martes, 23 de agosto de 2022

¡Guíame Mabel! - XLIX


 

Desde los cinco o menos años de edad me he familiarizado con los difuntos. Mi madre me llevaba a los velorios y entierros de la familia, de tíos, padres, abuelos, compadres y familiares cercanos.

No era una experiencia sombría y funesta como podría parecer. Usualmente los mayores traían a sus hijos aun bebes a los velorios. Era divertido porque yo tenía ocasión de reunirme con primos que no frecuentaba. Así nos poníamos a jugar por los contornos de las casas, el jardín, el patio y dormitorios, pero lejos de la sala donde velaban al difunto. Cuando por alguna razón me acercaba al féretro lo hacía en silencio por el respeto que los mayores mostraban.

¿Qué significaba a esa edad el morir? Para mí era ya no ver más a esa persona, quien se iba a un lugar del cual ya no regresaba más, lo que no representaba mucho para mí. Cuando a los cinco años vi morir a mi hermano de dos meses de edad en los brazos de mi mama, no me entristeció tanto el saber que jamás lo volvería a ver.

Hasta que fui a un velorio de una comadre de mi mama. La casa quedaba “debajo del puente”, donde terminaba la avenida Tacna o Abancay, no recuerdo bien. Los velorios en esos tiempos se realizaban en la noche y se enterraba al difunto al día siguiente. No recuerdo tampoco si nos quedamos a dormir en ese velorio, pero sí que el día me la pasé jugando con unos niños que asistieron tambien. Al jugar nos daba hambre y solíamos comer las galletas de soda que repartían. Como la fuente de galletas estaba en el comedor cerca de la sala donde descansaba en el ataúd la comadre de mi mama, me acerqué justo cuando la hija de la difunta se aferró llorando al féretro y comenzó a lamentarse.

-¡Mamá! ¡perdóname! Por no decirte que te quiero. ¡Perdóname! siento mucho no haberte tratado bien.

La hija imploraba por el perdón de la madre. Esa escena me turbó. Me pregunté porque la hija esperó que se muriera su mamá para decirle que la quería. Me quede pasmado mirando una escena que no comprendía y desconocía la palabra que describía lo que estaba viendo.

Tuvieron que pasar más de sesenta años para entender qué cosa es sentir arrepentimiento por no decir lo que se debió decir en un momento y, habiendo tenido tantas ocasiones, se pierde esa oportunidad. Es que el tiempo pasa y ya no tienes a tu lado a la persona a quien debería dirigir tus sentimientos.

Solo cuando te perdí a ti entendí lo que es lamento.

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