miércoles, 8 de julio de 2020

¡Guíame Mabel! - IV


IV
Conforme crecía me daba cuenta que había una especie de seres tan pequeños como yo pero que eran diferentes a mí. Y estas eran las niñas.
Eran iguales a nosotros, pero actuaban de otra manera y reaccionaban diferente a las mismas cosas. Lloraban fácilmente cuando se caían o las golpeaban, se asustaban tremendamente a gusanos y cucarachas y reaccionaban más emocionalmente. Les gustaba, disgustaba, enojaban y molestaban más intensamente las cosas. Y lo más resaltante es que siempre andaban limpias y les preocupaban mucho ensuciarse. Usaban el cabello largo, generalmente terminados en cola de caballo prendidos con ganchos, horquillas o vinchas. Me gustaba más jugar con mis amigos, pero ante la presencia de estas niñas nuestro comportamiento cambiaba y no sabía por qué. Aparte de llevar el cabello largo había algo en su apariencia que las distinguía, no siempre, no en todo momento, pero era potestad solo de ellas, el de usar vestido. Entonces asumían una actitud de pequeñas princesitas de cuentos. Y cuando se acercan a jugar lo hacían con un cierto desdén y un minúsculo sentido de superioridad. No podía saber por qué. Llegué a pensar que de repente tenían razón, que por una extraña condición eran superiores al varón.


  

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