haya hecho.
En la siguiente ocasión que nos vimos le lleve el único trabajo que
había hecho, mi carta natal. La miró por unos minutos y me dijo que estaba bien
hecho. Me dijo que me cuidara mucho cuando manejara de noche y que en el futuro
tendría mucha suerte con las mujeres.
- No es lo que más me interesa –Le repliqué.
- Pero no lo podrás evitar.
- Existe la voluntad para oponerse.
- Es cierto, muy cierto.
Me prometió que me iba comentar con más detalle de la carta la próxima
vez que nos viéramos.
La siguiente vez que nos vimos le volví a llevar mi carta natal, un poco
más elaborada.
- ¿Quién es esta mujer? – Me interrogó señalando a Lilith.
- Es mi esposa.
- No los veo juntos, no por mucho tiempo.
Luego comenzó a hablar de algo que fue poco creíble para mí. Me contó
que cuando era joven, el destino había puesto un límite a sus días. Pero me
dijo que uno puede alterar eso si la divinidad lo permitía. Y se lograba
cambiando la longitud y latitud de donde residía, lo que significaba que tuvo
que viajar a un punto geográfico opuesto de donde vivía. Eso es lo que hizo y
por eso se mudó a mi país. No me convenció lo que dijo y lamenté que se haya
explayado en ese comentario y que no haya explicado con más detalle mi carta
natal.
Julián ando su propio camino y yo tuve que andar el mío. Puede decirse
que sin tener conciencia se cumple en cada persona su destino.
Pasaron doce años desde que Julián me compartió su cambio de residencia
para prolongar su vida. Yo estaba por viajar a un pueblo de Arizona cuando
recibí un augurio de una psíquica.
- ¿Sabes que vas a morir? –me dijo
- Si, lo sé – Le dije secamente.
Dentro de mi tenía la intuición que mi vida estaba en riesgo. No era una
voz que me lo decía, no era una luz que bajo del cielo, ni siquiera era un
sentimiento ni un vuelco que dio mi corazón, era algo extraño, difícil de
definir.
Al llegar a mi nuevo trabajo me asignaron una casa a diez kilómetros del
lugar. Como me pareció un poco lejos, decidí buscar algo mucho más cerca. Por
suerte encontré una casita a dos cuadras. La casa que no tomé la ocupó un
colega junto con su familia.
Todo marchaba bien hasta que a los tres meses que me mudé, asesinaron a
golpes al colega que tomó la casa que yo rechacé. Nunca encontraron a los
asesinos, tampoco la policía puso mucho empeño en encontrarlos.
Entonces me acordé de Julián y su alocución sobre cambiar
geográficamente de lugar para salvar la vida. Y me mudé a otro estado con el
que había soñado visitar diez años antes.