Has estado cerca
de mí a pesar que no me daba cuenta. Sé que no lo hice muy bien cuando saliste
de esta realidad, lo admito. Ha sido difícil acostumbrarse a no verte en un
punto geográfico de la tierra o tener la sensación de que, aunque no te viera,
estabas allí. Tuve miedo pensar que nunca más iba a saber de ti. Pero mis
sentimientos fueron un lazo de plata que atravesó dimensiones y nos mantiene
unidos. Nunca creí las compasivas frases como “tienes un angelito en el cielo”,
“estará siempre al lado tuyo” que se dicen cuando un ser querido muere. Tampoco
creía en fantasmas pues, aunque me hayan asustado muchas veces, nunca había
visto uno. Pensaba que había un “más allá”, como algo vago, nubloso donde
seguramente nos iríamos después de vivir acá. Esa idea la tenía racionalizada,
como un lugar necesario que debería existir para dirigirnos hacia allá después
de muertos. Todo eso creía, pero sin una sólida y fuerte convicción o para decirlo
con las correctas palabras, sin real fe.
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