VIII
Te fui a visitar, en mi sueño. Creo que los sueños no son completos,
porque no recuerdo quien me abrió la puerta. Tal vez son completos, pero no
recordamos lo anecdótico o sin importancia o quizá si soñamos con detalles,
pero no los podemos recordar.
Si, recuerdo que fui a visitarte a tu casa, pero no sé cómo aparecí en
tu dormitorio, dormitorio que nunca había conocido. La habitación estaba
totalmente oscura, sin ninguna luz encendida, pero había una luz, una luz que
venia del cielo raso del dormitorio, de una fuente de luz desconocida. La luz
alumbraba directamente tu cama de sabanas y cubrecama blancas. Tú estabas al
lado de la cama, en piyamas, mirando la luz. Tenías la boca entre abierta, como
si estuvieras perpleja de lo que veías. Porque no solo esa luz blanca era lo
extraordinario que había en tu cuarto. Toda tu cama estaba rodeada de unas
paredes de vidrio trasparentes que casi tocaban el techo. Mire también esas
paredes y también me quede con la boca abierta. ¿Qué era eso? – me pregunté y
no comprendía.
Súbitamente me vi caminando por una ciudad silenciosa y vacía, sin
gente, sin autos. Al lado mío caminaba tu esposo Saúl, vestido de negro, sin
hablarme. Yo no sabía adonde íbamos. La calle daba una especie de curva y se
divisaban estatuas de mármol y floreros voluminosos de piedra a la vera. ¿Dónde
estamos? – me pregunte a mí mismo. Es bonito este lugar, pero parecía … un
cementerio.
Me desperté recordando vívidamente el sueño.
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